lunes, 29 de octubre de 2018

Te invita a la CLAUSURA del ciclo 2018: Soñadores de una Colombia mejor.





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El Grupo Sofos tiene el gusto
de invitarle a la conversación:

Paterson y el sueño cotidiano

El tema de la próxima sesión es la presentación de la película Paterson de Jim Jarmusch a cargo del gestor cultural Sergio Restrepo Jaramillo (Envigado, 1976), quien tiene estudios de Ingeniería Mecánica, Comunicación Social y Gastronomía. Perteneció, entre otras, a las asociaciones Paz de Mentes y Redepaz. En 1999 creó el centro cultural Stultifera Navis en el barrio Mesa de Envigado, proyecto que dirigió hasta septiembre de 2005. Es miembro fundador de la Corporación Otraparte. Fue director del Teatro Pablo Tobón Uribe en la ciudad de Medellín y actualmente se desempeña como Gerente del Claustro de San Ignacio en Comfama.

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Entrada libre
Lugar:            Casa Museo Otraparte / Carrera 43A n.º 27A Sur - 11 / Envigado
Fecha:             Noviembre 3 de 2018
Hora:              2:30 p. m.

Ver formulario de evaluación de la conferencia:

Escuchar transmisión en vivo:

Para participación y realizar preguntas en línea, favor comunicarse
a nuestra línea 448 24 04 o a nuestro correo:
gruposofos@gmail.com

Para obtener información adicional puede comunicarse con nosotros al correo electrónico gruposofos@gmail.com. En nuestro blog http://gruposofos.blogspot.com podrá consultar la programación, la metodología de trabajo y la presentación del grupo. O puede también comunicarse con la Casa Museo Otraparte: Teléfono: 448 24 04 - Correo electrónico: otraparte@otraparte.org - Sitio web: www.otraparte.org.

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Lecturas preliminares
Paterson, ¡Aaajá!

Por Arturo Guerrero
Es bien difícil opinar algo inteligente sobre Paterson, la más reciente película del director independiente Jim Jarmusch (Ohio, 1953). Difícil no, imposible. ¿Cómo ser cerebral ante una obra que desesperaría al mismísimo Descartes?

El realizador de apellido checo, y de tupida mata de pelo blanquísima, había declarado en 1989: “Prefiero hacer una película acerca de un tipo paseando a su perro que una acerca del emperador de China”. No mintió.

Tiene a Cannes a sus pies, estudió Literatura en la Universidad de Columbia con intención de ser poeta, ha sido músico, de su cine se dice que tiene el tempo y ritmo del blues y jazz. Vive con su novia desde estudiantes, no tienen hijos. Es apasionado de la cultura japonesa.
La mejor radiografía de sus personajes la hace Paul Auster en cuatro palabras: “lacónicos, retraídos, tristes farfullantes”.

Paterson incluye los ingredientes: hombre que pasea al perro, protagonista retraído que escribe poesías, homenajes a varios célebres poetas relacionados con la pequeña ciudad epónima de New Jersey, un japonés que parece saberlo todo: “¡Aaajá!”.

Hasta aquí funciona la inteligencia, facultad para distinguir, clasificar, organizar el mundo. Pero el mundo no se deja organizar. Tampoco la labor de este ícono del cine-arte norteamericano que, hablando de cómo consigue sus temas, aconsejó: “Nada es original... selecciona solo cosas para robar que hablen directamente a tu alma”.

Hablar al alma propia para tocar el alma ajena, así presagiaría uno su consigna. Paterson, el protagonista que se llama igual que su pueblo, captura las imágenes desde el vidrio panorámico del bus que maneja. Asuntos insignificantes, hijos de las inercias cotidianas, conversaciones de seres que no son el emperador de China.

El filme reitera esas rutinas, lo mismo que la cara de palo de este joven chofer. Él las escribe en sus instantes de luz, llena con esfero un cuaderno. Son sus poemas a pesar de que no se reconoce como poeta. Son el caudal de su alma que resulta más pujante que su sonrisa esquiva.
La cámara los toma desde lo alto, a él y a su bella mujer yacentes cada amanecer, y tiempo después de haber visto las escenas de esta cinta uno se da cuenta de que “es demasiado tarde para sacárselas de la cabeza”, como anotó un crítico refiriéndose a la obra de Jarmusch.
Entonces uno farfulla: ¡Aaajá!


Fuente:

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Todos los días la poesía

Por Oswaldo Osorio

Casualmente, antes de la proyección de esta película, que está llena de casualidades, presentaron un cortometraje en el que entrevistan a varios poetas, y cuatro de ellos coincidían en decir que la poesía está en todas partes. Alguno de ellos también decía que solo se necesita que alguien pueda distinguirla y ponerla en palabras. Según esto, la poesía puede, incluso, estar en una caja de fósforos, y tanto Jarmusch como el chofer de bus que protagoniza su último filme lo saben.

Sobre todo Jarmusch, que con una sólida, estimulante y casi infalible obra, ha sabido encontrar esa poesía que pulula en el mundo en las cosas simples: una conversación tomando café y fumando un cigarrillo, la soledad de un hombre mayor o la rutina de este chofer de bus, a quien lo único extraordinario que le pasa o hace es poder poner en palabras esas cosas que ve a diario y propiciar que trasciendan con su modesto acto creativo.

Paterson vive en la ciudad de Paterson. Es la primera de muchas coincidencias de esta película, la mayoría de las cuales resultan divertidos o encantadores guiños que, en sí mismos, se convierten en poesía en razón del tono sencillo y desenfadado de este relato. Hay otras coincidencias que se pueden antojar forzadas, como el encuentro con la niña poeta y el japonés amante de la poesía. Pero si bien puede molestar su conveniente y artificial inclusión, para efectos de lo que el director quería decir sobre la poesía y su protagonista funcionan perfectamente.

En esta historia la rutina y la poesía son dos opuestos que conviven cotidianamente. Opuestos porque no hay nada menos poético que la rutina ni nada más extraordinario que un buen poema. Por eso, aunque cada día Paterson se levanta, desayuna cereal, maneja el bus, recoge el correo, cena y toma una cerveza, en medio de esa invariable rutina surge el milagro de la poesía, como esa verde hierba que brota de entre las grietas de las losas de concreto en las grandes y grises ciudades.

Además de esta oposición, la esencia y la fuerza de este personaje, y por extensión de la película, también está en su naturaleza como poeta. A diferencia de la mayoría de sus colegas, que se invisten y se autodenominan como tales, Paterson no se considera más que un chofer de bus. Escribir para él es otra de las necesidades vitales que tiene, y lo hace sin las pretensiones del artista tocado por las musas. Tal vez por eso sus poemas y su discreto oficio parecen mucho más sublimes y honestos. También por eso, nunca titubea frente a una página en blanco, aunque se resista a pensarse como poeta.

De nuevo, entonces, Jim Jarmusch nos toca con una historia y un personaje sencillos y corrientes, pero llenos de poesía. Además, con el mérito de hacer el relato de una rutina sin que parezca tediosa. Así mismo, una película sobre la poesía, también es sobre el amor, en este caso una bella y simpática historia de amor, en un segundo plano, pero siempre presente, dándole aliento al poeta y vida a sus poemas.

Fuente:
Grupo Sofos
Correo electrónico: gruposofos@gmail.com
















lunes, 15 de octubre de 2018

Te invita al encuentro con la cantante Chocoana Tanya Makú.



De Quibdó tengo hermosos recuerdos: los juegos con mis primos, las calles mojadas, la poesía que me inspiró muchas veces cuando tenía que regresar a la ciudad. La sonrisa era diferente, el aire tenía otro aroma...distinto al de hoy, pero que aún sigue siendo mágico de otra manera. Su música, su gente, su sabor, su amabilidad y alegría. Además del hecho de poder cantar en escenario frente a mi ciudad natal y a toda la gente que estoy representando: los afrochocoanos.
Tanya Makú

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El Grupo Sofos tiene el gusto
de invitarle a la conversación:

Tanya Makú
Esa travesía de la música y los sueños

El tema de la próxima sesión es “Esa travesía de la música y los sueños”, a cargo deTanya Makú,cantautora chocoana cuyamúsica tiene aires del Pacífico colombiano, aunque siempre abierta a los diversos sonidos del mundo. En sus numerosas presentaciones en Medellín, Cali, Urabá y Bogotá se percibe el eco del viaje musical propio que la caracteriza cada vez con mayor fuerza. Ha compartido escenario con artistas como Juanes (Concierto del Bicentenario de la Independencia en Quibdó, 2010) y Piruchi Apo, cantante africana. Ha construido su musicalidad junto a su identidad de mujer colombiana, experimentandosiemprea través de la libertad que trae consigo el arte.


Oír “Canto a la Luna” en YouTube

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Entrada libre
Lugar:            Casa Museo Otraparte/Carrera43An.º27ASur-11/Envigado
Fecha: Octubre20de2018
Hora:              2:30p.m.


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anuestralínea4482404oanuestrocorreo:
gruposofos@gmail.com

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Lectura preliminar
Tanya Makú tiene ritmo

Juanes la eligió para cantar a su lado en el Gran Concierto Nacional. Ahora la voz femenina de Afrikantes espera grabar un disco como solista.

Por Redacción Cromos (2010)

Tania Katiry Mosquera Moreno cantó el 20 de julio en el Malecón de Quibdó y por esos días todos quisieron saber de ella. Salió a relucir, entonces, que fue elegida a través de una convocatoria en Twitter; que les ganó a Kelcy, Shiralee, Yajaira y Lorleyvis, finalistas que también soñaron con cantar al lado de Juanes; y que hacía parte de Afrikantes, un proyecto chocoano de reggae y dancehall. Pero casi nadie habló de lo que fue y de lo que quiere ser, de sus sueños personales y de lo que espera en la música.

Tanya, que tomó prestado el Makú del sobrenombre que lleva desde los doce años su mamá Margarita, creció entre Quibdó, Bogotá y Medellín. De Quibdó se acuerda de las vacaciones en las que se sorprendía por la musicalidad y la facilidad de improvisación de la gente de su tierra, que se hacía acompañar del redoblante, el bombo y el clarinete. Eran días en los que dejaba a un lado sus estudios y los amigos de los colegios Simón Rodríguez y Colombo Sueco de Bogotá, para reunirse con sus primos músicos del Chocó, esa familia con la que descubrió en su propia voz sus ‘rasgos afro’, como define su tradición de raza negra.

Y es que ella es toda música. Ni siquiera se contradice al estudiar Traducción en la Escuela de Idiomas de la Universidad de Antioquia, en Medellín. Porque la traducción surgió desde la música misma. En su casa siempre se oyeron ritmos de todo el mundo. Sus padres le llenaron los oídos de acordes de Aretha Franklin, Mariah Carey y Stevie Wonder…, “de música viejita”, como le suena a Tanya a sus 27 años. Eran canciones como “Music Box”, de la Carey; “I Just Call to Say I Love You”, de Stevie Wonder, que aprendió muy pequeña... Letras en inglés que de niña lograba reproducir fonéticamente, sin conocer realmente lo que decían. Por eso decidió estudiar idiomas, para volverlos música. Y también porque sabe que la cultura se descubre a través de lo que dicen las canciones.

De los cantantes colombianos admira a Andrea Echeverri y los Aterciopelados, a Andrés Cepeda y, por supuesto, a Juanes, el antioqueño, el de la tierra en la que ha vivido en los últimos seis años, el que la eligió entre 76 cantantes nacidas en Quibdó para interpretar “Fotografía” con él el día de la celebración de los 200 años de Independencia.

Su encuentro se gestó cuando Mauricio Mosquera, uno de los tres hermanos de Tanya, le avisó de la convocatoria por Twitter. De una vez y sin pensarlo, a través del primer diario de noticias de Quibdó en internet, Territoriochocoano.com, Tanya envió un video casero en el que, acompañada con la guitarra de Wilmar Quevedo, cantaba “Fotografía” lentamente, a ritmo de son. Así, con sencillez, logró captar la atención de Juanes y sólo un par de semanas después recibió una llamada en su celular: “¿Por ahí está la niña que canta?”, preguntó Juanes. Entonces Tanya supo que era la elegida. Sin embargo, no gritó, ni saltó. “Soy tranquila y no hago bulla de las cosas”, dice, y asegura que siempre anda con los pies en la tierra.

Y así, bien parada, quiere grabar un disco como solista el año que viene. Su estilo, según ella misma, es una variación de géneros tan disímiles como los alabaos de su tierra, el jazz, el blues y el hip hop. “Espero que mi disco sea una producción variada: como si tuviera un lado A más étnico y un lado B que vaya hacia el mundo”.

Aunque antes de hacerse visible gracias a Juanes Tanya veía sus metas muy lejanas, hoy sigue despacio, trabajando con Afrikantes, el grupo con el que lleva cinco años cantando dance hall, hip hop, reggae, y hasta algo de ópera en vivo. “No me quedaré esperando a que Juanes haga algo por mí, aunque le dije que me voy a convertir en su dolor de cabeza para que me apoye”, dice. Mientras tanto sigue escribiendo, ‘maquetiando’ sus cosas, hasta que él regrese de su gira del “Yerbatero”.

Por ahora se le puede ver en Youtube cantando “Desde el Caribe”, la única canción que ha logrado grabar profesionalmente con su amor y compañero de música, Andrés King Lyon, una tonada que le habla a la vida, al amor, a la cotidianidad, al Chocó… //Son y rumba queremos cantar, un grito de esperanza que no se puede apagar//.

Fuente:
El Espectador, 30 de agosto de 2010.
GrupoSofos
Correoelectrónico:gruposofos@gmail.com



lunes, 1 de octubre de 2018

Te invita a soñar con Dilma: La cantante Chocoana estará con nosotros este sábado 6 de octubre.





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El Grupo Sofos tiene el gusto
de invitarle a la conversación:

Dilma Mosquera
El sueño de Dilma, el sueño de todas

El tema de la próxima sesión es “El sueño de Dilma, el sueño de todas”, a cargo de Dilma Mosquera, licenciada en Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia y coordinadora del Ballet Folklórico Afrocolombiano del Pacífico (Bafoap). Formó parte del grupo “Explosión Negra” durante más de seis años. Luego de un proceso de maduración por medio de múltiples experiencias, emprendió el proyecto musical “Sound Raíces” como solista desde 2017, usando como base y enfoque principal la música tradicional del Pacífico colombiano junto a elementos musicales contemporáneos, adquiridos en los diferentes recorridos y experiencias en los años anteriores.
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Entrada libre
Lugar:            Casa Museo Otraparte / Carrera 43A n.º 27A Sur - 11 / Envigado
Fecha:             Octubre 6 de 2018
Hora:              2:30 p. m.

Ver formulario de evaluación de la conferencia:
Escuchar transmisión en vivo:

Para participación y realizar preguntas en línea, favor comunicarse
a nuestra línea 448 24 04 o a nuestro correo:
gruposofos@gmail.com

Para obtener información adicional puede comunicarse con nosotros al correo electrónico gruposofos@gmail.com. En nuestro blog http://gruposofos.blogspot.com podrá consultar la programación, la metodología de trabajo y la presentación del grupo. O puede también comunicarse con la Casa Museo Otraparte: Teléfono: 448 24 04 - Correo electrónico: otraparte@otraparte.org - Sitio web: www.otraparte.org.

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Lectura preliminar
El Pacífico y el matriarcado

Las redes silentes

ARCADIA le pidió a una escritora del Pacífico que describiera lo que representa la mujer en su cultura. Allí, dice ella, tiene un liderazgo particular, pero a la vez es territorio de guerra.

Por Yijhan Rentería *

La guía, la sanadora, la maestra, la sabia, la dadora de vida. La mujer del Pacífico es una y mil. Lleva sobre sus hombros el devenir de una región sobrerrepresentada y silenciada por la inacción estatal y una guerra que, como en ningún otro territorio, se disputa sobre el cuerpo femenino y lo ha convertido en su botín. Ante las caídas se levanta siempre para seguir sosteniendo lo que tanto se ha esforzado por construir y escasamente le es reconocido.

La vida de cada mujer de esta región está necesariamente cruzada por la influencia de otras mujeres de su familia estricta y la extensa (esa que también ellas mantienen unida). Es femenina la red que asegura las mejores oportunidades en medio de condiciones tan adversas que están marcadas por un machismo que se respira en el aire. No se trata de una fuerza menor. Miles de mujeres hacen el trabajo rudo en la cotidianidad y sus simplezas: parir a los hijos y criarlos, relacionarlos con los parientes, cohesionar a la familia, tomar las decisiones determinantes, aprobar y mantener en pie las uniones de sus hijos adultos, transmitir los saberes tradicionales. Esas habilidades se pulen al calor del intercambio entre mujeres, gracias al consejo oportuno y a la experiencia de esas otras que son una.

Criar a los hijos sin la compañía y el apoyo del padre es una de las principales batallas que deben librar, y también una de sus principales victorias, pues a pesar de todo los educan. Lo hacen siempre juntas. Todas son tías de los hijos de las otras; dan posada, apoyo y sermón; resuelven conflictos, curan mal de amores y remiendan espíritus quebrantados. Todo porque se tienen; tienen estas redes silentes para soportarse entre ellas, más allá de los clichés de moda que acaban dando un nombre a todo.

Casi ninguna habla de la tan gastada sororidad, pero se apoyan en lo esencial, en lo del alma. Lideran sus vidas, y eso ya es mucho. El escenario cotidiano no agota sus capacidades. Son decididas y tenaces en sus trabajos, aunque los laureles no sean para sus cabezas. Muchas trabajan sin pausa dándoles forma a empresas e instituciones, en ocasiones a la sombra de jefes a quienes incluso escriben los libretos para sus reuniones importantes.

Es afortunado el hecho de que esto ocurra cada vez menos y hoy podamos ver a tantas mujeres jalonando procesos políticos para autorreconocerse y empoderarse. A diferencia de nuestras madres y abuelas, que se congregaron para elegir a un hombre como dirigente, nuestra generación ha podido verlas ocupando cargos de elección popular en los últimos quince años. Las hemos admirado por su desempeño al frente de la institucionalidad. Ahora lideran sus propias iniciativas de emprendimiento, mientras reivindican el valor de sus saberes ancestrales.

Y es que en varias tradiciones de nuestra cultura la mujer tiene todavía un rol determinante. Es ella la figura que domina los rituales de nacimiento, salud y muerte. Madres, abuelas y tías preparan a la embarazada para su alumbramiento, acompañan o asisten el nacimiento, moldean el cuerpo del bebé con untos, sobijos y oraciones, lo protegen contra las malas energías y lo sanan cuando enferma. Cuando alguien muere la figura de la cantora se erige en medio del dolor de la pérdida, ella se funde con otras mujeres en un canto responsorial estremecedor con el que dan los adioses al difunto. El alabao es un espacio de poder femenino que se reinventa para atender la necesidad de las mujeres de ser escuchadas. Hoy, como nunca antes, componen rimas en protesta ante las injusticias y las cantan con dejos de alabaos que van tejiendo la memoria de los pueblos. Cada 2 de mayo, por ejemplo, son mujeres las que entonan composiciones propias para recordar la masacre de Bojayá, las que piden justicia y otorgan perdones. En esta región, el equilibrio mismo de la vida descansa en las manos de las mujeres.

Hasta aquí parece un cuento de hadas, la configuración de lo perfecto en el curso de la historia y un avance sin tacha hacia una sociedad más justa. Sin embargo, las condiciones adversas existen y hacen peso muerto. La exclusión, la invisibilización de los logros en todas las esferas, la guerra, la injusta guerra de este país, se ha peleado en los cuerpos de la mujer del Pacífico colombiano como en ningún otro territorio. Miles han sido violentadas de innumerables formas y viven el terror en su propia piel. Aun así miran la vida con una gratitud soberbia. ¿Acaso se puede hacer algo más que ir hacia adelante cuando lo que se deja atrás es tan doloroso?

Esas mujeres que mantienen a su pueblo en pie son las mismas que han hecho maletas cuantas veces lo ha impuesto el tropel de la guerra y rearman sus vidas junto a sus familias. Las que se van viudas o acompañadas a rehacerlo todo, las que acunaron antes para llorar a los muertos luego, las que no se pueden dar el lujo de romperse porque su cuerpo haya sido sexualmente violentado, pues si ellas paran se para el mundo que conocen, un mundo donde siempre se mantiene la esperanza feliz de quien no sabe que lucha en contra de las probabilidades. Cada día, y en muchos casos sin saberlo, lidian con el peso de ser colombianas, del Pacífico, pobres, negras y mujeres. Tantos márgenes que parece que han entrado al juego con el marcador definido.

Según los resultados de la “Encuesta de prevalencia de violencia sexual en contra de las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano 2010-2015”, realizada por el movimiento Ruta Pacífica por las Mujeres, son las mujeres pobres, negras y jóvenes las más afectadas por la violencia sexual en el marco del conflicto armado, tres características para tomar en serio.

Las mujeres de la Costa Pacífica han experimentado la brutalidad indecible de los ilegales, de la fuerza pública y del Estado, que por tanta ausencia dejó de ser garante para convertirse en contraventor de derechos. Ellas han padecido la violencia sexual utilizada como arma por todos los actores. La sufrieron en silencio por tantos años que, cuando la promesa de la paz parece tan cercana, encuentran en la palabra el modo de expulsar tanto dolor invisible. Se cuentan a sí mismas todos sus tormentos porque, a pesar de lo adverso, no conocen de determinismos y se muestran resueltas a hacerse valer, a recomponerse, a sacudirse el polvo y caminar sendas nuevas.

