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El Grupo Sofos tiene el gusto
de invitarle a la conversación:
Lección inaugural
El pasado en presencias
Conversaremos con:
La cofradía que inició en 2004 una larga
conversación para compartir asombro y conocimiento, el embrión de lo que hoy es
el Grupo Sofos. Entre los invitados tendremos a Adolfo Martínez, Álvaro Botero,
Carlos Posada, Frank Bedoya, Gloria Castaño, Héctor Pizarro, Janeth Restrepo,
Jorge Botero, Roberto Sarasti, William Román y Yolima García, entre otros.
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Entrada libre
Lugar:
Casa Museo Otraparte
Fecha: 24 de febrero de 2024
Hora: 3:00 p.m.
Ver transmisión en vivo:
Youtube.com/CasaMuseoOtraparte
Otraparte.org/agenda-cultural/sofos/20240224-sofos/
(Ver la lectura preliminar en la siguiente
página)
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Lectura suelta
El Zaratustra de Nietzsche
para los suramericanos
«A vosotros los
audaces buscadores e indagadores, y a quienquiera
que alguna vez se haya lanzado con astutas velas a mares terribles…».
«¡Oh, hombre! ¡Presta
atención!
¿Qué dice la profunda medianoche?
«Yo dormía, dormía,
De un profundo soñar me he despertado:
El mundo es profundo,
Y más profundo de lo que el día ha pensado.
Profundo es su dolor.
El placer es aún más profundo que el sufrimiento:
El dolor dice: ¡Pasa!
Mas todo placer quiere eternidad,
¡Quiere profunda, profunda eternidad!».
Así habló Zaratustra
Por Frank David Bedoya M.
Hoy hablaré sobre lo que me dice un filósofo. Y sobre lo que considero
deberíamos pensar los suramericanos. Un filósofo a quien le gustaban las
máscaras: la de Dioniso, la de Zaratustra, tal vez la de un bufón o la de un
poeta. Finalmente él, Nietzsche, un discípulo del filósofo Dioniso.
No se trata aquí de una verdad única, ni de un fundamentalismo, ni mucho
menos de un dogma racional. Se trata de una posibilidad, de una multiplicidad
de caminos, de un pensamiento inagotado que deja ramificaciones y
bifurcaciones. Una provocación para el pensar y el crear.
Es necesaria esta aclaración porque en Suramérica han prevalecido los
discursos dogmáticos y totalitarios; el de los sacerdotes con su fe de
mendicidad, el de los militares con sus soluciones violentas, el de los
abogados herederos de Santander con sus leyes manipuladas, el de los
pseudopolíticos que gobiernan con su doble moral y últimamente el de los
economistas nuevos portadores de la «verdad». Y porque hemos escuchado muy poco
a la filosofía. Además porque desconocemos nuestra historia, subvaloramos la misión
de nuestros educadores, ignoramos el ejercicio verdadero de la política y
carecemos bastante de creaciones filosóficas, salvo algunos casos excepcionales
como Fernando González y Estanislao Zuleta.
Prestemos atención a esta provocación filosófica, una entre muchas otras
posibilidades. De la filosofía de Nietzsche, su Zaratustra.
Así habló Zaratustra es el libro más célebre y
controvertido de toda la obra nietzscheana. «Un libro para todos y para nadie»,
así lo denominó. Nietzsche se sirvió de la figura semilegendaria de Zoroastro,
profeta persa del siglo vi a. C.
porque éste, al igual que todos los profetas, habló de moral, pero al final de
sus días reconoció que esto era un error. Por eso Nietzsche, el gran
inmoralista, colocó en voz de Zaratustra su mayor ataque contra la cultura
moralista occidental. Pero no sólo un ataque y una negación, después de la
destrucción, la mayor afirmación de la existencia y voluntad de creación
posible. En toda la obra un espíritu dionisiaco, aquel que enfrenta la vida con
todo lo que ella implica, con sus cosas buenas y malas. La vida como potencia
en todas sus manifestaciones, como voluntad de creación constante.
Este libro es además una innovación y un rompimiento total con los
sistemas tradicionales de la filosofía, especialmente con los racionalistas que
estaban ignorando los aspectos sensuales, simbólicos y estéticos del hombre. En
una trama de elementos narrativos, conceptuales y líricos, Nietzsche
desarrollará los cuatro temas que integran su legado: la muerte de Dios, el
superhombre, la voluntad de poder, y el enigma del eterno retorno.
A estos cuatro temas quiero referirme, con el ánimo de pensarlos como
posibilidad de reflexión y acción en torno a nuestras necesidades. En ningún
momento quiero realizar una simplificación de tan complejo pensamiento. Por el
contrario, con esta disertación quiero provocar e invitar a Suramérica al
acercamiento de esta filosofía.
La muerte de Dios
Aquí no se trata de discutir la cuestión inútil de si Dios existe o no.
No es esto una discusión acalorada entre un creyente hombre de fe religiosa y
un vulgar ateo que por superfluo decidió engañarse y pretender no creer en
nada.
La muerte de Dios en Nietzsche significa un gran acontecimiento en
Occidente, la muerte de una verdad impuesta por siglos de relaciones de poder
en torno al cristianismo. No se trata de decir «Dios no existe», sino «Dios ha
muerto». Nietzsche ya había anunciado esta muerte en su texto La gaya ciencia,
aforismo 125. Pasaje fundamental de su obra y que es necesario transcribir a
continuación.
«El loco. ¿No habéis oído hablar de
aquel loco que, con una linterna encendida, en la claridad del mediodía, iba
corriendo por la plaza y gritaba: “busco a Dios”? Y ¿que precisamente arrancó
una gran carcajada de los que allí estaban reunidos y no creían en Dios? ¿Es
que se ha perdido?, decía uno. ¿Se ha extraviado como un niño?, decía otro, o
¿es que se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Ha emigrado?, así gritaban
riendo unos con otros. El loco saltó en medio de ellos y los taladró con sus
miradas. ¿Adónde se ha ido? —exclamó—, voy a decíroslo. Lo hemos matado
nosotros. Vosotros y yo. Todos somos sus asesinos, pero ¿cómo hemos hecho esto?
¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado una esponja capaz de
borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho para desprender esta tierra del sol?
¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros, apartándonos de
todos los soles? ¿No nos precipitamos continuamente?, ¿hacia atrás, adelante, a
un lado y a todas partes? ¿Existe todavía para nosotros un arriba y un abajo?,
¿no vamos errantes como a través de una nada infinita?, ¿no nos absorbe el
espacio vacío?, ¿no hace más frío? ¿No viene la noche para siempre más y más
noche? ¿No se han de encender linternas al medio día? ¿No oímos todavía nada
del rumor de los enterradores que han enterrado a Dios?, ¿no olemos todavía
nada de la corrupción divina? También los dioses se corrompen. ¡Dios ha muerto!
¡Dios está muerto! y ¡nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podemos consolarnos los
asesinos de todos los asesinos? Lo más santo y lo más poderoso que el mundo
poseía hasta ahora se ha desangrado bajo nuestros cuchillos —¿quién puede
limpiarnos esta sangre?, ¿qué fiestas expiatorias o que juegos sagrados
deberíamos inventar?—. ¿No es demasiado grande para nosotros la grandeza de
este hecho?, ¿no deberemos convertirnos en dioses nosotros mismos sólo para
aparecer dignos de ello? No hubo nunca hecho más grande —y cuando nazcan
después de nosotros pertenecerán a una historia superior a toda la historia
precedente a causa de este hecho».
Han pasado muchos acontecimientos en la historia del hombre que
anunciaban este asesinato: el Renacimiento, las reformas, las revoluciones y
finalmente el advenimiento de la razón; existían muchos que hacían parte de la
negación y asesinato de este Dios, no creían en él, pero no se percataban de
las implicaciones de este acontecimiento. Simplemente el hombre occidental
llenó el vacío de Dios con la razón, con la ciencia, con el Estado y con muchas
otras creencias; incluso hoy, con la economía que dicta los nuevos mandamientos
sobre la faz de la tierra. Nietzsche en su Zaratustra denunció las
implicaciones de tal acontecimiento y anunció las nuevas posibilidades para el
hombre liberado de tal Dios.
En el Zaratustra todas las valoraciones que adquieren este viejo
y agonizante Dios están representadas en su archienemigo: el espíritu de la
pesadez y todas las connotaciones con respecto al tema de la muerte de Dios son
el ataque a este espíritu.
En un primer momento su ataque es contra los despreciadores del cuerpo,
aquellos que representaban todas las concepciones occidentales que negaron el
cuerpo, que lo satanizaron y lo convirtieron en la mayor representación del
pecado. Aquí hay una denuncia en contra de las relaciones de poder que
dominaron a los hombres, a partir de su condición más humana: sus sentidos.
«A los despreciadores del cuerpo quiero
decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan
sólo decir adiós a su propio cuerpo —y así enmudecer».
Igualmente contra la tradición judeocristiana, que con sus promesas del
más allá hicieron un buen infierno, pero en el más acá.
«O la «vida eterna»: para mí es lo
mismo ¡con tal de que se marchen pronto a ella!».
Luego su denuncia es contra un nuevo ídolo: el Estado.
«Los vencedores del viejo Dios os
habéis fatigado en la lucha y ahora vuestra fatiga continúa prestando culto al
nuevo ídolo».
Esta es una gran crítica a la modernidad. Para Nietzsche, con el
advenimiento del Estado moderno, se estaba produciendo la mayor decadencia de
la cultura; ya veía él, en el Estado alemán, orgulloso por sus victorias
militares, junto con su vieja fe, el olvido, la decadencia y la manipulación de
las manifestaciones culturales de los pueblos. Luego anunciará lo que
presenciaríamos los hombres del siglo xx,
las guerras imperialistas en nombre de los Estados.
Desnudará también a los que se proclamaban virtuosos, quitándoles dicho
disfraz de virtud para evidenciar luego las ansias tiránicas que escondían.
«Hay quienes consideran virtud al decir
la virtud es necesaria, pero en el fondo creen únicamente que la policía es
necesaria».
Al leer esto recuerdo inmediatamente a George Bush y a Álvaro Uribe
Vélez.
Continúa diciendo:
«Virtud es para ellos lo que vuelve
modesto y manso: con ello han convertido al lobo en perro, y al hombre mismo en
el mejor animal doméstico del hombre».
No es necesario profundizar mucho, la fórmula en cuestión es simple y se
adapta a cualquier orden, ya sea el de la Iglesia, el de la monarquía o el del
Estado moderno, esos poderes dicen: «Obedezca y no piense, menos aún vaya a
cuestionar la verdad que se le está imponiendo». Contra toda esa pesadez es la
que quiere acabar Nietzsche, para liberar a los hombres que aún siguen
sometidos a totalitarismos y fundamentalismos.
El superhombre
Uno de los legados más mal interpretados de la obra de Nietzsche, es su
idea del superhombre. En ningún momento se refería a una especie de Superman,
como vulgarmente se ha interpretado.
El superhombre de Nietzsche se aleja profundamente de cualquier idea de
fuerza bruta o de superpoderes. Una de las principales causas de esta mal
intencionada interpretación fue su hermana Elizabeth Nietzsche, quien durante
la euforia (otros dirán locura) de Nietzsche, y después de su muerte, manipuló,
mutiló y acomodó a su antojo la obra de su hermano, para sus intereses
políticos y antisemitas. Ella misma recibiría más tarde a Adolfo Hitler en el
Archivo Nietzsche. Y de allí se desprendió la absurda idea de que la filosofía
de Nietzsche sirvió de base teórica para las ideas del nazismo, tesis que
fácilmente se pueden refutar con una lectura atenta de la obra del filósofo,
quien en repetidas ocasiones expresó su náusea contra todo intento de
nacionalismo alemán y una ferviente crítica contra el antisemitismo.
«El superhombre es una meta. El hombre
que se supera a sí mismo. El hombre creador. el hombre sin Dios, que tiene que
convertirse en un Dios mismo, dueño de su voluntad y artífice de su destino… Yo
os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis
hecho para superarlo? El superhombre es el sentido de la tierra. Vuestro
espíritu y vuestra virtud sirvan al sentido de la tierra, hermanos míos: ¡y el
valor de todas las cosas sea establecido de nuevo por vosotros! ¡Por eso debéis
ser luchadores! ¡Por eso debéis ser creadores!».
Todos estos llamados surgen de una necesidad, para que el hombre deje de
obedecer ciegamente y deje de ser un ente pasivo resignado a las condiciones de
su vida. ¿Qué tanto nos hace falta una conciencia psicológica de este tipo en
Suramérica? Necesitamos espíritus libres, luchadores insaciables, seres
auténticos y proposititos, creadores en todo el sentido de la palabra. Como estos
espíritus libres sólo recuerdo uno: Simón Bolívar, la primera conciencia de
libertad en Suramérica.
En Suramérica aún no somos libres, la supuesta idea de libertad
neoliberal, con su individualismo, son por el contrario nuestras peores cadenas
y signos de miseria. No sólo deberíamos conocer esta propuesta nietzscheana…,
muchas más búsquedas deberíamos emprender para dar una nueva significación de
la libertad humana. ¿Cuándo vamos a encontrar nuestra autenticidad, tal cual
como lo reclamaba Fernando González?
La voluntad de poder
Esta idea en Nietzsche es la que reclama la mayor afirmación de la vida.
Gilles Deleuze afirmó que en la filosofía de Nietzsche se encontraban
caracterizados dos tipos: el reactivo y el activo. El reactivo es esa mala
conciencia y negatividad frente a la vida, llena de resentimientos y
culpabilidades; mientras que el activo, por el contrario, es el tipo afirmador,
que enfrenta la vida con todos sus problemas, misterios y tragedias, siempre
con vigorosidad y con una sonrisa. Este tipo activo es el que dice sí a la
vida, el que danza con ella. La voluntad de poder es pues este ser activo, que
puede y quiere. La voluntad de poder no sólo como fuerza, sino como selección,
elección y valoración. La voluntad puede, pero la voluntad de poder quiere.
Todo lo anterior tanto para la vida, como para el conocimiento.
«Valerosos, despreocupados, irónicos,
violentos —así nos quiere la sabiduría: es una mujer y ama siempre únicamente a
un guerrero. Vuestra razón, vuestra imagen, vuestra voluntad, vuestro amor
deben devenir ese mundo. Y, en verdad, para vuestra bienaventuranza, hombres
del conocimiento. Sólo donde hay vida hay también voluntad: pero no voluntad de
vida, sino voluntad de poder… ¿Dónde hay belleza? Allí donde yo tengo que
querer con toda mi voluntad; allí donde yo quiero amar y hundirme en mi ocaso,
para que la imagen no se quede sólo en imagen. Amar y hundirse en su ocaso:
estas cosas van juntas desde la eternidad. Voluntad de amor: esto es aceptar de
buen grado incluso la muerte».
El eterno retorno
El mayor enigma que nos trae el Zaratustra es el eterno retorno
de lo idéntico. En nuestra racionalidad occidental ha prevalecido la idea de un
devenir, de un camino con un comienzo y un fin. Sea desde la religión: con un
comienzo, en la creación de los siete días, para luego acabar en un juicio
final, Génesis y Apocalipsis. O desde la tradición racionalista donde se ubica
un origen del universo y un final que no tenemos claro pero que esperamos —ya
se sabe que se está buscando un lugar en Marte, porque este planeta ya nos lo
acabamos—.
En las dos concepciones, un devenir y un destino histórico.
Filosóficamente, la dialéctica hegeliana ,que sostiene que el mundo tiene un
espíritu, un destino preestablecido y un futuro de progreso, basado en la
razón.
Nietzsche irrumpe con toda esta tradición y vuelve a reflexionar sobre
la idea circular del tiempo. El eterno retorno de lo idéntico, ya pensado por
Heráclito el filósofo griego. El Zaratustra lo anuncia en estos
términos:
«Mira ese portón…, tiene dos caras. Dos caminos convergen aquí: nadie
los ha recorrido hasta su final. Esa larga calle hacia atrás: dura una
eternidad. Y esa larga calle hacia adelante es otra eternidad. Se contraponen
esos caminos; chocan derechamente de cabeza y aquí, en ese portón, es donde
convergen. El nombre de ese portón está escrito arriba: instante».
Nietzsche se ubica en el instante, atrás de éste hay una eternidad, el
origen es imposible de establecer; adelante, otra eternidad, nadie la podrá
recorrer totalmente. Como fenómeno físico sólo tenemos el instante, una
sucesión de presente que se da eternamente.
El eterno retorno es precisamente un enigma, porque para nosotros, que
tenemos incrustada una racionalidad occidental del devenir, historias
universales y destinos, es casi imposible y atormentador creer que la vida
simplemente es un eterno retorno de lo idéntico.
Esta idea atormentó al propio Zaratustra, era su carga pesada. Lo que sí
podemos comprender es la propuesta ética y filosófica explícita en esta idea.
Ya antes Nietzsche había pensado en el instante como una fórmula para la
felicidad.
«Quien no sepa fijarse en el umbral del
instante, olvidando todo el pasado…, no sabrá jamás qué es la felicidad».
La afirmación del instante es la fuerza vital que siempre permanece, la
posibilidad de volver a comenzar. En este eterno retorno de lo idéntico, la
vida sigue sin cansancio alguno.
«Todo va, todo vuelve; eternamente
rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre
el año del ser. Todo se rompe, todo se recompone; eternamente se construye a sí
misma la misma casa del ser. Todo se despide, todo vuelve a saludarse;
eternamente permanece fiel a sí el anillo del ser. En cada instante comienza el
ser; en torno a todo “aquí” gira la esfera “allá”. El centro está en todas
partes, curvo es el sendero de la eternidad. Todas las cosas retornan
eternamente y nosotros mismos con ellas, y que nosotros hemos existido ya
infinitas veces y todas las cosas en nosotros. Ahora muero y desaparezco,
diríais, y dentro de un instante seré nada. Las almas son tan mortales como los
cuerpos. Pero el nudo de las causas en el cual yo estoy entrelazado, retorna,
¡él me creará de nuevo! Yo mismo formo parte de las causas del eterno retorno».
En fin, la propuesta del Zaratustra se puede encontrar en uno de
sus primeros discursos, el de las tres transformaciones:
«Tres transformaciones del espíritu os
menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el
león, por fin, en niño… Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga
el espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga,
así corre él a su desierto».
Recordemos todo lo que Zaratustra atacó y pidió con la muerte de Dios.
«Pero en lo más solitario del desierto
tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu,
quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor en su
propio desierto».
Recordemos el llamado de Zaratustra para que llegara el superhombre, el
dueño de su voluntad, la voluntad de poder, una voluntad leonina.
«Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es
capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el
león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y
olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un
primer movimiento, un santo decir sí».
Recordemos el mensaje de Zaratustra, el eterno retorno de la vida como
la inocencia de un niño, una afirmación y una creación constante de la vida.
«Un nuevo comienzo, un juego, una rueda
que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí».
Esto he encontrado en el Zaratustra de Nietzsche. Hay muchas cosas más,
por supuesto, yo sólo he compartido mi lectura, queriendo incitar otras. Lo que
encuentren allí, depende de cada uno, por eso es «un libro para todos y para
nadie».
Ahora, no pensemos que estamos frente a otro libro sagrado, el cual hay
que recitar. No. Como en todo buen libro, hay que disfrutarlo, comprenderlo y
alejarse de él. El propio Zaratustra hizo la advertencia:
«¡Alejaos de mí y guardaos de
Zaratustra! Y aun mejor: ¡avergonzaos de él! Tal vez os ha engañado… Se
recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo… No os habíais
buscado aún a vosotros… Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco
toda fe».
Mas adelante también nos dirá Nietzsche:
«Yo no soy un hombre, soy dinamita —y a
pesar de todo esto, nada hay en mí de fundador de una religión: las religiones
son asuntos de la plebe. Yo siento la necesidad de lavarme las manos después de
haber estado en contacto con personas religiosas; no quiero “creyentes”, pienso
que soy demasiado maligno para creer en mí mismo, no hablo jamás a las masas…,
no quiero ser un santo, antes prefiero ser un bufón».
A mí este bufón me enseñó con sus canciones del baile que la sabiduría
es nuestro sentido de la existencia. Que ella es la más parecida a la vida y
que siempre ésta debe estar en función de la vida misma.
Con este discípulo del filósofo Dioniso caí en la cuenta de que nuestra
vida puede ser algo distinto al servilismo y al consumismo; que nuestras
categorías y clases sociales son simples formas creadas por la sociedad, un
juego que nos inventamos los hombres; y que más allá de todo eso está el más
acá, que es nuestro propio mundo, lleno de delicias y placer que quiere devenir
eternidad. Todo esto con nuestra condición humana, que es una búsqueda por la
libertad.
Pero, atención:
No es poner la vida para la libertad —por eso es que tenemos
neoliberalismo, seguridad democrática, individuos tristes, neuróticos y
consumistas, entre muchas cosas más—.
Insisto: no es poner la vida para la libertad; por el contrario, la
cuestión es:
¿Cómo logramos ser espíritus libres para vivir?
Nota:
Este ensayo fue leído en el marco de la
inauguración de la «Escuela Zaratustra» el 6 de marzo de 2004 en la Casa Museo
Otraparte de la ciudad de Envigado. Aunque mi concepción de la filosofía de
Nietzsche sigue en constante elaboración, evolución y agitación —como sólo
puede ser con él—, no quise cambiar nada de este texto, dado que si quisiera
precisar algunas cuestiones terminaría escribiendo otra ponencia. Y no es que
hoy, veinte años después, me arrepienta de lo dicho en ese entonces; por el
contrario, lo publico porque quiero celebrar el punto de partida de una lectura
que no he terminado y que probablemente nunca terminaré.
Bibliografía
NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra. Madrid, Alianza
Editorial, 1997.
Fuente:
https://sites.google.com/site/bolivarynietzsche/el-zaratustra-de-nietzsche-para-los-suramericanos
Se reproduce con la autorización expresa del
autor.
Grupo
Sofos
Correo electrónico: gruposofos@gmail.com
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