viernes, 30 de noviembre de 2007

Ciclo 2007

Lecciones de CIudad: examinarla, pensarla, transformarla

Marzo 3
Presentación del Ciclo. Ciudad y Ciudadanía
William Jairo Román

Marzo 17
Origen de la Ciudad
José María Bravo Betancur

Marzo 31
La Medellín de Medellín
Darío Ruiz Gómez

Abril 14
Fundación Coraje: un modelo de desarrollo y concertación para la ciudad
Sonia Vásquez

Abril 28
Ciudad Región
María Clara Echeverría

Mayo 12
Ética y ciudad
Beatriz Restrepo Gallego

Mayo 26
Ciudad planeada Ciudad construida
Luis Fernando González Escobar

Junio 9
Una mirada sobre los Derechos Humanos en la ciudad de Medellín
Jorge Ceballos

Junio 23
Una lectura del periodismo sobre los conflictos de la ciudad
Luis Alirio Calle

Julio 7 a Agosto 10
Receso vacacional

Agosto 11
Relación Estado, Sociedad, Territorio: caso Valle de Aburrá y su Área Metropolitana
José Roberto Álvarez Múnera

Agosto 25
Sistema de Atención y Acompañamiento al habitante de calle
Marcela Silvia Calle López y Carlos Alberto Noreña Aguirre

Septiembre 8
Democracia y Convivencia
Fabio Humberto Giraldo Jiménez

Septiembre 22
“Las seductoras curvas de Tánatos, los conflictos y la seguridad en Medellín”
Pablo Emilio Angarita Cañas

Octubre 6
¿A quién le importa la movilidad en la ciudad?
Adolfo Eslava Gómez

Octubre 20
Gobierno y Gobernanza desde las ONG
Mauricio Cadavid

Noviembre 3
Desconectados ¿Drama sin solución?
Fernando López Molina

Noviembre 17
Responsabilidad Política
Rafael Rincón Patiño

Diciembre 1
¿Pueden ser las percepciones comunicacionales de los pobladores de la Comuna 13 de Medellín reflejo de un conflicto armado?
Gonzalo Medina Pérez

lunes, 2 de julio de 2007

Para ayudar a entender

Luis Alirio Calle M.
Otraparte, Envigado
Junio 23 de 2007

(Dos preámbulos. Uno: voy a contar una historia que ya he contado en espacios parecidos a este porque creo que ilustra el camino peligroso que ha seguido el periodismo de la noticia que, más que para prestar un verdadero servicio de información, se hace para buscar espectacularidad y obtener premios, y detrás de los premios rating, y con el rating plata, mucha plata. Y dos: me refiero aquí a lo que podríamos llamar “la generalidad” del periodismo, es decir, los grandes medios que copan con sus espacios informativos los principales horarios; esto último alude, desde luego, principalmente a la televisión. Porque la verdad es que no podemos ignorar mucho periodismo y muchos periodistas que son coherentes con su compromiso, pero que no tienen la posibilidad de ser tan masivos como “la generalidad”, es decir, la de los altos índices de rating.)

Alguna vez, hace unos 15 años, fui invitado a un foro sobre periodismo y comunidades populares, organizado por alguna entidad estatal aquí Medellín. Participábamos varias personas de diversos campos académicos y profesionales. Cada uno expuso lo que llevaba y se abrió el foro. En el público había muchos jóvenes, y uno de los primeros que participó, anunció que la inquietud era para mí, y expuso lo siguiente (no es textual, pero es casi fiel a lo que dijo):

