Ana Cristina
Restrepo Jiménez
(Medellín, 1970) es licenciada en Periodismo, especialista en Periodismo Urbano
y magíster en Estudios Humanísticos. Ha publicado los libros Página en
blanco (Sílaba Editores, 2012), El Hereje: Carlos Gaviria (Editorial
Planeta, 2020) y Autorretrato, una alegoría al periodismo: antología de
columnas (Sílaba Editores, 2022). En 2015 obtuvo el Premio Nacional de
Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Entrevista Escrita por el reportaje
«Carlos Gaviria Díaz: pensamiento, palabra, obra y omisión», publicado en la Revista
Universidad de Antioquia, y en 2020 el Premio del Círculo de Periodistas de
Bogotá en la categoría Mejor Columna por «Los muertos de agua», publicada en El
Colombiano. Actualmente forma parte del equipo de panelistas de la emisora Blu
Radio y es columnista de El Espectador y la revista Cambio.
* * *
Entrada libre
Lugar:
Casa Museo Otraparte
Fecha: 30 de septiembre de 2023
Hora: 3:00 p.m.
Ver transmisión en vivo:
Youtube.com/CasaMuseoOtraparte
Otraparte.org/agenda-cultural/sofos/20230930-sofos/
* * *
Lecturas sueltas
Todas nosotras
Por Sara Jaramillo Klinkert
Lo que más me impresionó cuando conocí a
mi profesor de filosofía no fue el hecho de que tartamudeara, ni mucho menos la
irritación que exhibió en la primera clase. Recuerdo que, en un momento dado y
sin ninguna causa externa que lo exaltara, pegó un grito, golpeó la mesa con el
puño y se quedó hiperventilando por unos segundos en los que mis compañeros y
yo alcanzamos a pensar que iba a desplomarse. Pero insisto: eso no fue lo más
impresionante. A mí, de verdad, lo que me impactó fue que, un hombre
heterosexual como él, hablara siempre en femenino inclusivo. Decía, por
ejemplo: «Si todas nosotras estamos de acuerdo hacemos tal cosa». O: «Si todas
nosotras queremos hacemos tal otra». Más tarde me enteré de dos datos clave que
me permitieron entender su comportamiento. El primero era que estaba dejando de
fumar y el síndrome de abstinencia lo tenía tan irritable que no se soportaba
ni a sí mismo. El segundo era que jamás hablaba en masculino cuando la mayoría
de sus alumnas eran mujeres.
No les miento si les digo que, clase tras
clase, esa insistencia con el femenino inclusivo, al principio, me sonaba
extraña. Estudié en uno de esos absurdos colegios sólo de mujeres, pero el día
en que iba algún sacerdote siempre hablaba en masculino sin que a absolutamente
a ninguna de nosotras le pareciera extraño. Decía: «Todos nosotros alabemos al
señor» aunque éramos dos mil mujeres y un solo hombre, bueno, y el otro al que
había supuestamente que adorar. ¿Era justo invisibilizar dos mil identidades
femeninas solamente para que los dos señores (uno de dudosa existencia) se
sintieran a gusto? ¿Por qué las mujeres estamos obligadas a identificarnos con
el masculino y los hombres no con el femenino?
Lo anormal no es que se hable en
masculino, lo anormal es que las mujeres estemos tan acostumbradas que no nos
importe. Cuando adquirí consciencia de que el idioma es tan solo otra arma con
la cual se ha invisibilizado a las mujeres, descubrí algo aún más anormal y es
que, sabiéndolo, no me atrevo a cambiar mi propia forma de hablar. Acabo de
terminar un curso en donde tuve catorce alumnas mujeres y un solo hombre.
Fantaseé todo el tiempo con hablar en femenino y nunca me atreví por puro miedo
a que ese único alumno se sintiera incómodo y excluido. ¿Por qué yo tengo miedo
de ser excluyente? ¿Y por qué los hombres nunca tienen ese miedo? Estoy segura
de que, salvo mi profesor de filosofía, casi ninguno ha reflexionado al
respecto.
Otro ejemplo. Hace poco mandé a marcar una
taza para regalarle a mis amigas escritoras. Dice: «Por favor no moleste a la
escritora, ella podría incluirlo en su novela y matarlo». Resulta que por esos
días un amigo muy querido publicó un libro y quise regalarle la taza, pero no
me atreví porque el mensaje estaba en femenino. Ahora pensemos al revés: si el
mensaje estuviera en masculino, yo habría recibido feliz esa taza sin
cuestionar nada.
No sé cuál es la solución porque, la
verdad, me irrita mucho el todas, todos y todes. Mientras tanto, voy a intentar
hablar en femenino solamente para que los hombres se hagan el favor de entender
la cuestión que planteo.
Fuente:
Periódico El Colombiano, domingo 16 de julio de 2023. Se reproduce
con el permiso expreso de la autora.
*
* *
Censuras edificantes
Por Pascual Gaviria
En 1955, el gobierno de Laureano Gómez
creó la Junta Nacional de Censura para unificar los criterios que dirigían el
uso del veto o la tijera a las películas proyectadas en los cines del país.
Cuatro de los diez miembros eran nombrados por el Cardenal Arzobispo Primado de
Colombia. La censura llevaba quince años en manos de juntas municipales y
departamentales. El cine se había convertido en el más importante espectáculo
público —en la Medellín de 1953, más de cuatro millones de personas desfilaron
por los 32 teatros de la ciudad— y los riesgos eran inmensos cuando se apagaba
la luz. Hasta los médicos armaban sus películas. Un estudio de la Academia de
Medicina de Medellín en 1945 habla de los efectos somáticos del cine en niños y
adolescentes y llegaba a una conclusión para el género de terror: además de
llevar a los jóvenes a sus «tendencias inferiores», el cine sin vigilancia
aceleraba el desarrollo del «sistema gonadal». Los cine clubes fueron el
instrumento para revelarse contra las juntas de censura y en su momento fueron
denunciados como el telón de fondo de todas las perversidades.
Esas historias de hace ochenta años se
leen hoy como ciencia ficción, casi con la nostalgia del cine como un ejercicio
obsceno. Pero la censura siempre vuelve, disfrazada de gestos de inclusión o de
protección frente a una ideología que quiere destruir un mundo bien
establecido. Varias noticias del primer semestre de 2023 parecen sacadas de la
prensa apolillada o de los sermones mal envejecidos.
Hace dos meses The Telegraph
publicó un extenso estudio revisando las últimas ediciones de Roald Dahl, uno
de los autores de literatura juvenil más leídos de todos los tiempos. Desde la
solapa se supo lo que pasaría al interior. La advertencia era clara y dulce:
«Este libro se escribió hace muchos años, por lo que revisamos regularmente el
lenguaje para asegurarnos de que todos puedan seguir disfrutándolo hoy». Las
alusiones a la apariencia física, a la salud mental, a la raza o el género
tienen cientos de cambios en cada libro. Se trata, entonces, de una versión con
todos los filtros de la corrección política.
Ridícula y ofensiva hasta el punto de
cambiar una mención a Rudyard Kipling para sentar en su lugar a Jane Austen. El
juego con Dahl que comenzó en 2020 se le llama «lecturas de sensibilidad». Una
de las encargadas de la poda a Dahl es la fundación Inclusive Minds, que se
describe como un «colectivo de personas apasionadas por la inclusión». Incluir
a los lectores excluyendo a los personajes.
Pero los retoques son solo una faceta de
la nueva censura. Muchas escuelas de Estados Unidos han visto florecer los
clubes de lectura. Se trata de jóvenes que luchan para leer lo que quieran y no
lo que les permiten. Al estilo de los cine clubes de los cincuenta. Las juntas
de padres de familia se han convertido en tiranías en muchos estados y ordenan
sacar libros de colegios y bibliotecas públicas. El último informe de PEN
America, una ONG que rastrea la censura literaria, habla de 2.500 libros
prohibidos en 5.000 escuelas de 32 estados. Lo que significa que cuatro
millones de estudiantes han perdido la posibilidad de leer según su gusto e
intereses. Los libros con protagonistas homosexuales o negros encabezan la
lista de descabezados. Una ley aprobada en marzo en la Cámara de Representantes
les entregaría mayores poderes de veto sobre los libros a los padres de
familia.
En medio de esa oleada de censura era
imposible que no apareciera la referencia a Fahrenheit 451. Adam Tritt,
un poeta y activista de la Florida, creó la Fundación 451 que se encarga de
distribuir los libros prohibidos en sitios públicos. Ahora es acusado de
pedófilo por intentar apagar el incendio del puritanismo y las guerras
partidistas.
Fuente:
Periódico El Espectador, martes 25 de abril de 2023.
Grupo
Sofos
Correo electrónico: gruposofos@gmail.com
Blog: https://gruposofos.blogspot.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario