lunes, 14 de octubre de 2019

Te invita a la última sesión de Sofos 2019 este sábado 19 de Octubre















¿Cómo entender a la
humanidad del siglo xxi?
Sus preguntas, sus desafíos…
La tecnología:
¿el humano cada vez más lejos de sí mismo?

Jorge Manrique Henao
19 de octubre de 2019



«Una cosa que pasa es que la ciencia y la tecnología se mueven tan rápido que la ética no puede ir a la par».
Tatiana Toro
Matemática colombiana,
premio Marsha L. Landolt
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El Grupo Sofos tiene el gusto
de invitarle a la conversación:
La tecnología:
¿el humano cada vez
más lejos de sí mismo?

El tema de la próxima sesión es «La tecnología: ¿el humano cada vez más lejos de sí mismo?», a cargo de Jorge Alonso Manrique Henao, ingeniero mecánico, magíster en  Gestión Tecnológica y doctor en Ingeniería de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, institución donde se ha desempeñado como docente del Grupo de Investigación y Posgrados en Gestión de la Tecnología y la Innovación GTI.

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Entrada libre
Lugar: Casa Museo Otraparte / Carrera 43A n.º 27A Sur - 11 / Envigado
Fecha:             19 de octubre de 2019
Hora:               2:30 p. m.

Ver formulario de evaluación de la conferencia:
Escuchar transmisión en vivo:
Para participación y realizar preguntas en línea, favor comunicarse
a nuestra línea 448 24 04 o a nuestro correo:
gruposofos@gmail.com

En nuestro blog http://gruposofos.blogspot.com podrá consultar la programación, la metodología de trabajo y la presentación del grupo. O puede también comunicarse con la Casa Museo Otraparte: Teléfono: 448 24 04 - Correo electrónico: otraparte@otraparte.org - Sitio web: www.otraparte.org.


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 Lectura preliminar
El teléfono celular y la reina malvada

Por Umberto Eco

Recientemente estaba caminando por la acera cuando vi a una mujer que se acercaba a mí. Su rostro estaba pegado a su teléfono celular y no veía por dónde iba. Si yo no me hacía a un lado, chocaríamos.
Como soy en secreto una persona malvada, me detuve repentinamente y me di la vuelta. La dama chocó con mi espalda, dejando caer su teléfono. Rápidamente se dio cuenta de que había topado con alguien que no podía haberla visto y que ella debería haber sido quien se apartara. Balbuceó una excusa, mientras yo amablemente le decía que no se preocupara porque estas cosas pasan todo el tiempo en estos días.
Espero que el teléfono de la mujer se rompiera cuando lo dejó caer y aconsejo a quienes se encuentren en situaciones similares que se comporten como yo lo hice. Por supuesto, pienso que los usuarios compulsivos de teléfonos deben ser estrangulados al nacer, pero no todos los días hay un Herodes. Y aun cuando castiguemos a estas personas en su edad adulta, probablemente nunca comprenderán las profundidades del abismo en el cual han caído. Al final, persistirán en su molesto hábito sin importar lo que nosotros hagamos.
Estoy muy consciente de que se ha escrito mucho ya sobre el uso de los teléfonos celulares, así que no hay mucho que yo pueda añadir aquí. Pero si pensamos en ello con claridad por un momento, simplemente es asombroso que casi todos hayamos caído presas del mismo frenesí. Apenas sostenemos ya conversaciones cara a cara; ni reflexionamos sobre los temas apremiantes de la vida y la muerte, o siquiera vemos hacia el campo cuando pasa frente a nuestra ventanilla. En vez de ello, hablamos obsesivamente en nuestros teléfonos celulares, rara vez sobre algo particularmente urgente, mientras malgastamos la vida en un diálogo con alguien a quien ni siquiera podemos ver.
Hoy estamos viviendo en una era en la cual, por primera vez, la humanidad se las ha ingeniado para realizar uno de los tres deseos perdurables que durante siglos solo la magia pudo satisfacer. El primero es la capacidad de volar; no abordando un avión sino con nuestros propios cuerpos, agitando los brazos. El siguiente es la capacidad de afectar directamente a nuestros enemigos —o nuestros seres queridos— clavando alfileres en muñecos o pronunciando palabras esotéricas. Y el tercero es la capacidad de comunicarnos instantáneamente a grandes distancias. Siempre hemos querido un genio o algún objeto mágico con el poder de transportarnos en un instante de Frosinone a Pamir, de Innisfree a Tombuctú, o de Bagdad a Poughkeepsie. Y ahora lo tenemos.
¿Por qué la gente se ha inclinado tanto hacia las prácticas mágicas a lo largo de los siglos? La prisa. Las promesas mágicas de que se puede saltar instantáneamente de la causa al efecto —del punto A al punto B— a través de una especie de cortocircuito, sin dar ningún paso intermedio. Pronuncio una fórmula y transformó el hierro en oro. Convoco a los ángeles y envío mensajes a través de ellos. La fe en la magia no se desvaneció con el advenimiento de la ciencia. No, nuestro deseo de inmediatez simplemente se transfirió a la tecnología. Si uno presiona un botón en su teléfono celular en Roma, en segundos está hablando con un amigo en Sidney.
Sabemos que la ciencia y la tecnología avanzan lentamente a través de una investigación cuidadosa; y sin embargo queremos una cura para el cáncer en este momento, no mañana. Así que, en vez de esperar por años, ponemos nuestra fe en el doctor-gurú que nos ofrece una poción milagrosa que funciona instantáneamente para curar nuestros males.
La relación entre nuestro entusiasmo por las conveniencias tecnológicas y nuestra inclinación por el pensamiento mágico es muy cercana, y está ligada profundamente a la esperanza religiosa que ponemos en la acción relámpago de los milagros. Durante siglos, los teólogos nos han hablado sobre los misterios, argumentando que son concebibles pero incomprensibles. La fe en los milagros nos muestra lo numinoso, lo sagrado y lo divino, que funciona sin demora.
¿Puede ser que haya una conexión entre quienes prometen una cura instantánea para el cáncer, místicos como el padre Pío, los teléfonos celulares y la reina malvada en «Blanca Nieves»? En cierto sentido la hay. La mujer al inicio de mi artículo estaba viviendo en un universo de cuento de hadas, encantada por el teléfono celular que llevaba al oído en vez de un espejo mágico.

Fuente:
Grupo Sofos
Correo electrónico: gruposofos@gmail.com
Blog:
http://gruposofos.blogspot.com.co/


lunes, 30 de septiembre de 2019

Te invitamos a conversar con Gabriel Jaime Gòmez Carder este 05 de octubre.








¿Cómo entender a la humanidad del Siglo XXI?
Sus preguntas, sus desafíos.

Ciencia y Humanismo: ¿Conceptos en desuso este Siglo?

Gabriel Jaime Gómez Carder

5 de Octubre de 2019

Sesión en homenaje a la filosofa:

Beatriz Restrepo Gallego


“Esta ciudad si se sigue reduciendo a la convivencia, si se sigue reduciendo a la tolerancia, nunca vamos a construir una verdadera ciudad, se va a convertir, como de hecho se ha convertido en muchos sectores, nichos de aislamiento, nichos de individualismo, donde cada cual trata de salir adelante con sus intereses particulares, donde nadie va a asumir la tarea de construir ciudadanía con otros distintos de mi…..”
Beatriz Restrepo G.

Sofos Febrero 2010

El Grupo Sofos tiene el gusto de invitarlo

a conversar sobre

Ciencia y Humanismo: ¿Conceptos en desuso este Siglo?
El tema de la siguiente sesión de nuestro ciclo Sofos 2019 estará  a cargo de Gabriel Jaime Gómez Carder.

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Entrada libre
Lugar:            Casa Museo Otraparte / Carrera 43A n.º 27A Sur - 11 / Envigado
Fecha:             Octubre 5 de 2019
Hora:              2:30 p. m.

Escuchar transmisión en vivo:
Para participación y realizar preguntas en línea, favor comunicarse a nuestra línea 448 24 04 o a nuestro correo: gruposofos@gmail.com
Para obtener información adicional puede comunicarse con nosotros al correo electrónico gruposofos@gmail.com. En nuestro blog http://gruposofos.blogspot.com podrá consultar la programación, la metodología de trabajo y la presentación del grupo. O puede también comunicarse con la Casa Museo Otraparte: Teléfono: 448 24 04 - Correo electrónico: otraparte@otraparte.org - Sitio web: www.otraparte.org.



  

Lectura preliminar

LA EDUCACIÓN COMO FORMACIÓN DE SUJETOS
Desde la aparición de la humanidad, la educación como práctica social ha estado unida a su desarrollo. La desvalidez del ser humano, la urgencia de disponer de una memoria cultural, y no solo genética, y la tensión nunca resuelta entre instinto y libertad, hicieron necesaria la presencia de procesos que introdujeran a los nuevos miembros del grupo en las prácticas tradicionales, dotándolos de herramientas para enfrentar los retos del medio natural y del entorno exosocial y permitiéndoles adaptarse de la mejor manera según su equipamiento genético a la vida de la comunidad. De la eficacia de este componente educativo dependió la supervivencia de la humanidad.
No fue sino hasta el siglo iv a. C, época clásica de la cultura griega, que esta práctica social, ya por entonces muy desarrollada y compleja, empezó a ser reflexionada. Los resultados de este ejercicio desarrollado por Sócrates, Platón y Aristóteles, como sus eximios representantes, todavía hoy alimentan los discursos de la pedagogía y la didáctica. Sócrates se preguntó por el método de la enseñanza y sus alcances; Platón señaló su importancia para la vida política (en la República y las Leyes); y Aristóteles, que percibió la educación como formación moral, la propuso como superior a la política: así, al ocuparse de la ambición humana, factor desestabilizador en la polis como causante de grandes diferencias entre la población, expresó (en su Política) que frente a ella, que es ilimitada, resultaba más efectiva la educación que las leyes.
En el siglo xv, el Humanismo renacentista retomó con fuerza la idea griega de la educación como formación (paideia). Una de sus más importantes figuras, el filósofo y maestro Pico della Mirandola, en su conocida obra Discurso sobre la dignidad del hombre, expresó de manera todavía hoy admirable su comprensión del ser humano y lo que ello suponía para la educación: el hombre es un ser inacabado que debe darse a sí mismo su forma plena. En este pasaje, que cito extensamente, es Dios quien habla:
¡Oh Adán! No te he dado un lugar determinado, ni un rostro propio, ni una condición peculiar con el fin de que poseas el lugar, el rostro y la condición que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves [...]. No te he hecho ni celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y artífice de ti mismo te formes y plasmes en la obra que prefieras. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas. ¡Oh suma y admirable suerte del hombre, al cual le ha sido concedido ser lo que quiera!
Quedó así señalado el norte (el hombre es un ser inacabado) que la Ilustración moderna del siglo xviii se encargaría de hacer compatible con su propia comprensión del ser humano, recientemente inaugurado como sujeto: un ser humano dotado de libertad y de una razón iluminada, capaz de reducir la realidad objetiva a una imagen (como lo señaló Martin Heidegger en “La época de la imagen del mundo”, Caminos de bosque) y de señorear sobre un mundo sometido a las leyes del conocimiento científico. En este contexto, la educación entró a jugar un importante papel y dentro de ella la educación superior, encarnada en la institución de la Universidad. Estas dos ideas convergen en la Alemania ilustrada, en dos corrientes de pensamiento que tendrán un gran desarrollo: los pedagogos que desarrollan teorías que influenciarán grandemente la educación, no solo en Europa, sino también en América Latina, y los filósofos que reflexionan sobre la Universidad, a lo que me referiré más adelante. De momento, basta señalar que la idea de la educación como formación (bildung) se consolidó y universalizó al menos en el mundo occidental, entendiéndose como el proceso de dar forma (bilden) al ser humano.
Los cambios en el mundo de hoy (primacía del sujeto autónomo y del ejercicio de su libertad) han traído aparejados cambios en la comprensión de la educación, los cuales, desde mediados del siglo xx, han conducido a entender la educación ya no como formación, sino como autoformación, tarea propia del educando, lo que plantea nuevas exigencias al ser y al actuar del maestro. Ahora, como acompañante y orientador de los procesos de autoformación de sus estudiantes, ya no como formador de ellos, el educador ha tenido que asumir nuevas formas de relacionamiento maestro-estudiante, que no son el simple contacto reducido al aula y al periodo escolar ni el apego sobreprotector, y que, por tanto, tocan no solo con el actuar del