“Vea hombre, yo soy de la comuna nororiental y quiero contarle una cosa que nos pasó en el barrio. Hace días subió una gente de televisión de Bogotá a hacer un reportaje por allá donde nosotros vivimos. Hablaron con líderes, entrevistaron, montaron cosas para hacer actuar a la gente, grabaron y se fueron. Todo bien, ¿cierto? Pero a los diítas vimos el reportaje en televisión. La gente quedó con temor y a los pocos días el barrio fue invadido de fuerza pública. Maltrataron gente, se llevaron a muchos jóvenes de muchos no sabemos dónde están y el pánico se apoderó de las calles. Poco tiempo después vimos que a los que hicieron el reportaje les daban un premio por ese trabajo, y lo que yo quiero preguntar es… ¡¿para qué sirve el periodismo, pues, hermano?… porque yo no entiendo que por un reportaje la fuerza pública vaya a aporrear a una comunidad mientras que los que hicieron ese trabajo son premiados y aplaudidos?! ¡Con eso que nos pasó, por dios que no entiendo ni esto del periodismo que hacen, y con eso le digo todo!” y se sentó el muchacho.
Hubo aplausos, después de los cuales vino un gran silencio. Se supone que yo debía contestar, y a mí lo único que se me ocurrió decir fue que iba a tener que revisar las lecciones que me habían dado en la Universidad porque, con base en ese ejemplo, se me acababa de zafar la idea de cuál era la misión del periodismo, y que, igual que él, yo también exigía una repuesta. La gente volvió a aplaudir.
Esa historia podría ser la respuesta a la pregunta por lo que ha sido el periodismo frente al conflicto urbano, no sólo aquí en Medellín sino en todo este país (y frente a todos los otros conflictos también). Y tal pregunta comprometería en particular a los medios locales porque, bien mirado, son los llamados a crear un nuevo periodismo, o mejor, unas maneras nuevas de hacer periodismo frente a los conflictos que generan violencia, y la violencia guerra, y la guerra persecución y violación de los derechos, que aunque es lo mismo en todo el país, en cada región tiene características, propósitos y sustancias propias de cada una.
Pero ahora retomamos la idea... Yo estoy convencido de que el mejor periodismo sucede para la paz, o no es el mejor. Sucede para la paz aunque la noticia, el informe, la entrevista, el reportaje, la crónica, sea sobre la violencia, sobre la guerra.
Y cuando el tema es la violencia, no sólo es el acto terrorista del carro-bomba que explota en medio de la vida, tampoco es sólo el encuentro entre guerrilla y ejército, no sólo son las masacres de campesinos a manos de paramilitares. El tema de la violencia va desde la dinamita puesta en el parqueadero hasta el derrumbe que tumba cinco casas en el barrio la Cruz del nororiente de Medellín, y hasta la muerte por hambre de un niño en el barrio Trincheras.

Visto así, y con una simple mirada que demos sobre el panorama que nos ofrece la Historia y hablo de la Historia de aquí porque es aquí donde nos toca la vida, no hemos sido entonces servidos por el mejor periodismo, porque si el mejor periodismo sucede para la paz, ¿dónde ha estado ese periodismo para que tengamos el resultado de país que tenemos?: violencia, guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo, corrupción, narcopolítica, parapolítica, altos niveles de miseria, centeneras de muertes por desnutrición, drogadicción, alcoholismo, desplazamiento forzado, impunidad, discriminación hasta por el nombre.

El periodismo y el tren
A menudo decimos que informar es un servicio público y la información un bien común. Pero... ¿hasta qué punto esto es como la histórica y burlona divisa de los conquistadores españoles que, al verse a muchas millas de distancia del rey quien los enviaba con la orden expresa de respetar a los nativos de Las Indias decían, triunfantes: “Se obedece, pero no se cumple”... y actuaban en consecuencia?

Para mí, el de informar es un servicio como el de acueducto. No basta con llevarle agua bastante a la gente hasta su casa a costos relativamente baratos. Es todavía más importante, en la prestación de ese servicio, que el agua no enferme a la gente, que no les produzca diarreas y fiebres que matan a los niños. Si el agua enferma a la gente, el servicio de acueducto deja de ser una bendición y se convierte en un enorme peligro para la salud pública, aunque sea barato y abundante.

Lo mismo pasa con la información, que puede llegar a ser un verdadero tóxico para el alma de una comunidad que, confundida, anhela saber y entender las cosas que la afectan, saber y entender por qué los derechos y las posibilidades no coinciden, saber y entender por qué los derechos no son reales aunque son legales.
Hoy asistimos a un periodismo y ese periodismo nos asiste “de último vagón”, como lo explicaba la otra vez un reportero de este país, considerado guardián de la ética del periodismo aquí en Colombia: Javier Darío Restrepo.

Porque creo en ella, yo siempre voy a apelar a la comparación que hace Javier Darío de la práctica de este trabajo y un viaje en tren. Como en el tren, hay un periodismo de último vagón que está siempre pendiente de lo último que va pasando para convertirlo en información. Mas lo último es dejado rápidamente atrás por el tren, es olvidado a la vuelta de la próxima curva. A eso se dedica el gran paquete de información que los medios ofrecen a la gente, aquí y ahora, y como pasa tan rápido sin que alcancemos a digerirlo, todo lo que nos informan se queda en el ya barato y fácil, aunque popular, esquema de periodismo ligth, es decir, blando, pasajero, que no exige pensar... no exige ni deja. En realidad, para hacer ese periodismo de último vagón no hay que quemarse las pestañas en una Universidad. Basta, acaso, con ser modelo o parecerlo, y hablar y escribir más o menos bien.
Hay otro periodismo que va en el primer vagón, o si se quiere, en la cabina del maquinista. Ese periodismo está conociendo la vía por donde va el tren y va describiendo lo que sucede, tratando de dar tranquilidad a los pasajeros. Mas es un periodismo que poco o nada puede hacer a la hora de encontrarse de golpe con un bache en la vía, aunque su grito de alerta puede hacer que los pasajeros alcancen a saltar antes de que el tren se descarrile. Con todo, en realidad puede más que el periodismo de último vagón, que sólo sabrá de la desgracia cuando el tren haya caído al abismo, como todo en este país.

