martes, 16 de abril de 2024

 





Laura Arango Alegría es psicóloga de la Universidad Católica Luis Amigó con experiencia en el análisis, diagnóstico y acompañamiento de casos clínicos individuales y grupales; formulación y ejecución de proyectos y talleres; y promotoría en salud mental e intervención a niños, niñas y adolescentes desde el marco normativo, contextual y participativo. Asimismo, es activista en la ciudad de Medellín y en diversos escenarios de participación juvenil a escala territorial y nacional.

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Entrada libre

Lugar: Casa Museo Otraparte
Fecha: 20 de abril de 2024
Hora: 3:00 p.m.

Ver transmisión en vivo:

Youtube.com/CasaMuseoOtraparte

Otraparte.org/agenda-cultural/sofos/20240420-sofos/

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Lectura suelta

Benditos monstruos

Por Irene Vallejo Moreu

El miedo nos asfixia, nos ciega, ofusca y paraliza la mente. A primera vista, resulta inexplicable nuestro apetito por las historias de terror. Nace de un deseo contradictorio: ante el umbral de una temida y excitante revelación, nos estremecemos de curiosidad y turbación. Cuando nos asusta una película, nos tapamos los ojos, pero abrimos rendijas entre los dedos para espiar lo espeluznante. Deseamos conocer lo secreto y a la vez intuimos el peligro. En el temblor de los cuentos late la sombra del monstruo.

Dos mujeres fueron pioneras de la novela de terror moderna: la española María de Zayas y la inglesa Mary Shelley, que hibridó oscuros relatos góticos del pasado con la naciente ciencia ficción. De forma fulgurante, lo siniestro irrumpió en la amansada realidad cotidiana, territorio familiar para las escritoras, excluidas durante siglos de la vida pública, centinelas del hogar, de sus rutinas y ruinas. Quizá por eso fue durante décadas un género tachado de infantil y menospreciado. Cuando Mary inventó a su criatura más famosa en 1816, ya infringía los códigos de su época al vivir con el poeta Percy B. Shelley y tener hijos sin casarse. Los prejuicios sociales afectaron las ventas del libro y la autora fue condenada al ostracismo. Como afirma su biógrafa Charlotte Gordon: «A principios del siglo xix, las mujeres artistas eran monstruosas por definición».

La mirada de Mary Shelley hacia su protagonista es siempre compasiva. Aunque popularmente lo llamamos Frankenstein, en la novela carece de nombre propio, más allá de demonio, miserable o desgraciado. Rechazado por su creador, Víctor Frankenstein representa la orfandad y el anhelo de compañía, en un eco de la infancia solitaria de la propia escritora. Huyendo del laboratorio de Ingolstadt donde despertó a la vida, encuentra cobijo en el cobertizo de una granja. A fuerza de observar a escondidas a los habitantes de la casa, aprende a hablar, leer y escribir. Aunque conoce la carne, elige ser vegetariano. Lector ávido, devora libros de Plutarco y Goethe. Se vuelve culto, sagaz y sensible, pero también consciente del espanto que provoca su aspecto. La parte más conmovedora de la novela relata cómo la sociedad defrauda al monstruo. Al verlo, todos se horrorizan y lo expulsan a golpes. Incluso cuando salva la vida a una niña, el padre dispara contra él. Sus intentos por aproximarse a los seres humanos terminan de forma violenta y cruel.

En la película Frankenstein, clásico dirigido por James Whale, una multitud enfurecida, empuñando antorchas y ansiedades, tortura al desgraciado en el bosque. Conscientemente, la sobrecogedora escena evoca los linchamientos de negros en Estados Unidos. Whale, abiertamente homosexual en aquellos años treinta, se identificó no con la horda de furiosos ciudadanos sino con la víctima, injustamente atacada por ser extraña e insólita. En El espíritu de la colmena, del maestro Víctor Erice, otra niña descubre que el auténtico peligro procede de esos adultos de mirada inclemente, no del monstruo acorralado.

La palabra «monstruo» comparte raíz con el latín monstrare, «señalar con el dedo», ese índice apuntado hacia lo diferente, hacia aquello que invade nuestros arraigados mapas de la realidad. Por tanto, es el dedo que apunta y rechaza el que crea al monstruo. En cambio, «normal» proviene de norma, el nombre latino de la escuadra, un instrumento de carpintería destinado a fabricar objetos en serie, todos iguales. El ser imaginado por Mary Shelley encarna lo contrario: pieles cosidas y órganos entretejidos, un cuerpo múltiple que nacía a una nueva vida.

