martes, 13 de marzo de 2018

Comunicado N 004, los invitamos con la corporación cultural nuestra Gente



Barrio Santa Cruz. Allá arriba en aquel alto, pero en la parte baja, casi llegando al río, en Lovaina mejor dicho, la vista, desde el morro occidental, destaca siempre, y mucho mejor si es de tarde soleada, una casita amarilla que parece una palomera: es la sede de la Corporación Cultural Nuestra Gente. Aquí va a hablar Jorge Blandón, ese peludo fiestero que medio Medellín reconoce, unos por su liderazgo, casi todos por su cordialidad y anfitrionismo. También dirá para Medellín en Escena, Gisela Echavarría, cofundadora de la Corporación, una mujer que no digamos es cabeza de familia sino cabeza de comunidad. En la bermeja palomera ella cuela su tiempo haciendo muy bien el papel de capitana de embarcación. Siempre gozando, siempre riendo, siempre en dulcísimo estado de afecto: “me fascina que me piqueen”.
Cristóbal Peláez González



El Grupo Sofos tiene el gusto
de invitarle a la conversación:
Soñar Nuestra Gente por
la esquina del viejo barrio

El tema de la próxima sesión es “Por la esquina del viejo barrio”, a cargo de Ana Cristina Monroy, comunicadora social de la Universidad Pontificia Bolivariana con especialización en Montaje en Barcelona (Centro de Estudios Cinematográficos de Cataluña), directora, entre otros, del documental Mujeres No Contadas; y de Jorge Blandón, director de teatro, actor, fundador y director de la Corporación Cultural Nuestra Gente. En palabras de Lucía González Duque: “Lo que ha logrado ha sido por la sensibilidad y el compromiso con el barrio. Es sensato, inteligente, no se le sube la fama. No se siente más que nadie y está concentrado en su tarea. Es un tipo que no se vende, serio y radical”. Nuestra Gente es una institución sin ánimo de lucro con un componente original de teatro. A sus integrantes los motiva la necesidad de unir el esfuerzo de los jóvenes de la Zona Nororiental de Medellín para mostrar lo positivo de la vida barrial y acercar el arte y la cultura a sus habitantes. La Casa Amarilla, su sede, es un espacio de encuentro donde por medio del trabajo cultural y artístico se legitiman la solidaridad, la convivencia y la paz en el diario vivir del territorio, un territorio que estuvo marcado por la violencia y la exclusión.


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Entrada libre
Lugar:            Casa Museo Otraparte / Carrera 43A n.º 27A Sur - 11 / Envigado
Fecha:             Marzo 17 de 2018
Hora:              2:30 p. m.

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Escuchar transmisión en vivo:

Para participación y realizar preguntas en línea, favor comunicarse
a nuestra línea 448 24 04 o a nuestro correo:
gruposofos@gmail.com

Para obtener información adicional puede comunicarse con nosotros al correo electrónico gruposofos@gmail.com. En nuestro blog http://gruposofos.blogspot.com podrá consultar la programación, la metodología de trabajo y la presentación del grupo. O puede también comunicarse con la Casa Museo Otraparte: Teléfono: 448 24 04 - Correo electrónico: otraparte@otraparte.org - Sitio web: www.otraparte.org.

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Por Cristóbal Peláez González

Barrio Santa Cruz. Allá arriba en aquel alto, pero en la parte baja, casi llegando al río, en Lovaina mejor dicho, la vista, desde el morro occidental, destaca siempre, y mucho mejor si es de tarde soleada, una casita amarilla que parece una palomera: es la sede de la Corporación Cultural Nuestra Gente. Aquí va a hablar Jorge Blandón, ese peludo fiestero que medio Medellín reconoce, unos por su liderazgo, casi todos por su cordialidad y anfitrionismo. También dirá para Medellín en Escena, Gisela Echavarría, cofundadora de la Corporación, una mujer que no digamos es cabeza de familia sino cabeza de comunidad. En la bermeja palomera ella cuela su tiempo haciendo muy bien el papel de capitana de embarcación. Siempre gozando, siempre riendo, siempre en dulcísimo estado de afecto: “me fascina que me piqueen”

Monólogo a cargo de Jorge Blandón sobre el daño
que producen las preocupaciones en los jóvenes

La Corporación Cultural Nuestra Gente tiene un antecedente: un grupo pastoral de la parroquia María Rosales. A los tres años nos salimos... corrijo, nos echaron de la parroquia, discrepancias con el sacerdote por nuestro comportamiento como jóvenes, por nuestros comportamientos ideológicos, por nuestros comportamientos etílicos, por esas juergas que armábamos los sábados.
Salíamos a cantar en la esquina como a las cinco de la mañana y las señoras llamaban al padre a ponerle quejas... y entonces nos echaron, nos dieron alas y nos fuimos a volar y entonces por fuera de la parroquia decidimos conformarnos como un grupo cívico y ahí empezamos a peliar por el problema del transporte, por el problema de los servicios públicos, por todas las preocupaciones que teníamos como jóvenes por el barrio, por el mejoramiento de la calidad de vida. La educación y la cultura eran el bastión que tenía ese grupo cívico.
Ahí estuvimos, entre muchos, Nidia Bejarano, Fernando Velásquez, Gisela Echavarría, Héctor Gutiérrez, Omar Lopera. Era ese fervor de jóvenes por unos ideales colectivos, por un pensamiento en comunidad. El grupo cívico se reventó porque empezaron a aparecer diferentes opiniones, es decir, hubo allí tantas banderas que eso parecía un arco iris y entonces tantas banderas, tantos colores, tantas posiciones generaban una gran dificultad.
Tomamos la decisión de fundar la Corporación para centrarnos en la educación y en la cultura. Creamos a gatas, con lo que pudimos, una biblioteca popular en el barrio en una casita que quedaba en los bajos del granero El Tufo (siempre el etílico persiguiéndonos), y la esquina se volvió un lugar de encuentro donde nos dábamos cita los sábados a las cinco de la tarde para la lectura de poesía. Eso comenzó a tener mucha afluencia, y luego llegaba gente con una guitarra y se fue metiendo la música, luego alguien preparó un sketch y ahí nos fuimos metiendo en ese viaje. Estamos hablando del año 87, cuando ya éramos más o menos veinticinco personas.
Yo ni siquiera había comenzado mi carrera de Teatro en la Universidad de Antioquia. Habíamos probado las tablas desde lo empírico, desde las ganas de cada uno, desde el aprendizaje en los libros. Hasta que tomamos la decisión, no más empiria, vamos a la academia a ver qué es lo que está mostrando, qué es lo que nos puede ofrecer. Nidia Bejarano se echó para la EPA, yo para la de Antioquia, Héctor para el Politécnico, Gisela a estudiar gerontología, y Fernando Velásquez a terminar su bachillerato.

El nacimiento de Nuestra Gente es muy especial, fue a punta de tamales. Gisela es experta en lo culinario (porque la mejor morcilla, señoras y señores, no se come en Envigado, se come es en Santa Cruz de manos de Marta Gisela Echavarría), y eso permitió que el primer momento de Nuestra Gente fuese una etapa donde la sostenibilidad del proyecto se hiciera a punta de empanadas, de morcilla y tamales para pagar el arriendo de esa casita pequeña de los bajos del granero El Tufo, para pagar los servicios públicos, pero además para darnos dinero con que ir todos a estudiar. En el día tratábamos de vender las obras de títeres que hacíamos para presentarlas en las escuelas, teníamos funciones a las 9 y a las 11 para la jornada de la mañana y a las 2 y a las 4 de la tarde. Atendíamos como a dos mil niños en el día, cada niño pagaba ahí unos centavitos que algo hacían en la economía del proyecto. Ese fue un comienzo. Después, como una preocupación histórica, hicimos dos cuadros de Los papeles del infierno de Enrique Buenaventura, una obra ya de sala, seria, que marcó el nacimiento desde el teatro del proyecto de Nuestra Gente.

En la dificultad de sostener este sueño anduvimos por lo menos en cinco sedes. El grupo entró en una crisis y tomamos una decisión, nos dijimos: lo social es muy importante pero necesitamos definirnos desde la parte artística y ahí comenzamos a hacer las obras de teatro. Recuerdo que en épocas de campaña política recogíamos los pasacalles y los cocíamos para convertirlos en telonería. Hacíamos de todo: Bienestar Familiar nos delegó la entrega de Bienestarina al barrio, coordinábamos el programa de hogares infantiles y yo formaba parte de la junta directiva de las asociaciones haciendo de fiscal. Teníamos una revueltería y una proveeduría de huevos y de grano y a las dos de la mañana arrancaba para la Minorista a mercar, y a las ocho y media estábamos entregando los mercados. Un camello tenaz.

La llegada a esta casa fue gracias a la Consejería Presidencial con la doctora María Emma Mejía. La Cooperativa CONFIAR, que siempre nos ha apoyado, otorgó la financiación


Monólogo a cargo de Gisela Echavarría:
el porvenir está en los burdeles

Esta casa había sido un burdel. Un señor que se llamaba tal y pascual estaba casado con una señora propietaria del burdel Copinol en la 52, todo eso era zona de tolerancia. Luego ellos se separaron y el señor vino a construir esta casa y le montó la competencia, Copinol 2, lo que ahora es nuestro teatro. Todavía se ven las divisiones de las piezas. Recién instalados venía una amiga a jugar naipe y todo el mundo se escandalizaba, decían: “Miren a esa Maruja donde se mete, qué horror”. Cuando compramos la casa, estaba completamente caída. Al limpiarla no salían sino murciélagos.