Pero hay un periodismo que no va en el tren. Va primero que el tren, kilómetros adelante del tren. Ese periodismo está en capacidad de salvar a todos de la tragedia porque podrá advertirla y tendrá tiempo de informar a la tripulación para evitar el desastre.
Ese periodismo que no va en el tren conocerá primero que tripulación y pasajeros los altibajos de la vía, los cambios de clima, los terrenos débiles, los puentes peligrosos, la localización de los forajidos, el posible y fatal encuentro con otro tren, y a todo eso el tren llegará advertido, prevenido, preparado para enfrentar la adversidad.

Un periodismo que viaja kilómetros adelante del tren es el mejor periodismo, porque el mejor periodismo no sólo lleva sino que emite la luz. Si tuviésemos un periodismo de semejante categoría, podríamos habernos adelantado al narcotráfico y a su terrible legión de sicarios; podríamos habernos adelantado a la corrupción, a la que, como el cáncer, ya nada le vale en su avanzado estado de invasión; podríamos haber entendido, antes de que ocurriera, el desplazamiento forzado de personas como táctica de guerra y habríamos podido burlar las estrategias de la infamia.

Un periodismo así tendría que ser hecho por gente preparada, técnica y éticamente, gente con conocimiento y sensibilidad, y con libertad, aquella libertad altamente responsable que suele habitar en los hombres y mujeres que trabajan con amor, y cuando hablo de amor no quiero adornar nada ni ponerle romanticismo a este asunto, hablo de algo que en periodismo tiene que suceder como sucede en la labor de las mamás cuando les preparan a sus hijos la comida.
Pero claro, un periodismo de esta clase, aunque sea el más excelente servicio, es el peor negocio, pues él mismo se encarga de extirpar las posibles noticias generadoras de rating. Porque, no nos digamos mentiras aunque suene abrupto, infame, diabólico, vende más drama la explosión de la bomba que la desactivación oportuna de la misma, y es menos costoso y más rentable el periodismo de último vagón que va, cómodo, en el tren, que el periodismo que va adelante sometido a los peligros y al mal tiempo, demandando además altísimos costos y poco rating.

¿Y dónde queda el derecho de los pasajeros a llegar vivos y sanos a su lugar de destino? Hombre, siempre nos han dicho que el periodismo no es el poder, no es la administración, que el periodismo es espectador, observador, y que su papel es el de fiscalizar los actos del poder. Pero también nos han dicho que el periodismo es el “cuarto poder”, lo que, en la práctica, se convierte en el primero, porque termina siendo herramienta, e incluso arma, de todos los otros poderes. Napoleón decía que le temía más a tres periódicos que a 100 mil bayonetas. Y uno sí se pregunta: ¿por qué un periódico o un canal de televisión puede motivar la caída de un jefe de Estado, y no, por ejemplo, la reducción significativa de la corrupción? ¿Por qué se puede presionar la echada de un mal ministro y no el nombramiento de uno bueno? ¿Por qué movemos la solidaridad frente a una inundación y no para reducir a su mínima expresión la impunidad?

En nuestro ejemplo, la llamada libertad de prensa, en su esencia de poder elegir, elige lo más cómodo, lo menos costoso y lo que menos ponga en peligro las relaciones con poderosos. La libertad de prensa, en el negocio de la información, es finalmente una política de empresa que no siempre está en concordancia con el derecho a la información que tiene el público a saber y a entender la realidad que no coincide con sus anhelos, con sus búsquedas, con sus derechos.
Es que el periodismo comenzó a enrarecer su ambiente de servicio cuando se descubrió que con él se podía hacer mucho dinero. En el ámbito de los reporteros, de nada sirve tener libertad si no existe la posibilidad de ejercerla, si no hay plata para investigar, si nadie responde por la inseguridad que impliquen tus investigaciones, si el director es quien decide cuándo ejerzo mi libertad y cuándo no. Y en periodismo, sobre todo en periodismo informativo, el de las noticias, dos numerales determinan todo: primero, el director siempre tiene la razón; segundo, si no la tiene, remítase al primer punto.