La literatura de terror alude a una pulsión humana muy primitiva, ancestral, común a todos los individuos: el temor al distinto. En palabras de H. P. Lovecraft: «La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido». Todavía nos resulta difícil convivir alegremente con la diferencia, reconocer su belleza y fortaleza, su variedad fabulosa y festiva. Los presuntos monstruos nos invitan a inventar otras reglas de juego: no es casualidad que diversión provenga de diversidad.

Fuente:

El Espectador, sábado 28 de octubre de 2023.

https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/ivallejo/benditos-monstruos/

Grupo Sofos
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martes, 9 de abril de 2024

 

Queridos seguidores de Sofos:

 

Por inconvenientes presentados a nuestra invitada, en el encuentro que estaba programado para el 27, queda reprogramada para este 20 de Abril de 2024 con ella misma. Una semana antes.

La próxima semana enviaremos la invitación respectiva.

Muchas gracias por su comprensión y los esperamos.

 

Estas son las PROXIMAS conversaciones que tenemos confirmadas;

 

SOFOS - CICLO DE CONFERENCIAS 2024

Seminario Problemas Colombianos Contemporáneos

¿Qué piensa la Mujer Colombiana?

A propósito de los 20 años de Sofos.


 

Te esperamos con los brazos abiertos.

 

Grupo Sofos.

Abril 2024


lunes, 11 de marzo de 2024

Te invita este 16 de Marzo a Pensar, sentir y hacer comunidad poéticamente

 


María Camila Zuluaga Taborda forma parte de una escuela donde se aprende especialmente confianza. En sus propias palabras: «Creo en todas las manifestaciones de la vida, aprendo a ser una planta tan noble como la cidra o las flores cosmos. Trabajo con niñas y niños y mujeres, el río es mi lugar seguro y suelo cantarles a los gallinazos. Me sembré en un territorio para que el territorio me siembre a mí. Sigo escribiendo poesía y de la prensa apenas guardo la urgencia de decir la palabra justa».

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Entrada libre

Lugar: Casa Museo Otraparte
Fecha: 16 de marzo de 2024
Hora: 3:00 p.m.

Ver transmisión en vivo:

Youtube.com/CasaMuseoOtraparte

Otraparte.org/agenda-cultural/sofos/20240316-sofos/

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Lecturas sueltas

Educar

~ Gabriel Celaya ~

Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.

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«He aceptado para la poesía el homenaje que aquí se le rinde, y tengo prisa por restituírselo. La poesía no recibe honores a menudo. Pareciera que la disociación entre la obra poética y la actividad de una sociedad sometida a las servidumbres materiales fuera en aumento. Apartamiento aceptado, pero no perseguido por el poeta, y que existiría también para el sabio si no mediasen las aplicaciones prácticas de la ciencia.

Pero ya se trate del sabio o del poeta, lo que aquí pretende honrarse es el pensamiento desinteresado. Que aquí, por lo menos, no sean ya considerados como hermanos enemigos. Pues ambos plantean idéntica interrogante al borde de un común abismo; y sólo los modos de investigación difieren.

Cuando consideramos el drama de la ciencia moderna que descubre sus límites racionales hasta en lo absoluto matemático; cuando vemos, en la física, que dos grandes doctrinas fundamentales plantean, una, un principio general de relatividad, otra, un principio “cuántico” de incertidumbre y de indeterminismo que limitaría para siempre la exactitud misma de las medidas físicas; cuando hemos oído que el más grande innovador científico de este siglo, iniciador de la cosmología moderna y garante de la más vasta síntesis intelectual en términos de ecuaciones, invocaba la intuición para que socorriese a lo racional y proclamaba que “la imaginación es el verdadero terreno de la germinación científica”, y hasta reclamaba para el científico de los beneficios de una verdadera “visión artística”, ¿no tenemos derecho a considerar que el instrumento poético es tan legítimo como el instrumento lógico?

En verdad, toda creación del espíritu es, ante todo, “poética”, en el sentido propio de la palabra. Y en la equivalencia de las formas sensibles y espirituales, inicialmente se ejerce una misma función para la empresa del sabio y para la del poeta. Entre el pensamiento discursivo y la elipse poética ¿cuál de las dos va o viene de más lejos? Y de esa noche original en que andan a tientas dos ciegos de nacimiento, el uno guiado con el instrumento científico, el otro asistido solamente por las fulguraciones de la intuición. ¿Cuál es el que sale a flote más pronto y más cargado de breve fosforescencia? Poco importa la respuesta. El misterio es común. La gran aventura del espíritu poético no es inferior en nada a las grandes entradas dramáticas de la ciencia moderna. Algunos astrónomos han podido perder el juicio ante la teoría de un universo en expansión: no hay menos expansión en el infinito moral del hombre: ese universo. Por lejos que la ciencia haga retroceder sus fronteras, en toda la extensión del arco de esas fronteras se oirá correr todavía la jauría cazadora del poeta. Pues si la poesía no es, como se ha dicho, “lo real absoluto”, es por cierto la codicia más cercana y la más cercana aprehensión en ese límite extremo de complicidad en que lo real en el poema parece informarse a sí mismo.

Por el pensamiento analógico y simbólico, por la iluminación lejana de la imagen mediadora y por el juego de sus correspondencias, en miles de cadenas de reacciones y de asociaciones extrañas, merced, finalmente, a un lenguaje al que se trasmite el movimiento mismo del ser, el poeta se inviste de una superrealidad que no puede ser la de la ciencia. ¿Puede existir en el hombre una dialéctica más sobrecogedora y que comprometa más al hombre? Cuando los filósofos mismos abandonan el umbral metafísico, acude al poeta para relevar al metafísico; y es entonces la poesía, no la filosofía, la que se revela como la verdadera “hija del asombro”, según la expresión del filósofo antiguo para quien la poesía fue asaz sospechosa.

Pero más que modo de conocimiento, la poesía es, ante todo, un modo de vida, y de vida integral. El poeta existía en el hombre de las cavernas; existirá en el hombre de las edades atómicas; porque es parte irreductible del hombre. De la exigencia poética, que es exigencia espiritual, han nacido las religiones mismas, y por la gracia poética la chispa de lo divino vive para siempre en el sílex humano. Cuando las mitologías se desmoronan, lo divino encuentra en la poesía su refugio; aun tal vez su relevo. Y hasta en el orden social y en lo inmediatamente humano, cuando las Portadoras de pan del antiguo cortejo dan paso a las Portadoras de antorchas, en la imaginación poética se enciende todavía la alta pasión de los pueblos en busca de claridad.

¡Altivez del hombre en marcha bajo su carga de eternidad! Altivez del hombre en marcha bajo su carga de humanidad cuando para él se abre un nuevo humanismo—, de universalidad real y de integridad psíquica… Fiel a su oficio, que es el profundizar el misterio mismo del hombre, la poesía moderna se interna en una empresa cuya finalidad es perseguir la plena integración del hombre. No hay nada pítico (sonido del oráculo) en esta poesía. Tampoco nada puramente estético. No es arte de embalsamador ni de decorador. No cría perlas de cultivo ni comercia con simulacros ni emblemas, y no podría contentarse con ninguna fiesta musical. Traba alianza en su camino con la belleza —suprema alianza—, pero no hace de ella su fin ni su único alimento. Negándose a disociar el arte de la vida, y el amor del conocimiento, es acción, es pasión, es poder y es renovación que siempre desplaza los lindes. El amor es su hogar, la insumisión su ley, y su lugar está siempre en la anticipación. Nunca quiere ser ausencia ni rechazo.

Nada espera sin embargo de las ventajas del siglo. Atada a su propio destino y libre de toda ideología, se reconoce igual a la vida misma, que nada tiene que justificar de sí misma. Y con un mismo abrazo como con un sola y grande estrofa viviente, enlaza al presente todo el pasado y lo por venir, lo humano con lo sobrehumano y todo el espacio planetario con el espacio universal. La oscuridad que se le reprocha no viene de su naturaleza propia, que es la de esclarecer, sino de la noche misma que explora, a la que está consagrada a explorar: la del alma misma y la de misterio que baña al ser humano. Su expresión se ha prohibido siempre la oscuridad y esa expresión no es menos exigente que la de la ciencia.

Así, por su adhesión total a lo que existe, el poeta nos enlaza con la permanencia y la unidad del ser. Y su lección es de optimismo. Para él una misma ley de armonía rige el mundo entero de las cosas. Nada puede ocurrir en ella que, por naturaleza, sobrepase los límites del hombre. Los peores trastornos de la historia no son sino ritmos de las estaciones en un más vasto ciclo de encadenamiento y de renovaciones. Y las Furias que atraviesan el escenario, con la antorcha en alto, no iluminan sino un instante del muy largo tema que sigue su curso. Las civilizaciones que maduran no mueren de los tormentos de un otoño; no hacen sino transformarse. Sólo la inercia es amenaza. Poeta es aquel que rompe, para nosotros, la costumbre.

Y es así también como el poeta se encuentra ligado, a pesar de él, al acontecer histórico. Y nada le es extraño en el drama de su tiempo. ¡Que diga a todos, claramente, el gusto de vivir este tiempo fuerte! Pues la hora es grande y nueva para recobrarse de nuevo. ¿Y a quién le cederíamos, pues, el honor de nuestro tiempo…?

“No tema”, dice la Historia, quitándose un día la máscara de violencia y haciendo con la mano levantada ese ademán conciliador de la Divinidad asiática en el momento más fuerte de su danza destructora. “No temas, ni dudes, pues la duda es estéril y el temor servil. Escucha más bien ese latido rítmico que mi mano imprime, renovadora, a la gran frase humana siempre en vías de creación. No es verdad que la vida pueda renegar de sí misma. Nada viviente procede de la nada, ni de la nada se enamora. Pero tampoco nada guarda forma ni medida bajo el incesante flujo del Ser. La tragedia no descansa en la metamorfosis misma. El verdadero drama del siglo está en la distancia que dejamos crecer entre el hombre temporal y el hombre intemporal. El hombre iluminado sobre una vertiente ¿irá acaso a oscurecerse en la otra? Y su maduración forzada, en una comunidad sin comunión, ¿no sería quizá una falsa madurez?

Al poeta indiviso tócale atestiguar entre nosotros la doble vocación del hombre. Y esto es alzar ante el espíritu un espejo más sensible a sus posibilidades espirituales. Es evocar en el siglo mismo una condición humana más digna del hombre original. Es asociar, en fin, más ampliamente el alma colectiva con la circulación de la energía espiritual en el mundo… Frente a la energía nuclear, la lámpara de arcilla del poeta ¿bastará para este fin? —Sí, si de la arcilla se acuerda el hombre.

Y ya es bastante, para el poeta, ser la mala conciencia de su tiempo».

Fuente:

Crónica. Fabril Editora, 1961, pp. 11-21.

https://www.ersilias.com/discurso-de-saint-john-perse-al-recoger-el-premio-nobel-de-literatura-de-1960/

Grupo Sofos
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Blog:
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lunes, 19 de febrero de 2024

Te invita este 24 de Febrero a CELEBRAR nuestros 20 años de Presencias en Otraparte

 



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El Grupo Sofos tiene el gusto
de invitarle a la conversación:

Lección inaugural

El pasado en presencias

Conversaremos con:

La cofradía que inició en 2004 una larga conversación para compartir asombro y conocimiento, el embrión de lo que hoy es el Grupo Sofos. Entre los invitados tendremos a Adolfo Martínez, Álvaro Botero, Carlos Posada, Frank Bedoya, Gloria Castaño, Héctor Pizarro, Janeth Restrepo, Jorge Botero, Roberto Sarasti, William Román y Yolima García, entre otros.

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Entrada libre

Lugar: Casa Museo Otraparte
Fecha: 24 de febrero de 2024
Hora: 3:00 p.m.

Ver transmisión en vivo:

Youtube.com/CasaMuseoOtraparte

Otraparte.org/agenda-cultural/sofos/20240224-sofos/

(Ver la lectura preliminar en la siguiente página)

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Lectura suelta

El Zaratustra de Nietzsche
para los suramericanos

«A vosotros los audaces buscadores e indagadores, y a quienquiera
que alguna vez se haya lanzado con astutas velas a mares terribles…».

«¡Oh, hombre! ¡Presta atención!
¿Qué dice la profunda medianoche?
«Yo dormía, dormía,
De un profundo soñar me he despertado:
El mundo es profundo,
Y más profundo de lo que el día ha pensado.
Profundo es su dolor.
El placer es aún más profundo que el sufrimiento:
El dolor dice: ¡Pasa!
Mas todo placer quiere eternidad,
¡Quiere profunda, profunda eternidad!».

Así habló Zaratustra

Por Frank David Bedoya M.

Hoy hablaré sobre lo que me dice un filósofo. Y sobre lo que considero deberíamos pensar los suramericanos. Un filósofo a quien le gustaban las máscaras: la de Dioniso, la de Zaratustra, tal vez la de un bufón o la de un poeta. Finalmente él, Nietzsche, un discípulo del filósofo Dioniso.

No se trata aquí de una verdad única, ni de un fundamentalismo, ni mucho menos de un dogma racional. Se trata de una posibilidad, de una multiplicidad de caminos, de un pensamiento inagotado que deja ramificaciones y bifurcaciones. Una provocación para el pensar y el crear.

Es necesaria esta aclaración porque en Suramérica han prevalecido los discursos dogmáticos y totalitarios; el de los sacerdotes con su fe de mendicidad, el de los militares con sus soluciones violentas, el de los abogados herederos de Santander con sus leyes manipuladas, el de los pseudopolíticos que gobiernan con su doble moral y últimamente el de los economistas nuevos portadores de la «verdad». Y porque hemos escuchado muy poco a la filosofía. Además porque desconocemos nuestra historia, subvaloramos la misión de nuestros educadores, ignoramos el ejercicio verdadero de la política y carecemos bastante de creaciones filosóficas, salvo algunos casos excepcionales como Fernando González y Estanislao Zuleta.

Prestemos atención a esta provocación filosófica, una entre muchas otras posibilidades. De la filosofía de Nietzsche, su Zaratustra.

Así habló Zaratustra es el libro más célebre y controvertido de toda la obra nietzscheana. «Un libro para todos y para nadie», así lo denominó. Nietzsche se sirvió de la figura semilegendaria de Zoroastro, profeta persa del siglo vi a. C. porque éste, al igual que todos los profetas, habló de moral, pero al final de sus días reconoció que esto era un error. Por eso Nietzsche, el gran inmoralista, colocó en voz de Zaratustra su mayor ataque contra la cultura moralista occidental. Pero no sólo un ataque y una negación, después de la destrucción, la mayor afirmación de la existencia y voluntad de creación posible. En toda la obra un espíritu dionisiaco, aquel que enfrenta la vida con todo lo que ella implica, con sus cosas buenas y malas. La vida como potencia en todas sus manifestaciones, como voluntad de creación constante.

Este libro es además una innovación y un rompimiento total con los sistemas tradicionales de la filosofía, especialmente con los racionalistas que estaban ignorando los aspectos sensuales, simbólicos y estéticos del hombre. En una trama de elementos narrativos, conceptuales y líricos, Nietzsche desarrollará los cuatro temas que integran su legado: la muerte de Dios, el superhombre, la voluntad de poder, y el enigma del eterno retorno.

A estos cuatro temas quiero referirme, con el ánimo de pensarlos como posibilidad de reflexión y acción en torno a nuestras necesidades. En ningún momento quiero realizar una simplificación de tan complejo pensamiento. Por el contrario, con esta disertación quiero provocar e invitar a Suramérica al acercamiento de esta filosofía.

La muerte de Dios

Aquí no se trata de discutir la cuestión inútil de si Dios existe o no. No es esto una discusión acalorada entre un creyente hombre de fe religiosa y un vulgar ateo que por superfluo decidió engañarse y pretender no creer en nada.

La muerte de Dios en Nietzsche significa un gran acontecimiento en Occidente, la muerte de una verdad impuesta por siglos de relaciones de poder en torno al cristianismo. No se trata de decir «Dios no existe», sino «Dios ha muerto». Nietzsche ya había anunciado esta muerte en su texto La gaya ciencia, aforismo 125. Pasaje fundamental de su obra y que es necesario transcribir a continuación.

«El loco. ¿No habéis oído hablar de aquel loco que, con una linterna encendida, en la claridad del mediodía, iba corriendo por la plaza y gritaba: “busco a Dios”? Y ¿que precisamente arrancó una gran carcajada de los que allí estaban reunidos y no creían en Dios? ¿Es que se ha perdido?, decía uno. ¿Se ha extraviado como un niño?, decía otro, o ¿es que se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Ha emigrado?, así gritaban riendo unos con otros. El loco saltó en medio de ellos y los taladró con sus miradas. ¿Adónde se ha ido? —exclamó—, voy a decíroslo. Lo hemos matado nosotros. Vosotros y yo. Todos somos sus asesinos, pero ¿cómo hemos hecho esto? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado una esponja capaz de borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho para desprender esta tierra del sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros, apartándonos de todos los soles? ¿No nos precipitamos continuamente?, ¿hacia atrás, adelante, a un lado y a todas partes? ¿Existe todavía para nosotros un arriba y un abajo?, ¿no vamos errantes como a través de una nada infinita?, ¿no nos absorbe el espacio vacío?, ¿no hace más frío? ¿No viene la noche para siempre más y más noche? ¿No se han de encender linternas al medio día? ¿No oímos todavía nada del rumor de los enterradores que han enterrado a Dios?, ¿no olemos todavía nada de la corrupción divina? También los dioses se corrompen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto! y ¡nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podemos consolarnos los asesinos de todos los asesinos? Lo más santo y lo más poderoso que el mundo poseía hasta ahora se ha desangrado bajo nuestros cuchillos —¿quién puede limpiarnos esta sangre?, ¿qué fiestas expiatorias o que juegos sagrados deberíamos inventar?—. ¿No es demasiado grande para nosotros la grandeza de este hecho?, ¿no deberemos convertirnos en dioses nosotros mismos sólo para aparecer dignos de ello? No hubo nunca hecho más grande —y cuando nazcan después de nosotros pertenecerán a una historia superior a toda la historia precedente a causa de este hecho».