Aunque el conflicto como lo conocemos parecería ser cosa del pasado, las nuevas formas de violencia organizada en bandas criminales, grupos y combos han aprendido bien la lección: violar a las mujeres es una conducta que se enquistó en nuestra sociedad. Los casos de violencia sexual contra las mujeres asociada al crimen organizado son abrumadores, pero contra las mismas víctimas los hemos venido naturalizando. La violación que seis hombres cometieron a una mujer en Quibdó hace poco menos de un año mostró el estupor, pero sembró profundas reflexiones en toda la comunidad, no solo por la brutalidad del acto sino por la entereza de la víctima que depuso su dolor. Frente a las cámaras contó lo que le ocurrió y fue vehemente: “No quiero que a más nadie le pase”.

Cuando leo los informes de tantas organizaciones o escucho los testimonios sanadores de las víctimas, afloran mis propios temores e inevitablemente regreso a mis viajes de hace pocos años por varias regiones del Pacífico. Recuerdo las caras recias, la dulzura y el poder encarnado en tantas mujeres que cohesionaban la vida de sus comunidades y las defendían con una determinación de bordes suaves, propia de quien sabe que debe mantenerse vivo porque seguramente hará falta si se va. Ellas no ocultaban su miedo, ese mismo que sentía yo y que encaraba desde el puerto seguro de una metamorfosis: dejaba los aretes, vestía pantalones y camisas sueltas, me peinaba poco, cancelaba el maquillaje y lucía tan asexuada como me fuera posible. Dejaba de izar la bandera de “lo femenino” para aminorar el peligro. Lo justificaba con el poco tiempo para arreglarme cuando me concentraba en el trabajo de campo.

En estos andares por territorios dominados por paramilitares en el Chocó y ríos sujetos al accionar guerrillero en otros rincones del Pacífico, mi único miedo siempre fue ser mujer. Cualquier hombre podía ser “uno de ellos”. Siempre temí en aquel tiempo tener que escuchar lo que otras tantas mujeres escucharon por estas tierras: “Quiero a esta”, “Me dijeron que la llevara”, “Mi jefe quiere verla”. Ninguna mujer debería sentir eso.

Para mi fortuna, siempre fueron otras mujeres las que me resguardaron, desde las niñas que me sugerían con la vaguedad de las palabras (“Mejor se mete por otro lado”, “No pase frente a la casa de...”, “No hable con...”, “Ese camino es maluco”), hasta las mujeres casi ancianas que guardaban ese tipo de silencio en que nos encontramos unas con otras y podemos entendernos solo con mirarnos.
Aun con todo el horror y la barbarie a la que han sobrevivido, y a pesar de las estadísticas, las mujeres del Pacífico siguen reafirmándose en los espacios que les han pertenecido: siguen ejerciendo la partería y se organizan para mantener viva esta práctica; siguen siendo madres y matriarcas incansables; siguen viviendo y dignificando el campo, siendo maestras, cantoras de la vida; siguen siendo cocineras en sus fogones de siempre, con sus sabores intactos y avanzando en la conquista de otros muchos espacios que les eran restringidos: se reconocen desde su herencia ancestral africana, participan del debate público, gobiernan sus cuerpos y los reafirman con cada gesto, emprenden a riesgo de fracaso, materializan esos sueños que parecieron descabellados a tantos, son las voces de organizaciones, entidades e instituciones, y consiguen con cada paso ser reconocidas como grandes mujeres que se posicionan donde quieran y no forzosamente detrás de algún gran hombre.

Hoy, más que nunca, el Pacífico está lleno de mujeres que lo comprenden y potencia en su particularidad, que dimensionan su riqueza y se rearman ellas mismas tras el daño, entre otras cosas porque se saben importantes y necesarias como nunca antes, siempre juntas, siempre catapultándose unas a otras. Desde semejante escenario, el futuro es promesa de mejores circunstancias en este territorio, y cobran sentido todas esas cosas que hoy se dicen tan fácil: soy porque somos, nos tenemos, nos queremos vivas.

* Escritora chocoana y profesora universitaria.

Fuente:
Revista Arcadia, n.º 154, 24 de julio de 2018.

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