Conflicto y espectáculoMedellín es una ciudad que apenas estamos descubriendo, todavía muy a medias, muy mediocremente todavía. Lo digo en nombre del público, de la colectividad que se siente víctima de la política, de la economía y de la violencia.
Los políticos probablemente saben y entienden el mundo político que debiera ser de todos, no sólo de los políticos, y lo mismo los que se mueven en el mundo económico que nos contiene, y los artistas su mundo y los deportistas el suyo; y probablemente sean los violentos los que más saben del mundo con el cual nos golpean, y en particular se golpean ellos mismos... Aunque podrían ser también los menos saben de violencia, de sus por qués y sus para qués.

El gran vacío de comprensión está en lo económico y en lo político, principalmente, pero a esa categoría de principal se acerca también el vacío de comunicación social, y en ella, el vacío de periodismo, que sigue siendo, aquí como en el resto del mundo, un servidor y en muchos casos servil y sirviente del poder, tanto del poder estatal como del contraestatal y el paraestatal, y últimamente hasta más de estos últimos… Y periodismo sirviente de la voracidad del mercado y su insaciable furia de espectáculo.

Muchos han señalado que durante los últimos años Medellín, como objeto de información, y en particular del negocio de las historias que venden porque aterran, ha sido una ciudad desvestida a jirones, ultrajada y fragmentada, no una ciudad detenidamente desnudada para sentir para entender sus gritos y sus silencios, sus risas y sus llantos. Valga aclarar que hoy, cuando decimos Medellín, realmente pensamos en toda el Área Metropolitana, expresión técnica que reemplazó la poesía del nombre “Valle del Aburrá”.

También al departamento puesto que no somos sólo capital, ni sólo Área Metropolitana le ha sucedido algo así. La ciudad y la región, más que objetos, materia, tema de la información, han sido en numerosos casos y momentos víctimas de ella, cuando más que informar para prestarle un servicio a la comunidad, lo hemos hecho casi que únicamente para ganar dinero con el espectáculo del dolor de la región y de su ciudad capital.
No nos llamemos a engaño: para los grandes medios Medellín ha sido una mina de historias de la violencia, del dolor y de la miseria, que le han dado a esta ciudad, en todo el mundo, un nombre de leyenda, que puede servir, acaso, hasta para asustar a niños europeos y norteamericanos reacios a tomarse la sopa o a acostarse temprano.
Durante el último tiempo hemos visto cambios, sin duda, nuevas miradas periodísticas motivadas por el renovado ambiente que respiramos. Pero creo que quienes trabajamos en los medios seguimos sin tomarnos el trabajo de investigar y de ayudar a entender, a fondo, lo que nos viene pasando. Los medios se han contentado sólo con describir los hechos dispersos sin mayor análisis, y eso sólo ha servido para señalar, para estigmatizar, para condenar a comunidades enteras entre las que la mayor parte de la población es inocente. En consecuencia, la información trabajada de esa manera tan superficial, tan de afán a causa de la tiranía de los horarios de los noticieros y las horas de cierre de los diarios, para lo único que ha servido es para crear mayor polarización, para separar más, para dividir más, para atizar la guerra, para aumentar las violencia y las violaciones.

En esta parte recuerdo que la profesora María Teresa Uribe, del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, me hizo alguna vez la advertencia de que los periodismos somos usados como armas de guerra, y que lo peor es que ignoramos. A ello se suma lo que me dijo una tarde en su oficina el asesinado ex ministro de Estado Gilberto Echeverri Mejía: Mucho ojo, que ustedes los periodistas, nos han hecho creer que noticia y verdad son lo mismo.
El periodismo le dedica la mayor parte de su tiempo y de su espacio sólo a relatar los hechos, no a ayudar a interpretarlos. Al periodismo parece importarle sólo el drama de los hechos, no sus significados. Trabajamos para el QUÉ, no para el POR QUÉ. Hemos dado cuenta sólo de los actos, no de las actitudes que concluyen en los actos, no de los orígenes de esas actitudes ni de lo que generan con sus actos.

Informar es contar algo que ha sucedido y que afecta para bien o para mal a la comunidad; dar cuenta de un hecho o suceso que resulta ser de interés público porque afecta a la comunidad... Pero creo que hay algo más trascendental que el hecho mismo, y es la historia que concluye en el hecho, el significado de ese hecho, los hilos que se tejen para llegar al hecho. De la información, más que la noticia, lo que la gente necesita es entender el hecho, en qué y cómo me compromete a mí el hecho como miembro que soy de la sociedad que produce ese suceso objeto de noticia... En el servicio de información, lo que me hace sentir bien servido es entender lo que sucede, los hechos, a través de la descripción, la narración y la imparcial interpretación de esos hechos o sucesos, sentir y saber lo que le están diciendo a la sociedad los hechos o sucesos objetos de noticia. Más que saber con indiscutible exactitud cuántos son los muertos de una matanza, la gente tiene necesidad de saber y entender qué pasa en su organización social para que ocurran matanzas; la gente necesita conocer y entender por qué en lo horrible de las horribles matanzas, lo más horrible es la certeza de impotencia y de impunidad. Como decía un amigo la otra vez: “Lo más horrible es que no pase nada aunque nos pase lo más horrible”.
Periodismo de cerca. Si algún periodismo puede tener la posibilidad de servir a la comunidad con un mayor acercamiento a la verdad, ese es el que se ejerce en el ámbito de lo que denominamos “lo local”. Lo local es el aquí y el ahora, y en lo local todos podemos vernos, representarnos, retratarnos, reconocernos. Por eso, sobre ese periodismo puede influir de manera mucho más positiva la demanda de la verdad porque, en cuanto perteneciente a la localidad, uno tiene mucho más que perder si miente y si es mediocre, porque, como decían las abuelas, “la gente no es boba”.

Al periodismo local le cae con particular peso aquello que, referido a los chismes, sentencia que “pueblo pequeño infierno grande”. Hay una diferencia gigantesca entre ser periodista corresponsal para un medio en Bogotá, y más entre ser corresponsal de un medio extranjero, que serlo para un medio local. La cercanía con el público (lector, oyente, televidente) puede demandar del periodista más investigación, mayor veracidad y un nivel ético superior. Al corresponsal, en cambio, le puede pasar como a los conquistadores españoles respecto del rey cuando se hallaban en América:: “se obedece, pero no se cumple”.
Algo así, sin duda, les sucede a los reporteros que vienen del otro lado del mar a cazar historias de aquí para vender en el mercado de allá. Muchas de esas historias tienen todo el poder de atrapar la atención de sus públicos sedientos de historias exóticas y tropicales, de tragedias y miserias que estremecen su aburrimiento, en el que sólo se acomodan mejor con la seguridad de que entre ellos nunca sucederán tales historias.
Pero son historias desgranadas de una mazorca madre que las contiene. Desgranadas, son historias dispersas, y fragmentan la realidad de quienes, objetos de esas historias, hacen parte de una comunidad, de una ciudad, de un país con historia, con nombre, con cultura, con informaciones y conocimientos que contribuyen a la explicación del resto del mundo. Vistas así, desgranadas, aisladas, parte de un mercado de productos exóticos, sólo son anécdotas que asustan, no revelaciones de profundas desigualdades que comprometen a todo el planeta tierra, incluidos los príncipes y las princesas que habitan bajo campanas de cristal.
Pero volvamos a nuestro periodismo local. En virtud de esa cercanía del periodista con su público, que demanda de él mucha mayor responsabilidad con la veracidad y el verdadero servicio de información para dar luz y para ayudar a abrir caminos, no para detenernos en el dolor y en el llanto, nuestro periodismo local debería ser modelo de periodismo en el país, y debería ser guía y fuente del periodismo que viene aquí a buscar historias, no sólo el periodismo extranjero, también el que viene de Bogotá.

Gracias a esa proximidad, el periodismo local tiene, existencial y culturalmente y desde luego si es ejercido por periodistas unidos cultural y existencialmente a la localidad todas las posibilidades de contribuir de veras al desarrollo de su región sin tantas desigualdades, o por lo menos, sin tantas oscuridades que nos obligan a justificar la miseria y la violencia como resultado de una guerra sin remedio entre buenos y malos; sin tantas medias verdades que nos obligan a aceptar las desigualdades, la violencia y las violaciones como resultado de un subdesarrollo del que nadie es históricamente responsable, y del que prometen que nos van a sacar de una vez por todas los candidatos de turno a los cargos y corporaciones públicas.

¿Por qué en los medios locales no vemos tan en primer plano ni tan en la generalidad informativa noticiosa tal periodismo?
Yo diría que hay tres razones principales. Una: porque aprendemos un esquema de trabajo basado en modelos lejanos y ajenos a la realidad de la región. Segunda, porque no podemos escapar al patrón de medios rentables a como dé lugar, lo cual es impuesto por la economía, por el mercado. Tercera, porque carecemos no sólo de una sensibilidad para hacernos cargo de este trabajo en la región de donde somos, sino de una ética de esa sensibilidad. En ello se revela uno de los grandes vacíos de nuestra educación básica, y uno de los grandes obstáculos para nuestra formación profesional.
Sería muy largo quizás explicar esto que digo, pero tal vez pueda resumirlo en lo siguiente: uno no puede prestar un buen servicio de información a los habitantes de una región cuando de esa región, aún perteneciendo a ella, uno sólo posee datos y fuentes oficiales, y carece de la capacidad para sentir esa región que le pertenece. Cuando a uno no le duele esa región, ni la disfruta en el sentido existencial de la palabra, cuando uno sólo toma de ella lo que a uno le sirve, a uno no le importa la región, y cuando eso sucede, uno no puede hacer por la región un buen trabajo, simplemente porque no está comprometido con ella. Como periodista, aquí en nuestro medio, y probablemente en el resto del mundo también lo digo por las señales del mundo que podemos percibir uno sólo está comprometido con su jefe, y éste con los dueños del medio, cuya única preocupación son los dividendos.

Ahora, a qué llamo aquí “un buen trabajo por la región”, y se sobreentiende que hablo de trabajo periodístico, trabajo de verdadera comunicación… Es aquel trabajo que no sólo da cuenta de un hecho, sino de la historia del hecho. Y para dar cuenta de un hecho, literalmente lo embutimos en esquemas y modelos de cubrimiento periodístico que sólo restan y dividen, no suman ni multiplican. Sometemos el hecho al formato, cuando debería ser lo contrario, someter el formato al hecho y dejar que el hecho lo acomode, lo modifique, lo transforme, lo construya. No es la realidad la que se somete a los modelos de trabajo que sabemos, son nuestros modelos los que tienen que someterse a la realidad que ni siquiera sabemos, y quizás justamente por eso, porque la ignoramos.
Un buen ejemplo de todo esto, diría yo, es la información que supuestamente nos dio cuenta de la situación vivida en la Comuna 13 de Medellín. Lo que quedó después de la tormenta, aún en los barrios más acostumbrados al peligro aquí en la ciudad, fue la idea de que la Comuna 13 de Medellín es el sector urbano más peligroso del país, y en consecuencia, un lugar donde sus habitantes están marcados con una cruz en la frente. El 90 por ciento de la población de la Comuna 13 fue víctima, primero, de lo que pasó, y después, de la información sobre lo que pasó. Y la gente de esa comuna de Medellín es mirada, casi que en todo el mundo, como culpable, no como víctima, como muy peligrosa, no como muy necesitada de justicia... de toda justicia.

Para salir de las sombras…Leí recientemente un texto en el que la investigadora María Teresa Uribe echaba mano del famoso Simil de la Caverna de Platón para aplicarlo a lo que debe ser la función histórica, antropológica y social de la política como ciencia que nos implica y nos libera a todos si de veras queremos llamarnos sociedad.
Yo quisiera echar mano de ese mismo Simil de la Caverna para aplicarlo a la verdadera función del periodismo como ciencia, pero sobre todo como servicio de informar para ayudar a entender, lo cual no tiene otro sentido último que el de la liberación.

Un grupo de hombres, esclavos y encadenados, vivían en una caverna a la que no llegaba jamás la luz del sol. Ellos sólo podían mirar hacia el frente y sólo veían sombras reflejadas en el fondo de la cueva. Esa era su realidad: las sombras planas, vagas, indefinidas e inconstantes de ellos mismos, de animales y de cosas. Nada más existía, salvo las sombras. Ellos mismos eran sólo sombras.
Algún día uno de aquellos hombres se liberó de las cadenas y pudo ver hacia atrás. Descubrió una hoguera, fuente de la luz que reflejaba las sombras, y descubrió los seres y las cosas que los demás sólo veían como sombras reflejadas en el fondo. Exploró más allá y fue descubriendo nuevos formas y niveles de realidad, hasta que pudo ver el exterior, y en el exterior un lago, y en el lago el sol, y por el sol, a él mismo.

Entonces volvió al interior de la caverna a dar cuenta del hallazgo de los colores, de las cosas, de los animales, de la luz, de la belleza, de la libertad, de ellos mismos, de la diversos niveles de la realidad. Pero los otros, que sólo conocían esa vida atada, lineal, monótona, oscura, pero al fin y al cabo la única que tenían y a la cual estaban acomodados sin darse cuenta de que era un sometimiento, no le creyeron, lo dieron por loco, lo callaron.
Cree uno sentir algo más en este famoso símil de Platón, algo que va más allá del fascinante descubrimiento. El hombre que pudo ir hasta el exterior de la cueva sintió la necesidad de compartir con los otros, de decirles, de contarles que la vida no era oscuridad y cadenas; y por compartir con ellos su información arriesgó ser ignorado, y maltratado, incluso asesinado.

Como aquellos hombres, encadenados, viendo sólo sombras y convencidos de que esa es la verdad, podemos estar nosotros como sociedad. ¿Y qué o quién nos encadenó? ¿La religión? ¿La política? ¿La economía? ¿La violencia? ¿El periodismo? ¿Todos los anteriores?
Aquel hombre que soltó sus cadenas y salió de la cueva está, simbólicamente, en alguien como Antonio Nariño cuando en una actitud temeraria publicó los Derechos del Hombre. Y algo así es el mejor periodismo, y el mejor periodismo sucede para la luz, y como consecuencia de ésta, la paz, cuya conquista no va sin conflicto, ni sin riesgos. Por fuera de ese objetivo, ningún periodismo es el mejor.

jueves, 10 de mayo de 2007

Hábitat, territorio y territorialidad

Hábitat, territorio y territorialidad de María Clara Echeverría

Por: Luis Carlos Jaramillo Pontón
Integrante del Grupo SOFOS

“Es muy paradójico, la economía de nosotros ha ido creciendo. Sin embargo las ciudades manifiestan en su cotidianidad una crisis social impresionante. O sea, lo que es el recorrido... cuando en cualquier lugar de la ciudad se hace evidente la precariedad y la pobreza. Un país muy convulsionado en términos de sus posibilidades, débil a partir de los procesos de territorio”

“Estamos en la época del Ordenamiento de Territorio y en cierta medida no sabemos de qué noción de territorio estamos hablando.”

“Existen tensiones, los Planes de Ordenamiento Territoriales inter-municipios no han sido acordados. No hay escenarios para definir lo común”.

“El mapa mental de la gente no alcanza más allá, primero de lo que su imaginario alcanza y segundo, de lo que su capa vital alcanza”.

“El que probó el venenito de la ciudad, difícilmente se va”

“Capital social Vs. Tejido social...?”

“La frontera es el umbral en donde uno se intercomunica”.


Expresiones que se convierten en sentencias, sentencias que provienen del conocimiento cuando enfrenta realidades, realidades que surgen de un país convulsionado que requiere de soluciones que van mas allá de lo que establece una Constitución que ni siquiera avanza, son algunos elementos sobre los cuáles de manera magistral María Clara Echeverría, una mujer que, como Ella misma lo establece, en general es antigeneralizadora, desarrolló su conversatorio en el Recinto de la Casa del Maestro Fernando Gonzáles Ochoa el pasado sábado 28 de Abril, personaje con quién, tanto ella como Su Señora Madre, tuvieron la oportunidad de compartir períodos inolvidables de sus vidas.

Maria Clara trabaja la ciudad desde la dimensión que constituye el territorio, visto como la territorialidad de los habitantes y planteando en principio la contradicción que existe entre los procesos que se presentan realmente y las acciones que la política emprende para dar soluciones. Se trabaja por establecer lineamientos sobre algo que solo se logra poner de moda, colocando en boca de todo el mundo los planes de ordenamiento sin definir a qué tipo de territorio se refieren y lo que es peor, desconociendo el hábitat como factor esencial de las políticas que en materia de territorio el Estado debe asumir.

Partiendo de aquel principio elemental del pensamiento científico que establece que cualquier parte contiene todos los elementos del todo y mirando cómo los acontecimientos más insignificantes se convierten en la base de grandes cambios, la expositora plantea cómo las relaciones entre los problemas micro, meso y macro pueden en determinado momento ser objeto de un análisis que establezca claridades respecto a toda una infinidad de interrogantes que la política aún no ha logrado resolver hablando en términos de ciudad. Ciudad hegemónica o ciudad democrática son dos términos fundamentales sobre los cuáles surge toda una serie de debates como autoritarismo y legitimidad; rigidez y flexibilidad; totalidad o fragmento; unicidad y pluralidad; homogeneidad y heterogeneidad; orden central o multiplicidad de órdenes. Debates sobre los cuáles debe observarse de manera estricta la norma de no involucrar lo inequitativo como parte de la diversidad porque entonces se estaría avalando la desigualdad y la injusticia dentro de los procesos, incurriendo en el error de negarse a admitir que existen territorios dentro de territorios con características distintas que ante todo son propias.

Por otra parte, se resalta también la circunstancia que se presenta cuando la misma doctrina de la Constitución Política choca con la realidad de lo ejecutado, dadas las distintas fuerzas existentes y que hacen que se pierda definitivamente la concreción de los atributos que el Estado debe reconocer.

Considerando que el Municipio es la célula básica del territorio, es preocupante cómo en el caso de nuestra Área Metropolitana, se observa una tendencia a ceder en materia de autonomías individuales dada la carencia de escenarios en donde se pueda discutir lo común.