Han pasado muchos acontecimientos en la historia del hombre que anunciaban este asesinato: el Renacimiento, las reformas, las revoluciones y finalmente el advenimiento de la razón; existían muchos que hacían parte de la negación y asesinato de este Dios, no creían en él, pero no se percataban de las implicaciones de este acontecimiento. Simplemente el hombre occidental llenó el vacío de Dios con la razón, con la ciencia, con el Estado y con muchas otras creencias; incluso hoy, con la economía que dicta los nuevos mandamientos sobre la faz de la tierra. Nietzsche en su Zaratustra denunció las implicaciones de tal acontecimiento y anunció las nuevas posibilidades para el hombre liberado de tal Dios.

En el Zaratustra todas las valoraciones que adquieren este viejo y agonizante Dios están representadas en su archienemigo: el espíritu de la pesadez y todas las connotaciones con respecto al tema de la muerte de Dios son el ataque a este espíritu.

En un primer momento su ataque es contra los despreciadores del cuerpo, aquellos que representaban todas las concepciones occidentales que negaron el cuerpo, que lo satanizaron y lo convirtieron en la mayor representación del pecado. Aquí hay una denuncia en contra de las relaciones de poder que dominaron a los hombres, a partir de su condición más humana: sus sentidos.

«A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su propio cuerpo —y así enmudecer».

Igualmente contra la tradición judeocristiana, que con sus promesas del más allá hicieron un buen infierno, pero en el más acá.

«O la «vida eterna»: para mí es lo mismo ¡con tal de que se marchen pronto a ella!».

Luego su denuncia es contra un nuevo ídolo: el Estado.

«Los vencedores del viejo Dios os habéis fatigado en la lucha y ahora vuestra fatiga continúa prestando culto al nuevo ídolo».

Esta es una gran crítica a la modernidad. Para Nietzsche, con el advenimiento del Estado moderno, se estaba produciendo la mayor decadencia de la cultura; ya veía él, en el Estado alemán, orgulloso por sus victorias militares, junto con su vieja fe, el olvido, la decadencia y la manipulación de las manifestaciones culturales de los pueblos. Luego anunciará lo que presenciaríamos los hombres del siglo xx, las guerras imperialistas en nombre de los Estados.

Desnudará también a los que se proclamaban virtuosos, quitándoles dicho disfraz de virtud para evidenciar luego las ansias tiránicas que escondían.

«Hay quienes consideran virtud al decir la virtud es necesaria, pero en el fondo creen únicamente que la policía es necesaria».

Al leer esto recuerdo inmediatamente a George Bush y a Álvaro Uribe Vélez.

Continúa diciendo:

«Virtud es para ellos lo que vuelve modesto y manso: con ello han convertido al lobo en perro, y al hombre mismo en el mejor animal doméstico del hombre».

No es necesario profundizar mucho, la fórmula en cuestión es simple y se adapta a cualquier orden, ya sea el de la Iglesia, el de la monarquía o el del Estado moderno, esos poderes dicen: «Obedezca y no piense, menos aún vaya a cuestionar la verdad que se le está imponiendo». Contra toda esa pesadez es la que quiere acabar Nietzsche, para liberar a los hombres que aún siguen sometidos a totalitarismos y fundamentalismos.

El superhombre

Uno de los legados más mal interpretados de la obra de Nietzsche, es su idea del superhombre. En ningún momento se refería a una especie de Superman, como vulgarmente se ha interpretado.

El superhombre de Nietzsche se aleja profundamente de cualquier idea de fuerza bruta o de superpoderes. Una de las principales causas de esta mal intencionada interpretación fue su hermana Elizabeth Nietzsche, quien durante la euforia (otros dirán locura) de Nietzsche, y después de su muerte, manipuló, mutiló y acomodó a su antojo la obra de su hermano, para sus intereses políticos y antisemitas. Ella misma recibiría más tarde a Adolfo Hitler en el Archivo Nietzsche. Y de allí se desprendió la absurda idea de que la filosofía de Nietzsche sirvió de base teórica para las ideas del nazismo, tesis que fácilmente se pueden refutar con una lectura atenta de la obra del filósofo, quien en repetidas ocasiones expresó su náusea contra todo intento de nacionalismo alemán y una ferviente crítica contra el antisemitismo.

«El superhombre es una meta. El hombre que se supera a sí mismo. El hombre creador. el hombre sin Dios, que tiene que convertirse en un Dios mismo, dueño de su voluntad y artífice de su destino… Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? El superhombre es el sentido de la tierra. Vuestro espíritu y vuestra virtud sirvan al sentido de la tierra, hermanos míos: ¡y el valor de todas las cosas sea establecido de nuevo por vosotros! ¡Por eso debéis ser luchadores! ¡Por eso debéis ser creadores!».

Todos estos llamados surgen de una necesidad, para que el hombre deje de obedecer ciegamente y deje de ser un ente pasivo resignado a las condiciones de su vida. ¿Qué tanto nos hace falta una conciencia psicológica de este tipo en Suramérica? Necesitamos espíritus libres, luchadores insaciables, seres auténticos y proposititos, creadores en todo el sentido de la palabra. Como estos espíritus libres sólo recuerdo uno: Simón Bolívar, la primera conciencia de libertad en Suramérica.

En Suramérica aún no somos libres, la supuesta idea de libertad neoliberal, con su individualismo, son por el contrario nuestras peores cadenas y signos de miseria. No sólo deberíamos conocer esta propuesta nietzscheana…, muchas más búsquedas deberíamos emprender para dar una nueva significación de la libertad humana. ¿Cuándo vamos a encontrar nuestra autenticidad, tal cual como lo reclamaba Fernando González?

La voluntad de poder

Esta idea en Nietzsche es la que reclama la mayor afirmación de la vida. Gilles Deleuze afirmó que en la filosofía de Nietzsche se encontraban caracterizados dos tipos: el reactivo y el activo. El reactivo es esa mala conciencia y negatividad frente a la vida, llena de resentimientos y culpabilidades; mientras que el activo, por el contrario, es el tipo afirmador, que enfrenta la vida con todos sus problemas, misterios y tragedias, siempre con vigorosidad y con una sonrisa. Este tipo activo es el que dice sí a la vida, el que danza con ella. La voluntad de poder es pues este ser activo, que puede y quiere. La voluntad de poder no sólo como fuerza, sino como selección, elección y valoración. La voluntad puede, pero la voluntad de poder quiere. Todo lo anterior tanto para la vida, como para el conocimiento.

«Valerosos, despreocupados, irónicos, violentos —así nos quiere la sabiduría: es una mujer y ama siempre únicamente a un guerrero. Vuestra razón, vuestra imagen, vuestra voluntad, vuestro amor deben devenir ese mundo. Y, en verdad, para vuestra bienaventuranza, hombres del conocimiento. Sólo donde hay vida hay también voluntad: pero no voluntad de vida, sino voluntad de poder… ¿Dónde hay belleza? Allí donde yo tengo que querer con toda mi voluntad; allí donde yo quiero amar y hundirme en mi ocaso, para que la imagen no se quede sólo en imagen. Amar y hundirse en su ocaso: estas cosas van juntas desde la eternidad. Voluntad de amor: esto es aceptar de buen grado incluso la muerte».

El eterno retorno

El mayor enigma que nos trae el Zaratustra es el eterno retorno de lo idéntico. En nuestra racionalidad occidental ha prevalecido la idea de un devenir, de un camino con un comienzo y un fin. Sea desde la religión: con un comienzo, en la creación de los siete días, para luego acabar en un juicio final, Génesis y Apocalipsis. O desde la tradición racionalista donde se ubica un origen del universo y un final que no tenemos claro pero que esperamos —ya se sabe que se está buscando un lugar en Marte, porque este planeta ya nos lo acabamos—.

En las dos concepciones, un devenir y un destino histórico. Filosóficamente, la dialéctica hegeliana ,que sostiene que el mundo tiene un espíritu, un destino preestablecido y un futuro de progreso, basado en la razón.

Nietzsche irrumpe con toda esta tradición y vuelve a reflexionar sobre la idea circular del tiempo. El eterno retorno de lo idéntico, ya pensado por Heráclito el filósofo griego. El Zaratustra lo anuncia en estos términos:

«Mira ese portón…, tiene dos caras. Dos caminos convergen aquí: nadie los ha recorrido hasta su final. Esa larga calle hacia atrás: dura una eternidad. Y esa larga calle hacia adelante es otra eternidad. Se contraponen esos caminos; chocan derechamente de cabeza y aquí, en ese portón, es donde convergen. El nombre de ese portón está escrito arriba: instante».

Nietzsche se ubica en el instante, atrás de éste hay una eternidad, el origen es imposible de establecer; adelante, otra eternidad, nadie la podrá recorrer totalmente. Como fenómeno físico sólo tenemos el instante, una sucesión de presente que se da eternamente.

El eterno retorno es precisamente un enigma, porque para nosotros, que tenemos incrustada una racionalidad occidental del devenir, historias universales y destinos, es casi imposible y atormentador creer que la vida simplemente es un eterno retorno de lo idéntico.

Esta idea atormentó al propio Zaratustra, era su carga pesada. Lo que sí podemos comprender es la propuesta ética y filosófica explícita en esta idea. Ya antes Nietzsche había pensado en el instante como una fórmula para la felicidad.

«Quien no sepa fijarse en el umbral del instante, olvidando todo el pasado…, no sabrá jamás qué es la felicidad».

La afirmación del instante es la fuerza vital que siempre permanece, la posibilidad de volver a comenzar. En este eterno retorno de lo idéntico, la vida sigue sin cansancio alguno.

«Todo va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser. Todo se rompe, todo se recompone; eternamente se construye a sí misma la misma casa del ser. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel a sí el anillo del ser. En cada instante comienza el ser; en torno a todo “aquí” gira la esfera “allá”. El centro está en todas partes, curvo es el sendero de la eternidad. Todas las cosas retornan eternamente y nosotros mismos con ellas, y que nosotros hemos existido ya infinitas veces y todas las cosas en nosotros. Ahora muero y desaparezco, diríais, y dentro de un instante seré nada. Las almas son tan mortales como los cuerpos. Pero el nudo de las causas en el cual yo estoy entrelazado, retorna, ¡él me creará de nuevo! Yo mismo formo parte de las causas del eterno retorno».

En fin, la propuesta del Zaratustra se puede encontrar en uno de sus primeros discursos, el de las tres transformaciones:

«Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño… Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto».

Recordemos todo lo que Zaratustra atacó y pidió con la muerte de Dios.

«Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor en su propio desierto».

Recordemos el llamado de Zaratustra para que llegara el superhombre, el dueño de su voluntad, la voluntad de poder, una voluntad leonina.

«Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí».

Recordemos el mensaje de Zaratustra, el eterno retorno de la vida como la inocencia de un niño, una afirmación y una creación constante de la vida.

«Un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí».

Esto he encontrado en el Zaratustra de Nietzsche. Hay muchas cosas más, por supuesto, yo sólo he compartido mi lectura, queriendo incitar otras. Lo que encuentren allí, depende de cada uno, por eso es «un libro para todos y para nadie».

Ahora, no pensemos que estamos frente a otro libro sagrado, el cual hay que recitar. No. Como en todo buen libro, hay que disfrutarlo, comprenderlo y alejarse de él. El propio Zaratustra hizo la advertencia:

«¡Alejaos de mí y guardaos de Zaratustra! Y aun mejor: ¡avergonzaos de él! Tal vez os ha engañado… Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo… No os habíais buscado aún a vosotros… Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco toda fe».

Mas adelante también nos dirá Nietzsche:

«Yo no soy un hombre, soy dinamita —y a pesar de todo esto, nada hay en mí de fundador de una religión: las religiones son asuntos de la plebe. Yo siento la necesidad de lavarme las manos después de haber estado en contacto con personas religiosas; no quiero “creyentes”, pienso que soy demasiado maligno para creer en mí mismo, no hablo jamás a las masas…, no quiero ser un santo, antes prefiero ser un bufón».

A mí este bufón me enseñó con sus canciones del baile que la sabiduría es nuestro sentido de la existencia. Que ella es la más parecida a la vida y que siempre ésta debe estar en función de la vida misma.

Con este discípulo del filósofo Dioniso caí en la cuenta de que nuestra vida puede ser algo distinto al servilismo y al consumismo; que nuestras categorías y clases sociales son simples formas creadas por la sociedad, un juego que nos inventamos los hombres; y que más allá de todo eso está el más acá, que es nuestro propio mundo, lleno de delicias y placer que quiere devenir eternidad. Todo esto con nuestra condición humana, que es una búsqueda por la libertad.

Pero, atención:

No es poner la vida para la libertad —por eso es que tenemos neoliberalismo, seguridad democrática, individuos tristes, neuróticos y consumistas, entre muchas cosas más—.

Insisto: no es poner la vida para la libertad; por el contrario, la cuestión es:

¿Cómo logramos ser espíritus libres para vivir?

Nota:

Este ensayo fue leído en el marco de la inauguración de la «Escuela Zaratustra» el 6 de marzo de 2004 en la Casa Museo Otraparte de la ciudad de Envigado. Aunque mi concepción de la filosofía de Nietzsche sigue en constante elaboración, evolución y agitación —como sólo puede ser con él—, no quise cambiar nada de este texto, dado que si quisiera precisar algunas cuestiones terminaría escribiendo otra ponencia. Y no es que hoy, veinte años después, me arrepienta de lo dicho en ese entonces; por el contrario, lo publico porque quiero celebrar el punto de partida de una lectura que no he terminado y que probablemente nunca terminaré.

Bibliografía

NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra. Madrid, Alianza Editorial, 1997.

Fuente:

https://sites.google.com/site/bolivarynietzsche/el-zaratustra-de-nietzsche-para-los-suramericanos

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