Siempre he trabajado en la parte social de la Corporación. En esa época conformamos un grupo de mujeres, luego me fui a estudiar gerontología y entonces tuvimos un grupo de abuelas, reunimos niños para darles recreación. Siempre he estado con la gente, no hago teatro porque no me considero tan especial. Cuando el padre nos echó de la parroquia me citó a una reunión y me dijo que las viejitas del barrio se quejaban de nosotros porque éramos muy vulgares y yo le dije que sí, que éramos vulgares pero que hacíamos cosas muy ricas y el padre me contestó que nos fuéramos a hacer las reuniones en una cantina o en un bar, pero que respetáramos la parroquia. Y vea donde vinimos a caer, a un burdel.

Siempre me he ocupado de hacer aquello a lo que la gente le saca la mano. Cuando hicimos el Primer Festival de la Cultura y la Alegría me tocó preparar morcilla y chicha que daba miedo. Pero recuerdo que toda la chicha me la derramó un carro mientras retrocedía y yo me puse a llorar y los compañeros me decían no seas bobita Gise, no llorés, que ya nada se puede hacer... ¡Esos son recuerdos muy bonitos! Con lo que nunca pude fue con esos conciertos entre grupos de punk y metálica, que me daban pavor.

¿Qué hacemos en Nuestra Gente? ¡Tantas cosas! Desde las obras de teatro más conocidas, El zapato indómito, Sesión, Las muñecas de Juana, Inconcierto, etc., hasta las muestras teatrales y la capacitación con jóvenes. Tenemos el coro con 34 niños, dirigido por Ricardo Zúñiga y coordinado por Milena Bautista. Tenemos el grupo de recreación, que son diez jóvenes que trabajan los domingos con 150 niños de la cuadra, tenemos el grupo de las abuelitas, adultas mayores, desde el año 95 que llegan en número a 30. Allí se trabajan manualidades y se pasea todo lo que pueda. Nos reunimos todos los miércoles en la tarde, y a veces hacemos pijamadas... ¿Qué son las pijamadas? Vienen las abuelitas un sábado desde las seis de la tarde y se van el domingo por la mañana, recochamos, hacemos comida, se ponen la pijama, guarito en la mesa, grabadora, echamos chistes, nos contamos historias, qué gozadera. En sleepings, en colchonetas, en petates nos echamos a dormir todas en el teatro; eso basta que alguna se tire un pedo y todas jua jua jua que no podemos de la risa. También vemos películas —a veces ellas me dicen: Gise, pasanos una de morbo, y yo les pongo alguna y hay que verlas mirando—. Me encanta estar con ellas; con esos paseos a fincas... hemos ido a muchos pueblos... Son señoras de muy bajos recursos; hay una señora que su trabajo es recoger chatarra y cuando salimos a ella le da pena que le sirvan, apenas se toma la sopa y el resto lo echa en una bolsita para llevarle a la nieta, yo le digo coma, coma todo lo que quiera, agarre, que después le empacamos a su nieta, pero ella se avergüenza toda; está otra señora que le ayuda al padre y él le paga con mercadito; está otra que madruga a las cinco de la mañana a hacer empanadas; otra que es modista, pero como es tan viejita nadie le manda a hacer nada, y así todas, tan pobres y tan bonitas. El otro día cundió el pánico en el barrio porque se decía que andaba por ahí suelto un violador[1] y las abuelitas al calor del guaro decían ¡Que venga, que se deje venir ese violador y nos muestre qué es lo que sabe hacer! ¿El promedio de edad de las abuelitas? Es muy variado, ahora va desde los 50 hasta los 87, todas me quieren mucho y viven matadas con Jorge. (¡Jorge, por Dios, con las abuelitas no!)[2].
Yo me mantengo muy feliz aquí en la Corporación y he tenido momentos muy emocionantes. Por ejemplo, el viaje de un mes a Cuba. Me hubiera gustado quedarme allá mucho tiempo. O esos tres premios que nos hemos ganado, el primero El Medellín que yo promuevo en el Concejo, el segundo el de la Fundación Alejandro Ángel Escobar y el último, que nos acabamos de ganar, el premio Germán Saldarriaga. Ah, se me olvidaba, también nos dieron el Escudo de la Universidad de Antioquia.
Soy la representante legal, me toca de todo, hablar con todos y procurar que todo mundo en todas las áreas esté bien. El año pasado había tres muchachos bravos, que no se dirigían la palabra, y los llamé y les insistí para que no persistieran en eso, y lloré mucho, porque sufro viendo que la gente no se la lleve bien. Adoro a todos y adoro que me quieran, para qué voy a negarlo, me fascina que me piqueen.

Fuente:
Grupo Sofos
Correo electrónico: gruposofos@gmail.com


[1] Más tarde la policía comprobó que no se trataba de Henry Díaz ni de Ramiro Tejada ni de Jaiver Jurado, tampoco era Farley Velásquez.
[2] Expresión de horror lanzada por el periódico Medellín en Escena.