maestro, sino con su ser. Ahora el maestro es mirado como un ser de acogida (L. Duch, La educación y la crisis de la modernidad), significando con ello que mediante actitudes de reconocimiento y solicitud hacia el estudiante, fortalece en él los sentimientos de pertenencia e identificación con una comunidad en la que se arraiga a lo largo de un buen periodo de su vida. Es, además, un ser que se comunica (J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa) al hacer uso de un lenguaje que mediante la argumentación, no el ejercicio autoritario o manipulador, provoca acuerdos y facilita la interacción. Por último, es también un ser que guarda fidelidad (A. Heller, Más allá de la justicia) primero hacia sí mismo, buscando mantener su autenticidad, y luego hacia el estudiante, en el sentido de cultivar la relación establecida mediante vínculos de confianza, compromiso mutuo y perseverancia.
Este nuevo enfoque de la educación como autoformación impone también sobre el estudiante cambios en su ser y su actuar, nucleados alrededor del valor de la responsabilidad, que no es del caso mencionar aquí. Hago alusión a ello porque quiero preservar el carácter moral del acto educativo, necesariamente ligado a los principios de autodeterminación y autodesarrollo por parte del estudiante, y a condiciones de simetría y reciprocidad por parte del maestro y del estudiante. Cuando la acción de educar se entiende simplemente como un proceso de mera transmisión, de intercambio de conocimientos por dinero, adquiere el carácter mercantil que lamentamos encontrar en muchos ambientes educativos y que desdice de su significado más propio. Ya mencioné que la idea de la educación como formación, desarrollada teóricamente en Europa por los grandes pedagogos del siglo xix y comienzos del xx, permeó el servicio educativo en todo el hemisferio occidental. Fue corriente encontrar que todos los sistemas educativos convergían en la idea de formación a la que se añadía el adjetivo de integral, queriendo significar con ello la complejidad del ser humano y la necesidad de atender a todas sus dimensiones: cognitiva, volitiva, psicoafectiva, psicomotriz, nutricional, sensible-emocional, aunque en muy desigual medida. No se percibió que a pesar de la multidimensionalidad del esfuerzo, el ser humano producto de este proceso de formación —que olvidó la inteligencia social, el carácter político y las capacidades morales que posibilitan el relacionamiento, el reconocimiento de la pluralidad, el respeto de las diferencias, la responsabilidad por el otro, potenciales en todo ser humano— seguía siendo necesariamente un ser individual, bien formado quizás, pero sin referente en la sociedad en la que, como sujeto social, tiene que desempeñarse. Esa situación se ha hecho evidente en nuestro país, donde la educación, si bien ha querido formar integralmente, lo ha hecho con el enfoque individualista de reforzar las capacidades personales, haciendo con ello una muy pobre contribución a la construcción de un mundo social, político y moral incluyente, ordenado y justo.
La educación ha de ser entendida, entonces, como formación, más aún como autoformación integral tanto individual como social, para la vida (social, política y moral) y que, además, es un proceso permanente, que dura toda la vida. Esta última idea corresponde a la aspiración de toda cultura de lograr, mediante la educación, la formación de seres humanos que correspondan a un determinado concepto de hombre, de humanidad, a sabiendas, sin embargo, de que nadie llena plenamente un ideal humano porque la humanidad no se agota en un individuo aunque algunos, como los héroes, los grandes estadistas, los santos y los genios, tanto del arte como de la ciencia (M. Scheler, El santo, el genio, el héroe), se hayan acercado a ello. Igualmente corresponde a teorías de la antropología filosófica o de la filosofía existencial que el ser humano sea un proyecto siempre inacabado que se inicia con el nacimiento y solo termina con la muerte, momento en el cual se evidencia, de manera definitiva y ya inmodificable, la humanidad alcanzada por cada quien.
También aquí nuestro servicio educativo (que no ha logrado constituirse en un sistema de educación plural pero unificada, compleja pero ordenada, secuencial y con una finalidad clara) presenta graves falencias. No tenemos aún una idea del hombre que queremos educar (como nación no la tenemos, aunque algunas instituciones educativas, sobre todo de educación superior, sí la tienen, pero en una perspectiva particular y propia), por tanto, no hay una idea de la educación que nos diga lo que ella es, cuáles son sus fines y cómo lograrlos. Todavía nos estamos preguntando cuáles son los factores que inciden en una educación de calidad —cosa que ya en el mundo se sabe desde hace años— en vez de estar trabajando ya en su promoción e implementación. Ello se debe a que no hemos logrado apropiarnos de la importancia de la educación, no solo para el desarrollo personal sino para la consolidación de la nación en lo social y en lo económico, en lo político y en lo moral. Esta no es tarea que puedan cumplir los individuos, formados para su mundo privado, encerrados en categorías espacio temporales reducidas, volcados únicamente hacia la satisfacción —desmedida o reducida— de sus necesidades, sea por voluntad propia o por condicionamientos sociales. Esta es tarea para los sujetos sociales, los sujetos políticos (o ciudadanos) y los sujetos morales (o personas) que son el resultado de condiciones de vida estimulantes y de procesos educativos comprometidos en la formación del ser humano que esta nación requiere.
¿Quién es, entonces, sujeto? Es alguien dotado de identidad (fundada en el arraigo propio de todo ser vivo y en el reconocimiento por el otro, que empieza en el momento del nacimiento y que genera sentimientos de pertenencia, seguridad y confianza); consciente de su dignidad (fundamento de la autovaloración y la autoestima, necesarias para acometer acciones portadoras de futuro y para afrontar la vulneración y la humillación); dotado de la función narrativa, (mentarse como un yo, narrarse, hablar de si mismo y de los otros que siempre existen en el relato); capaz de trazarse un proyecto de vida (construcción de sentido a partir de la sucesión de experiencias para configurar una totalidad integrada y significativa, de acuerdo a sus capacidades y posibilidades), de verbalizarlo mediante la narración (que lo inscribe en una comunidad y en una cultura determinada) y de realizarlo en interacción con otros (la dialéctica de la mismidad y la otredad está presente desde siempre ante el sujeto como sí mismo que se afirma frente al otro distinto de sí) para transformar la realidad. El sujeto tiene, por tanto, agenda y en consecuencia, poder y responsabilidad, tiene la capacidad de introducir cambios y transformar; a esto se llama poder y, en la medida en que este es resultado de una decisión personal y libre, el sujeto es responsable por ello.
En esta amplia caracterización se acotan tres ámbitos fundamentales del ser del sujeto, siguiendo a Paul Ricoeur (Historia y Narratividad): el de “los actos de habla” en los que el sí mismo se designa como hablante; el de “la acción” en la que se designa como agente, como autor de una acción que depende de si mismo; el de “la imputación moral” en la que el sí mismo se designa como sujeto responsable. El sujeto o agente es, entonces, aquel ser humano dotado de palabra (J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa) y de acción (H. Arendt, La condición humana), capaz, además, de responder moralmente por una y otra (P. Ricoeur, Historia y Narratividad). Volveremos sobre estos tres ámbitos en el apartado “El mundo de la vida”.
De momento señalamos que, dentro del marco anteriormente expuesto (¿quién es sujeto?), la tarea de formación de sujetos resulta difícil para nosotros. Las condiciones para iniciar los procesos identitarios no están al alcance de grandes sectores de la población: no se dan el arraigo y la pertenencia en medio del desplazamiento forzado y la ausencia de asentamientos permanentes. Ni el reconocimiento en medio de tantos nacimientos no deseados, fruto de las relaciones ocasionales o violentas: porque son la mirada amorosa de la madre, la acogida en un entorno estable, la figura de un padre protector, los que generan los sentimientos de seguridad y confianza desde la primera infancia. La conciencia de la propia dignidad inherente a todo ser humano se ve permanentemente vulnerada por la pobreza extrema que agota la vida en la sobrevivencia diaria, y no abre una ventana de futuro. El precario uso del lenguaje, fruto de la escasa educación y una débil socialización, impide al individuo ser sujeto de una narrativa en la que inscriba también su comunidad, es decir, su tradición y su cultura. El proyecto de vida como elección de un sentido tampoco es posible en medio del sometimiento y la imposición de formas de vida, aseguradas de manera heterónoma por una historia de la que no se ha hecho parte activa.
Los gobiernos y la sociedad hemos permitido la aparición y crecimiento de una gran masa de la población sin identidad (aunque con cédula), sometida fácilmente, por tanto, a los discursos promeseros y engañosos que son, además, los únicos que conoce, que no logra hacer visible su dignidad porque no siente tenerla; una población sin las herramientas del lenguaje que les permita a sus miembros afirmarse como sujetos de una narrativa que cuente, carente de un proyecto de vida impedido por las urgencias del día a día, despojada de un poder que le permita señorear su destino, transformar algún aspecto de su realidad y, por tanto, sentirse responsable de su quehacer. Más de dos generaciones de colombianos se han perdido en los oscuros vericuetos de nuestra historia reciente. Hombres y mujeres dotados de una dignidad siempre vigente aunque no siempre visible, dotados de capacidades diversas que no lograron florecer por falta de oportunidades, perdidos para la nación como sujetos, actores sociales, ciudadanos participantes y personas morales. Este es un lujo que la nación no puede seguir dándose. Las nuevas generaciones, entre la cuna y los veinticuatro años, todavía pueden ser atendidas o recuperadas mediante procesos de socialización y de educación en sentido amplio. No es solo tarea del Estado y de la familia, la sociedad también puede aportar recurriendo a procesos de educación no formal y pedagogías sociales y a todo el servicio educativo, no solo la educación básica y media sino también la superior. Y esta última, de manera particular, como formadora de docentes y jóvenes estudiantes que ya pueden insertarse plenamente en el mundo de la vida como sujetos sociales, ciudadanos y personas morales.
Dentro del amplio espectro de la formación del sujeto, quiero destacar un aspecto que considero fundamental para este proceso. Se considera generalmente que la competencia básica para el aprendizaje es la lectoescritura, pero no nos hemos detenido en lo que es anterior a ella: el habla y su concomitante, la escucha. Desde comienzos del siglo xx, la lingüística empezó su desarrollo como ciencia, camino que aún no termina y que ha arrojado importantes herramientas de comprensión de los fenómenos humanos. No es el caso entrar aquí en ese detalle, solo quiero señalar que, en los procesos educativos que buscan formar al ser humano como sujeto, este importante aspecto ha estado descuidado en todas las etapas de la formación. El habla no es solo una herramienta de comunicación, también lo es de la construcción del yo, primer pronombre que el niño aprende a verbalizar. La construcción de un relato favorece la reflexión, el pensamiento lógico, el desarrollo del vocabulario, o sea, la capacidad de nombrar, pero sobre todo la reflexividad como capacidad de designarse a sí mismo. Sabemos muy bien que muchos de nuestros bachilleres terminan su ciclo formativo sin saber hablar, es decir, sin lograr expresar verbalmente lo que quieren significar, de tal manera que sea entendido por otro. Las entrevistas de admisión a la educación superior, en este sentido, resultan dolorosas. Fue noticia el año anterior la renuncia de un docente universitario, en protesta porque sus estudiantes no sabían escribir correctamente; ¿sabían ellos hablar correctamente? Me temo que no. Por eso en el lenguaje juvenil priman las palabras soeces ante la pobreza del vocabulario; en su comportamiento prevalecen los gestos agresivos ante la incapacidad de expresar los estados de ánimo mediante discursos objetivos; y las muletillas, estilo “sí, ¿o qué?”, sustituyen la carencia de capacidad argumentativa. Como veremos enseguida, el habla (J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa) o la palabra (H. Arendt, La condición humana) se constituyen en elemento central en la formación del sujeto. Finalmente es justo destacar el importante papel que la palabra ha jugado en el proceso de reparación a las víctimas de la violencia. Puede decirse que ha sido este un genuino ejercicio de construcción de identidades narrativas (P. Ricoeur, Tiempo y Narración) que, a la vez que ha dado nombre a las víctimas, ha convertido a muchos de los deudos hablantes en agentes de reconciliación; además, ha recuperado la memoria, transformándola en memoria colectiva, esto es, política, y ha permitido su ingreso a la historia.
Restrepo Gallego, Beatriz. Reflexiones sobre educación, ética y política. Fondo Editorial Universidad EAFIT. pp. 9-23. Medellín, 2014.
Grupo Sofos

