* * *
El Grupo Sofos tiene el
gusto
de invitarle a la conversación:
de invitarle a la conversación:
El Homo sapiens sobre la Tierra…
Y no pasa nada si desaparece…
El tema de la próxima sesión es «El Homo
sapiens sobre la Tierra… y no pasa nada si desaparece…», a cargo de José
Guillermo Ánjel R. (Memo Ánjel, Medellín, 1954), comunicador
social-periodista y doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia
Bolivariana, donde ha sido docente en la Escuela de Teología, Filosofía y
Humanidades, la Escuela de Ciencias Humanas y la Facultad de Comunicación
Social y Periodismo, de la cual también fue su director. Se desempeña así mismo
como columnista del periódico El
Colombiano y director del programa radial “La otra historia”. Sus libros
han sido publicados en Alemania y Suiza, traducidos al alemán, y algunos de
ellos son Mesa de judíos, Todas las características de la tortuga,
Inventario de mujer de Buenos Aires y Zürich es una letra álef (novelas); Historias del barrio
Prado (crónicas); De lo político en Spinoza y De las razones del
guerrero ilustrado (ensayos). Es autor del cómic “Adolfo, el pájaro poeta”.
* *
*
Entrada libre
Lugar: Casa
Museo Otraparte / Carrera 43A n.º 27A Sur - 11 / Envigado
Fecha: Agosto
17 de 2019
Hora: 2:30 p. m.
Ver formulario de evaluación de la conferencia:
Escuchar transmisión en vivo:
Para participación y realizar preguntas
en línea, favor comunicarse
a nuestra línea 448 24 04 o a nuestro correo: gruposofos@gmail.com
a nuestra línea 448 24 04 o a nuestro correo: gruposofos@gmail.com
Para obtener información adicional puede comunicarse
con nosotros al correo electrónico gruposofos@gmail.com. En nuestro blog http://gruposofos.blogspot.com podrá consultar la programación, la metodología
de trabajo y la presentación del grupo. O puede también comunicarse con la Casa
Museo Otraparte: Teléfono: 448 24 04 - Correo electrónico: otraparte@otraparte.org - Sitio web: www.otraparte.org.
*
* *
Lectura preliminar
Por Emilio Lledó
Lo primero
fue el habla. Una necesidad de sentir la compañía de los otros, de arrancarse
de la originaria soledad, de emitir sonidos que la lengua fue articulando,
modulando, convirtiendo en palabra. A esa voz, enriquecida a lo largo del
tiempo, el «filósofo», como llamaban a Aristóteles, dijo que era un soplo, un «aire
semántico». No sólo un grito. Ese aire decía cosas, señalaba los árboles, los
mares, las estrellas, alumbraba ideas que, en principio, eran «lo que se ve» y
en esas «visiones», creaba comunidad, solidaridad, amistad.
Surgía así un
universo en el que los seres humanos comenzaron a sentirse y entenderse. Los
primeros textos en los que encontramos el sustantivo mito, (mythos), por ejemplo en la Ilíada, significa «palabra», «dicho», «conversación».
Ese aire
semántico, ese soplo de la vida, del cuerpo, empezó a llenarse de deseos, de
sueños, de sentimientos, y el mito, la voz que entonaba los hexámetros sonoros,
se cargó de contenidos en los que se roturaba el mágico, misterioso, territorio
de la imaginación.
El aliento
que se escapaba de los labios de los rapsodos cantaba ya las lágrimas de
Aquiles, la constancia de Odiseo, el amor de Nausicaa, la tristeza de Antígona.
Un enriquecimiento, pues, de esos largos orígenes en los que las palabras
habían servido para comunicar a los que vivían a nuestro lado la inevitable,
gozosa, penosa a veces, experiencia del cuerpo y su destino.
La
literatura, el lenguaje, que ya no indicaba sólo el mundo de las cosas que
veíamos, iba, poco a poco sembrando, inventando los mitos. El aire semántico
revestía las palabras de una luz tan intensa que podíamos descansar en ellas
nuestras cabezas, y afirmar así todo lo que jamás podrían alcanzar nuestras
manos, ni vislumbrar nuestra mirada.
Debieron
pasar siglos para que se levantase el intangible acoso de la fantasía, de las
ficciones, de la poesía. La Iliada y
la Odisea fueron dos inmensos bloques
de mitos que habrían de dar sustento a unos seres que desde la naturaleza que
los constituía iban a adentrarse por el amplio dominio de la cultura. Ese nuevo
aire semántico también hacía respirar, alimentaba la vida, ampliaba el
horizonte del existir, insuflaba alegría y esperanza. Pero sobre todo creaba
libertad. Nadie podía poner ya puertas al campo, al universo de las ficciones
que nos convirtieron en animales con logos, con palabra, donde se dibujaban
otros paisajes, otros horizontes. El cultivo, la cultura, de esos mitos fue
abriendo al animal humano el dominio que le era propio y por el que realmente
existía.
La tradición
filosófica nos ha entregado una de las grandes intuiciones de aquellos primeros
pensadores que se hicieron cargo de esas palabras «asombrosas y maravillosas».
Uno de sus representantes, el «filósofo», decía que «el amante de los mitos
tiene que ser también amante del conocimiento, de la verdad, de la sabiduría».
Y aquí surgió
un problema que ha llegado rodando, apisonando también, aplastando, hasta
nuestros días. Porque el mito que crea, y da aire a la libertad, puede ser
objeto, incluso instrumento de condena, de prohibiciones, de incendios, cuando
no deja abrir las puertas de la verdad, cuando no inspira racionalidad y
progreso, cuando no hace fluir las neuronas.
El mito
alumbra e inspira, pero es siempre un paso previo en el camino del conocimiento.
Enseña libertad si no se impone por la fuerza, si no cae en manos de sectas y
fanáticos que corroen, desde la infancia, el cerebro de los que de alguna forma
dominan, para hacer olvidar el camino más largo, más duro, más interminable,
más hermoso del pensar.
Hay que
mantener el estímulo de las palabras míticas para saber que esas palabras no
acaban en ellas mismas. Abren camino, pero no son el camino que, con la
educación, con la Paideía que es
cultura y no aprendizaje, hay que andar para ser ciudadanos de una «polis»
libre, de una política en la verdad y en la siempre imprescindible justicia.
En esa
educación para la ciudadanía no cabe la indecencia, ni los mitos impuestos por
los profesionales de la mentira.
Fuente:
Grupo Sofos
Blog: http://gruposofos.blogspot.com.co/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario