Sergio Restrepo
Jaramillo (Envigado,
1976) tiene estudios de Ingeniería Mecánica, Comunicación Social y Gastronomía.
Perteneció, entre otros, a los colectivos Paz de Mentes y Redepaz, y en 1999 participó
en la creación del centro cultural Stultifera Navis («La Nave de los Locos») en
el barrio Mesa de Envigado, proyecto que dirigió hasta septiembre de 2005. Es
miembro fundador de la Corporación Otraparte, fue director del Teatro Pablo
Tobón en la ciudad de Medellín y actualmente ejerce su labor cultural en
Comfama.
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Entrada libre
Lugar:
Casa Museo Otraparte
Fecha: 26 de octubre de 2024
Hora: 3:00 p.m.
Otraparte.org/agenda-cultural/sofos/20241026-sofos/
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Lecturas sueltas
¿Eliminar a los otros para ser
felices?
Por Yolanda Ruiz
La apuesta más extendida en el debate
público está hoy en crear y promover la sensación de caos, de desastre total y
no futuro. Y siempre todo es culpa de «el otro», «los otros», los enemigos. El
miedo, el odio, la rabia son emociones que traen buenos dividendos en la
política y en las métricas de redes y medios. Cuando se promete esperanza, se
ofrece como la promesa de salir del infierno creado por «los otros». La razón
no gana y los algoritmos que hoy rigen nuestras vidas premian las batallas, las
emociones fuertes y castigan las razones y los intentos de conciliación y
entendimiento. Aun así, cuánta necesidad tenemos de argumentos, razones y
esperanza.
Hablo de Colombia y también del mundo
porque esto es una tendencia planetaria que viene creando el ambiente propicio
para alimentar guerras, nacionalismos, xenofobia, liderazgos agresivos,
discriminación de todo tipo. Esos problemas han existido siempre y no nacieron
en la era de la hiperconexión, pero se han exacerbado al punto de que ya no se
cree en los hechos, se cree en los memes y las tendencias y sobre ellos se
toman decisiones que impactan a las sociedades. Hoy la percepción pesa más que
la realidad.
En esa nueva «realidad» creada sobre
muchas ficciones, en donde hacer un buen espectáculo es lo que cuenta, es fácil
profundizar las divisiones, los muros, las exclusiones. Se trata de hablar de «ellos»
(siempre malos, culpables, cuestionables, bandidos) y «nosotros» (los elegidos,
los portadores de la verdad, los inocentes). Dividir el mundo entre buenos y
malos es un primer paso para poder creer que tenemos el derecho de borrar a
esos «otros». Eso va desde la censura hasta las guerras de exterminio y los genocidios.
Dependiendo de quién lo diga, «los otros»
son los de color distinto, los que tienen un dios diferente, los migrantes, los
de izquierda o los de derecha, los ateos o los creyentes, los pobres o los
ricos, el Estado o los privados. Según la lógica de ese pensamiento excluyente,
en «los otros» está el origen de nuestros males y acabar con ellos, excluirlos
o minimizarlos es la manera de llegar al paraíso perdido. Eliminar a «los otros»
para ser felices. Según esa lógica hay solamente una manera de pensar y si alguien
se sale de la norma se vale silenciar, censurar o matar. Lo mismo pensaban en
los tiempos de la Inquisición.
En este mundo de posiciones extremas y de
catástrofes anunciadas, cada vez hay menos espacio para debatir argumentos,
para dejarse convencer por ellos y transformar la mente con ideas frescas. Lo
que más se busca es confirmar las creencias, reafirmar los prejuicios y acabar
con las dudas que han sido y serán siempre el motor de los nuevos
conocimientos, de la ciencia, de las transformaciones, de la creación. El que
duda, busca más; el que duda, piensa más; el que duda, aprende más. Sin
embargo, hoy cuesta dudar. No hay tiempo para pensar, para entender ni
reflexionar. No expresar certezas, no tomar partido, no sentar posición sobre
lo divino y lo humano, sobre lo que se sabe y lo que no se sabe, parece ser una
grave infracción en tiempos de redes instantáneas. No hay espacio para los no
creyentes o para los que pueden ser agnósticos frente a las distintas
religiones o fanatismos que hoy batallan en medio de la infodemia.
Estoy muy convencida de que se vale decir
no sé y dudar de las «verdades» que se venden con brillantes técnicas de
mercadeo en los videos reales, trucados o falsos que circulan en las redes. Se
vale creer que la realidad es diversa y compleja. Se vale argumentar en vez de
insultar, se vale buscar signos de esperanza en medio de la incertidumbre, se
vale apostar por lo que nos queda de humanidad. Por eso hago votos para que
algún líder nos ofrezca una esperanza para todos, sin revancha, sin que «la
utopía» de unos implique borrar a «los otros» del mapa. ¿Habrá alguien que
pueda ofrecer esa esperanza?
Fuente:
El Espectador, 2 de mayo de 2024.
https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/yolanda-ruiz/eliminar-a-los-otros-para-ser-felices/
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Las noticias en los aparatos de
todos los bolsillos
Por Arturo Guerrero
El mundo cabe en un bolsillo. Y en el
bolsillo bulle un aparatico que contiene el presente. Este presente ya no se mide
en días como antes, cuando los periódicos de papel despertaban a la gente con
el golpe de ojo de la realidad real. Tampoco se calcula en horas, como cuando
los noticieros de radio y televisión aturdían la modorra general a horas
exactas.
Hoy la vida va al galope de un caballo sin
jinete. No solo porque el internet y las redes trituraron los relojes, sino
porque las fuentes de las noticias se multiplicaron al infinito. Se descuida
uno y han estallado tres nuevas guerras en África y Asia. Las contiendas
deportivas se han dividido y subdividido en copas, recopas y recontracopas. ¡Ay
de quien no esté al día, al segundo, en cada detalle del bullicio universal!
Más le valdría no llegar a la reunión o al almuerzo, pues va a ser objeto de
burlas, lo mirarán poco menos que como a un extraterrestre. Ser ciudadano cabal
equivale a tener varias patrias simultáneas y todos los husos horarios.
Más se demora una persona en sonar para un
puesto público que en ser destituido por adelantado, debido a la más reciente
pesquisa sobre su mala vida pasada. Los magistrados judiciales han de madrugar
a elegir al dignatario del día, pues la presión de la multitud no les permitirá
sosiego.
Cada paso emprendido en la maraña de la
administración estatal provocará instantáneas reacciones furibundas de quienes
se sienten humillados y ofendidos. Para estar en estas jugadas, todos han de
mantenerse al corriente del último estallido de la actualidad.
Así, estar informado al instante equivale
a investirse de inmunidad y de capacidad de ataque. Las noticias han copado el
tiempo de la sociedad y lo han investido de urgencia y fugacidad, como nunca
antes sucedió en la historia. El hombre informado es el ser desbordado.
Consumir novedades se ha convertido en
deporte, pasión y necesidad. Todo es apremiante, todo es escandaloso, todo se
necesita para vivir en sociedad. El papel que antes cumplían los sabios lo
desempeñan ahora los chismosos. La intriga creció como un incendio en el
páramo.
El molde en que se entregan hoy las
noticias es el de la polarización. Como no queda tiempo para pensar ni
analizar, cada hecho o decisión pública entra en los cerebros de acuerdo con la
valoración preestablecida por los perjuicios, las militancias y los
sectarismos. De esta manera se mantiene exacerbada la pasión que llevará a las
guerras del futuro.
Los infinitos canales por donde circulan
las informaciones están copados por los distintos protagonistas del poder.
Antiguamente los empresarios se ocupaban del dinero, hoy han comprado los
medios de comunicación a las familias que los fundaron en siglos pasados. No
importa que les representen gastos, que no agreguen dineros a sus negocios. Los
han adquirido porque otearon el enorme poder que da el control de los cerebros.
Ellos saben lo que vale estar incrustados
en los aparaticos de todos los bolsillos.
Fuente:
El Espectador, 14 de marzo de 2024.
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