Ciclo
2025
¿Cómo afrontar la
distopía que nos acecha?
Los conflictos actuales que nos
llevan al abismo del Homus stupidus
Pedro Juan González
27 de septiembre de 2025
Imagen tomada de El Espectador
«Cuando el poder pierde los estribos, lo
épico termina por resultar patético».
Irene Vallejo
«Patologías del poder»
* * *
El Grupo Sofos tiene el gusto
de
invitarle a la conversación:
Los conflictos actuales
que nos
llevan al abismo del Homus stupidus
Con la participación de:
Pedro
Juan González Carvajal
es ingeniero de sistemas de la Universidad Eafit, magíster en Ciencia Política
y doctor en Filosofía de la Universidad de Antioquia. Se ha desempeñado como
catedrático, tratadista y escritor, y ha ocupado cargos de alta responsabilidad
como rector de la Corporación Universitaria Lasallista y de la Corporación
Universitaria Remington, presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de
Medellín para Antioquia, director del Plan Estratégico de Antioquia (PLANEA),
coordinador de Gestión de Expedición Antioquia 2013, gerente de la Beneficencia
de Antioquia y secretario de Hacienda de Medellín. Entre sus libros destacan Atlas
geoestratégico de Antioquia (PLANEA, 2005), El factor geopolítico en las
relaciones internacionales frente a los procesos de globalización e
integración: un replanteamiento (PLANEA, 2006) y Colombia: una mirada
desde la óptica geopolítica (Gobernación de Antioquia, 2007).
* * *
Entrada libre
Lugar:
Casa Museo Otraparte
Fecha: 27 de septiembre de 2025
Hora: 3:00 p.m.
Ver transmisión en vivo:
Youtube.com/CasaMuseoOtraparte
* * *
Lectura suelta
Playlist para el apocalipsis
Por Federico
Díaz Granados
La
historia de la humanidad ha sido un eterno relato sobre las guerras. Grandes
poemas épicos dieron cuenta de aquellas confrontaciones y los motivos humanos
que llevaron a movilizar naciones para defender o para expandir la cultura, la
identidad o el territorio. Así llegamos al siglo xxi viendo las guerras en vivo y en directo por televisión
como si se tratara de un videojuego.
Haber
sido niño y adolescente en la Colombia de los años ochenta y comienzos de los
noventa fue haber perdido la inocencia y la mirada limpia por cuenta de las
noticias diarias que daban cuenta de los múltiples conflictos nacionales y de
ser testigos de varios magnicidios, masacres y bombazos del narcotráfico. Sin
embargo, creo, mi primera guerra global fue la Operación Tormenta del Desierto
en Irak. Si bien recuerdo con alguna nitidez las noticias de la Guerra de las
Malvinas, las guerras de guerrillas en Centroamérica, los grafitis bogotanos
sobre la avenida Caracas que decían «Fuera Rusos de Afganistán» y la permanente
ofensiva de Sendero Luminoso en Perú, aquel 17 de enero de 1991 marcó un antes
y un después para mi generación: vimos por primera vez una guerra en vivo y en
directo y la lluvia de misiles que llegaba vía satélite a nuestros televisores
parecía juegos de bengalas en cualquier noche de celebración del año nuevo.
Algo no solo se rompía para siempre en nuestra sensibilidad, sino que anunciaba
lo que sería el fin de siglo y comienzo de milenio respecto a la mirada humana
de los diferentes conflictos. Desde entonces no hemos dejado de presenciar el
triste espectáculo de las guerras, las posguerras, los acuerdos y nuevas
guerras. Cuando cayeron las Torres Gemelas muchos dijeron que directa o
indirectamente todo aquel apocalipsis de comienzos de milenio no era otra que
una consecuencia, entre tantas cosas, de aquel videojuego de 1991.
Han
pasado en un parpadeo veinticinco años del siglo xxi y poco o nada ha cambiado la humanidad que cada vez es
menos solidaria y compasiva. Unos cuantos regresamos al arte y la poesía como
una suerte de trinchera mientras otros escuchan aquellas canciones que se han
convertido en una banda sonora del mundo en tiempos de muerte e incertidumbre
porque cuando todo arde siempre habrá una canción o una melodía que permitan
soñar con un mundo mejor.
En
aquellas noches de enero de 1991 sonaban en las emisoras canciones para la paz.
Y tres décadas después siguen siendo esas mismas canciones las que suenan ahora
en los diferentes podcasts y playlists. Hay unas fijas que no fallan en esos
listados tanto de ayer como de hoy: Imagine y Give Peace a Chance
de John Lennon, One Love y Redemption Song de Bob Marley, Heal
The World de Michael Jackson, We Want Peace de Lenny Kravitz, Peace
on Earth de U2, Peace Train de Cat Stevens, What a Wonderful
World de Louis Armstrong y, por supuesto, ese himno generacional que es We
Are The World. De igual forma, al listado de unas clásicas en español como Solo
le pido a Dios de León Gieco, Color esperanza de Diego Torres y Una
canción para la paz de José Luis Perales se suman otras como Cita con ángeles
de Silvio Rodríguez y Para la guerra nada, de Marta Gómez, entre tantas
otras que se han convertido en consignas imborrables en tantas jornadas en
favor de la paz y en contra de la guerra.
En
medio de este campo de escombros que parece el mundo, recuerdo unos versos de
Wislawa Szymborska: «Después de cada guerra/alguien tiene que limpiar» y pienso
en todas aquellas ciudades reducidas al polvo y los cielos llenos de zumbidos
de drones que sustituyen el canto de los pájaros mientras tantas madres buscan
a sus hijos entre los restos de un edificio bombardeado. «Quién dijo que todo
está perdido/ yo vengo a ofrecer mi corazón», nos dice Fito Páez en una de sus
más bellas canciones. ¿Cómo una denuncia y un testimonio puede convertirse en
poema o plegaria? Allí están las canciones que no pudieron evitar las
invasiones ni los disparos pero que dejaron pequeñas y grandes justificaciones
de por qué vale la pena estar vivo y creer en el amor y en las cosas sencillas
que proporcionan la felicidad.
Cada
canción es un pacto con la vida en medio de la muerte, es un pacto de
permanencia en un mundo efímero y bajo constante amenaza. Tal vez por eso
seguimos cantando What a Wonderful World en medio de la locura colectiva.
Louis Armstrong, con su voz ronca, nos recuerda que los árboles verdes, los
cielos azules y los niños creciendo todavía tienen cabida en este mundo herido.
Es la posibilidad de contemplar la belleza cuando todo se desploma.
El
poeta palestino Mahmud Darwish, quizás uno de los más grandes poetas
contemporáneos, nos dice en un conmovedor poema que:
La tierra se estrecha para nosotros. Nos hacina
en el último pasaje y nos despojamos de nuestros miembros para pasar.
La tierra nos exprime. ¡Ah, si fuéramos su trigo
para morir y renacer! ¡Ah, si fuera nuestra madre para apiadarse de nosotros!
¡Ah, si fuéramos imágenes de rocas que nuestro sueño portara cual espejos!
Hemos visto los rostros de los que matará el último de nosotros en la última
defensa del alma.
Hemos llorado el cumpleaños de sus hijos. Y hemos
visto los rostros de los que arrojarán a nuestros hijos por las ventanas de
este último espacio. Espejos que pulirá nuestra estrella.
¿Adónde iremos después de las últimas fronteras?
¿Dónde volarán los pájaros después del último cielo? ¿Dónde dormirán las
plantas después del último aire? Escribiremos nuestros nombres con vapor teñido
de carmesí, cortaremos la mano al canto para que lo complete nuestra carne.
Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje. Aquí o
ahí... nuestra sangre plantará sus olivos.
El
mundo parece cada vez más enloquecido y la tierra, de la que nos habla Darwish,
se nos estrecha cada vez más ahora con nuevas guerras y con mapas redibujándose
con la tinta de la sangre y de las lágrimas de niños que deben jugar a las
escondidas de verdad porque deben encerrarse y desaparecer de los radares y de
los estruendos.
Y «quién
dijo que todo está perdido» en estos tiempos en que las fronteras son
cicatrices mal cerradas y que nunca curaron. Alguien pone en este instante una
canción y nos emocionamos al escuchar What a Wonderful World. La banda
sonora del mundo será siempre una banda sonora para tiempos de paz, para
naciones desarmadas. La música recoge los fragmentos de lo que somos y
seguiremos siendo. La poeta norteamericana Rita Dove escribió un conmovedor
libro, Canciones para el apocalipsis, una suerte de playlist para
estos tiempos absurdos. Para la guerra nada, como dice nuestra gran
Marta Gómez, porque una canción puede ser todo lo que necesitamos para no
quebrarnos y no olvidar que somos humanos, muy humanos en una Tierra que,
gracias a las canciones y la poesía, no es estrecha, sino ancha e infinita.
Fuente:
https://cambiocolombia.com/puntos-de-vista/playlist-para-el-apocalipsis
Grupo
Sofos
Correo electrónico: gruposofos@gmail.com
Blog: https://gruposofos.blogspot.com/
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