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Entrada libre
Lugar:
Casa Museo Otraparte
Fecha: 20 de abril de 2024
Hora: 3:00 p.m.
Ver transmisión en vivo:
Youtube.com/CasaMuseoOtraparte
Otraparte.org/agenda-cultural/sofos/20240420-sofos/
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Lectura suelta
Benditos monstruos
Por Irene Vallejo Moreu
El miedo nos asfixia, nos ciega, ofusca y
paraliza la mente. A primera vista, resulta inexplicable nuestro apetito por
las historias de terror. Nace de un deseo contradictorio: ante el umbral de una
temida y excitante revelación, nos estremecemos de curiosidad y turbación.
Cuando nos asusta una película, nos tapamos los ojos, pero abrimos rendijas
entre los dedos para espiar lo espeluznante. Deseamos conocer lo secreto y a la
vez intuimos el peligro. En el temblor de los cuentos late la sombra del
monstruo.
Dos mujeres fueron pioneras de la novela
de terror moderna: la española María de Zayas y la inglesa Mary Shelley, que
hibridó oscuros relatos góticos del pasado con la naciente ciencia ficción. De
forma fulgurante, lo siniestro irrumpió en la amansada realidad cotidiana,
territorio familiar para las escritoras, excluidas durante siglos de la vida
pública, centinelas del hogar, de sus rutinas y ruinas. Quizá por eso fue
durante décadas un género tachado de infantil y menospreciado. Cuando Mary
inventó a su criatura más famosa en 1816, ya infringía los códigos de su época
al vivir con el poeta Percy B. Shelley y tener hijos sin casarse. Los
prejuicios sociales afectaron las ventas del libro y la autora fue condenada al
ostracismo. Como afirma su biógrafa Charlotte Gordon: «A principios del siglo xix, las mujeres artistas eran
monstruosas por definición».
La mirada de Mary Shelley hacia su
protagonista es siempre compasiva. Aunque popularmente lo llamamos
Frankenstein, en la novela carece de nombre propio, más allá de demonio,
miserable o desgraciado. Rechazado por su creador, Víctor Frankenstein representa
la orfandad y el anhelo de compañía, en un eco de la infancia solitaria de la
propia escritora. Huyendo del laboratorio de Ingolstadt donde despertó a la
vida, encuentra cobijo en el cobertizo de una granja. A fuerza de observar a
escondidas a los habitantes de la casa, aprende a hablar, leer y escribir.
Aunque conoce la carne, elige ser vegetariano. Lector ávido, devora libros de
Plutarco y Goethe. Se vuelve culto, sagaz y sensible, pero también consciente
del espanto que provoca su aspecto. La parte más conmovedora de la novela
relata cómo la sociedad defrauda al monstruo. Al verlo, todos se horrorizan y
lo expulsan a golpes. Incluso cuando salva la vida a una niña, el padre dispara
contra él. Sus intentos por aproximarse a los seres humanos terminan de forma
violenta y cruel.
En la película Frankenstein,
clásico dirigido por James Whale, una multitud enfurecida, empuñando antorchas
y ansiedades, tortura al desgraciado en el bosque. Conscientemente, la
sobrecogedora escena evoca los linchamientos de negros en Estados Unidos.
Whale, abiertamente homosexual en aquellos años treinta, se identificó no con
la horda de furiosos ciudadanos sino con la víctima, injustamente atacada por
ser extraña e insólita. En El espíritu de la colmena, del maestro Víctor
Erice, otra niña descubre que el auténtico peligro procede de esos adultos de
mirada inclemente, no del monstruo acorralado.
La palabra «monstruo» comparte raíz con el
latín monstrare, «señalar con el dedo», ese índice apuntado hacia lo
diferente, hacia aquello que invade nuestros arraigados mapas de la realidad.
Por tanto, es el dedo que apunta y rechaza el que crea al monstruo. En cambio,
«normal» proviene de norma, el nombre latino de la escuadra, un
instrumento de carpintería destinado a fabricar objetos en serie, todos
iguales. El ser imaginado por Mary Shelley encarna lo contrario: pieles cosidas
y órganos entretejidos, un cuerpo múltiple que nacía a una nueva vida.
La literatura de terror alude a una
pulsión humana muy primitiva, ancestral, común a todos los individuos: el temor
al distinto. En palabras de H. P. Lovecraft: «La emoción más antigua y más
intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los
miedos es el miedo a lo desconocido». Todavía nos resulta difícil convivir
alegremente con la diferencia, reconocer su belleza y fortaleza, su variedad
fabulosa y festiva. Los presuntos monstruos nos invitan a inventar otras reglas
de juego: no es casualidad que diversión provenga de diversidad.
Fuente:
El Espectador, sábado 28 de octubre de 2023.
https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/ivallejo/benditos-monstruos/
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