lunes, 16 de septiembre de 2019

Te invita a conversa con Pablo Cuartas Restrepo este 21 de septiembre




«Una cosa he aprendido a lo largo de mi vida: toda nuestra ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e infantil… y sin embargo es lo más preciado que tenemos».
Albert Einstein
«Hemos hecho un trabajo tan pésimo en lo que respecta a administrar nuestro planeta que deberíamos tener mucho cuidado antes de intentar administrar otros».
Carl Sagan
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El Grupo Sofos tiene el gusto
de invitarle a la conversación:
¿Qué tiene que ver Einstein
con mi smartphone?

El tema de la próxima sesión es «¿Qué tiene que ver Einstein con mi smartphone?», a cargo de Pablo Cuartas Restrepo, ingeniero mecánico de la Universidad de Antioquia, especialista y magíster en Astronomía del Observatorio Astronómico Nacional de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en Física de la Universidad de Antioquia. Fue director científico del Planetario de Bogotá y cocreador del pregrado de Astronomía de la Universidad de Antioquia, donde actualmente se desempeña como docente. Divulga el conocimiento científico por medio de libros, artículos especializados, conferencias y el programa radial «Universo en expansión» en Radio Bolivariana.

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Entrada libre
Lugar:            Casa Museo Otraparte / Carrera 43A n.º 27A Sur - 11 / Envigado
Fecha:             21 de septiembre de 2019
Hora:              2:30 p. m.

Ver formulario de evaluación de la conferencia:

Escuchar transmisión en vivo:

Para participación y realizar preguntas en línea, favor comunicarse
a nuestra línea 448 24 04 o a nuestro correo:
gruposofos@gmail.com

Para obtener información adicional puede comunicarse con nosotros al correo electrónico gruposofos@gmail.com. En nuestro blog http://gruposofos.blogspot.com podrá consultar la programación, la metodología de trabajo y la presentación del grupo. O puede también comunicarse con la Casa Museo Otraparte: Teléfono: 448 24 04 - Correo electrónico: otraparte@otraparte.org - Sitio web: www.otraparte.org.

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Lectura preliminar
El pensamiento y el espíritu
de Carl Sagan en 25 frases

Por Fernando Pino

Pocas figuras en la comunidad científica han resultado tan inspiradoras y empáticas en relación con la opinión pública como lo ha hecho la del profesor Carl Sagan (1934-1996), especialmente entre millennials y todas aquellas personas que vivimos motivadas por la curiosidad y el amor por el conocimiento. Y no es para menos, pues el arduo y sostenido esfuerzo que este polifacético astrofísico, astrónomo, cosmólogo y divulgador científico (entre otras cosas) desarrolló durante la segunda mitad del siglo xx no solo elevó a un nivel masivo las preocupaciones del quehacer científico, sino que despertó el interés por las ciencias en miles y miles de personas alrededor del mundo, transmitiendo los valores más importantes del humanismo y ofreciendo el invaluable obsequio de la humildad a la que solo podemos llegar cuando nos detenemos a observar el vasto cosmos, enfocando así la mirada a nuestra más profunda interioridad.

Ahora, si bien es cierto que por un lado aferrarse a la construcción de un ídolo tarde o temprano nos conducirá al ineludible sendero de la decepción, y que, por otro, reducir la producción intelectual de una subjetividad de semejante calibre a una serie de frases resulta tan injusto como peligroso, hoy haremos la merecida excepción, pues tal es el motivo del pequeño homenaje al que te invitamos. Carl Sagan fue, es y será una inagotable fuente de energía motora hacia el despertar de la mente, el conocimiento y la consciencia humana, tan necesaria en nuestros días. Así es que, sin más, he aquí su pensamiento y espíritu a través de 25 sobresalientes frases que hemos recopilado y sometido a nuestro idioma:

Sobre el poder de la literatura, magia que realmente existe y que es humana

«Qué cosa tan sorprendente es un libro. Un libro está hecho de un árbol. Es un objeto constituido por partes planas y flexibles (que todavía llamamos «hojas») impresas con garabatos en oscuros pigmentos. Pero echas un vistazo a un libro y escuchas la voz de otra persona, quizás la de alguien que incluso ha muerto hace miles de años. A través del tiempo y los milenios, la voz de quien lo escribió nos está hablando, clara y silenciosamente, dentro de nuestra cabeza, directamente a ti. La escritura es quizás el más grande de todos los inventos de la humanidad, uniendo a personas, ciudadanas de épocas lejanas, que nunca se conocieron. Los libros rompen las cadenas del tiempo y son la prueba de que los seres humanos realmente pueden hacer magia».

Del reflejo de los astros
«El estudio del universo es un viaje al autodescubrimiento».
De ciencias y pseudociencias

«Cómo puede la ascendencia de Marte durante el momento de mi nacimiento influir sobre mí, ni entonces ni ahora. Nací en una habitación cerrada, la luz de Marte no podía entrar. La única influencia de Marte que podía afectarme era su gravitación, sin embargo, la influencia gravitatoria del personal obstetra era mucho mayor que la influencia gravitatoria de Marte. Marte tiene mayor masa, pero la obstetra estaba mucho más cerca».

Sobre el dominio al que somete la cultura

«[…] Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur de antes de la guerra, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo. “[Para] tener contento a un esclavo —escribió Bailey más adelante— es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental y, siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón”. Esta es la razón por la que los esclavistas deben controlar lo que oyen, ven y piensan los esclavos. Esta es la razón por la que la lectura y el pensamiento crítico son peligrosos, ciertamente subversivos, en una sociedad injusta».

De ausencias y evidencias

«La ausencia de evidencia no es una evidencia de la ausencia».
Sobre la espiritualidad
«La ciencia no solo es compatible con la espiritualidad; es una profunda fuente de espiritualidad».
Sobre la misteriosa majestuosidad del cosmos
«El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que alguna vez será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: sentimos como una suerte de cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación… como si de un recuerdo lejano o como si cayéramos desde una gran altura se tratase. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios».
Del poder de la imaginación

«La imaginación frecuentemente nos llevará a mundos que jamás fueron. Pero sin ella, no iremos a ningún lado».
Sobre la tolerancia
«Si alguien no está de acuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrarás a nadie parecido en cien mil millones de galaxias».
Sobre nuestros cerebros
«El cerebro es como un músculo. Cuando está en uso, nos sentimos muy bien. La comprensión es alegría».
De la supuesta soledad humana
«Si estamos solos en el universo, seguro sería una terrible pérdida de espacio»
De la posibilidad de habitar otros planetas
«Hemos hecho un trabajo tan pésimo en lo que respecta a administrar nuestro planeta que deberíamos tener mucho cuidado antes de intentar administrar otros».
Sobre nuestra gran responsabilidad
«Nuestra lealtad debe ser para las especies y el planeta. Nuestra obligación de sobrevivir no es solo para nosotros mismos sino también para ese cosmos, antiguo y vasto, del cual derivamos».
De la razón del universo
«El universo no fue hecho a medida del ser humano; tampoco le es hostil: es indiferente».
Sobre el carácter de la ciencia
«La ciencia no es perfecta, con frecuencia se utiliza mal, no es más que una herramienta, pero es la mejor herramienta que tenemos, se corrige a sí misma, esta siempre evolucionando y se puede aplicar a todo. Con esta herramienta conquistamos lo imposible».



De la duda y la fe
«La primera gran virtud de la humanidad fue la duda y el primer gran defecto la fe».
Sobre la necesidad del cambio y la autocrítica
«En la ciencia suele ocurrir que un científico diga: “Es un buen argumento, yo estaba equivocado”, que cambie de opinión y desde ese momento no se vuelva a mencionar la antigua posición. Realmente sucede. Aunque no con la frecuencia que debería suceder, ya que los científicos son humanos y el cambio a veces es doloroso, pero ocurre cada día. No recuerdo la última vez que algo así pasó en política o religión».

De la creencia fanática
«No puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencia, están basadas en una enraizada necesidad de creer».
Sobre los sueños
«Existe la profunda y atractiva noción de que el universo no es más que el sueño de un dios, quien, después de 100 años de Brahma, se disuelve en un sueño sin sueños y el universo se disuelve con él, hasta que, después de otro siglo de Brahma, se despierta, se recompone a sí mismo y comienza de nuevo a soñar el gran sueño cósmico. Mientras tanto, en alguna parte, hay un número infinito de otros universos, cada uno con su propio dios soñando el sueño cósmico. Estas grandes ideas son empañadas por otra, quizá incluso mayor, que dice que los seres humanos podrían no ser los sueños de los dioses, sino que los dioses son los sueños de los seres humanos».

Del valor de la divulgación
«Después de todo, cuando estás enamorado, quieres contarlo a todo el mundo. Por eso, la idea de que la comunidad científica no hable al público de la ciencia me parece aberrante».
Sobre la importancia de la ciencia y la tecnología
«Vivimos en una sociedad exquisitamente dependiente de la ciencia y la tecnología, en la cual prácticamente nadie sabe nada acerca de la ciencia o la tecnología».



De nuestra aparente singularidad
«Hemos averiguado que vivimos en un insignificante planeta, de una triste estrella perdida, en una galaxia sobre la olvidada esquina de un universo, en el cual hay muchas más galaxias que personas».
Del descubrimiento
«En algún lugar algo increíble está esperando ser descubierto».
Definiendo la ciencia
«Más que un conjunto de conocimientos, la ciencia es una forma de pensar».
Sobre nuestra naturaleza, la naturaleza del cosmos
«Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos la forma en la que universo se piensa a sí mismo».

Fuente:
Grupo Sofos
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