Hay un énfasis especial sobre los factores que afectan la territorialidad, atribuyendo gran parte de sus incidencias al fenómeno globalización, que tanto económica como culturalmente y con el auspicio de los medios, generan o contribuyen a una sociedad convulsionada, caracterizada por severos estados de precariedad familiar, que unidos además a la situación de guerra y de violencia, traducen la situación como la de una total ilegitimidad en materia institucional, salvo algunas excepciones.
Surge entonces un cuestionamiento en cuanto a que la planeación en nuestro medio debe pasar de ser un instrumento técnico a un escenario en donde los planes estratégicos respondan a situaciones muy complejas que exigen la aplicación de verdaderas políticas que aporten soluciones a momentos tan coyunturales y que no continúen siendo el resultado de una operación ambigua en donde la exclusión termina siendo un factor común inevitable.

Existen algunos elementos característicos muy importantes que generan tensiones como lo son la ciudad y sus fragmentos y se aprecia, no la forma de asimilar las circunstancias sino la manera de maquillarlos, hasta muy sutilmente, santificándolos para cambiarles de nombre; es así como vemos por ejemplo que Lovaina se convierte en San Pedro, Niquitao en San Lorenzo, Barrio Triste en Corazón de Jesús, etc., etc. Apareciendo entonces puntos de choque entre los fragmentos habitacionales afectados y los ajenos objetivos de algunos proyectos.

Ciudad-región Vs. Ciudad urbana. Se habla mucho de la ciudad región que obliga a reconocer que hay una ciudad que es la que se hace región, mas para la autora, región urbana es un término mas real de un sistema de varios núcleos que se tejen en base al comportamiento de los barrios, en donde existe una trama de relaciones, sin desconocer claro está, la existencia de fenómenos gigantescos, entre los cuáles por encima de todo concepto, de todo accionar y todo precepto, surge de manera incuestionable el fenómeno del hábitat humano, que genera toda una red vivencial, muy profunda, con sus propias características sociales, económicas y culturales que definitivamente no admite ser tratada superficialmente, ni mucho menos definida como “ inviable” hasta el punto ser objeto de medidas tan extremas como los desalojos, los desplazamientos y hasta cualquier forma de desaparición.

Fueron muchos los aspectos que allí se mencionaron y sobre los cuáles hay mucho por hacer. La ruralidad que es un tema muy importante ha sido por mucho tiempo desconocida. Los vínculos a nivel productivo entre ciudades vecinas no son considerados de manera objetiva. Los sistemas de vida son tarea exclusiva de los antropólogos. Se insiste en dividir el territorio en vez de integrar el territorio. Estamos haciendo rayas con el vecino precisamente porque tenemos una equivocada concepción de manejo de fronteras.

“Yo me imagino una arañita que va construyendo su misma tela y por la tela que construye es que ella va caminando, va generando su vínculo como en el espacio: así habitamos nosotros, vamos generando nuestra propia red de vida”. María Clara Echeverría.

“Así como es la aldea, así es la patria.” Fernando González.

Dos pensamientos de generaciones que con el tiempo confluyen en un mismo caminar, en un mismo modo de mirar la vida con todas sus posibilidades y una sola dignidad. En el mismo lugar...Allí precisamente, en Otraparte.

Medellín, mayo del 2007

lunes, 23 de abril de 2007

Fundación CORAJE: un modelo de desarrollo y concertación para la ciudad

Por: Luis Carlos Jaramillo Pontón
Miembro del Grupo Sofos

Talvez la coincidencia de haber trascendido hace algún tiempo en la ciudad y en el ámbito nacional la conformación de un grupo político denominado CORAJE, le hizo un flaco favor a la convocatoria que el Grupo Sofos hiciera el pasado Sábado 14 de abril en Otraparte, aunque a pesar de ello, contó con la presencia de más de una docena de atentos asistentes. Infortunadamente, para muchos observadores suele suceder con algunos movimientos o partidos políticos lo mismo sucede con muchos trabajadores empresariales cuando se les nombra la palabra “sindicato”. Y es precisamente ante este desafortunado parangón que presenta el País, de no creer o de creer muy poco tanto en los unos como en los otros, donde precisamente Sofos, como Grupo de Estudio y Trabajo Académico, asume la tarea de esbozar sus temas ante la comunidad sin pretensión alguna en cuanto a la toma de doctrinas se refiere, simplemente con el ánimo de escuchar a algunos especialistas en los distintos temas previamente escogidos, hacer el análisis que permite el corto tiempo asignado para la discusión y tratar de dilucidar el concepto entre los asistentes, dejando a cada quién la pertenencia de las conclusiones.

Y es que la presentación que, sobre la Fundación CORAJE – Fundación de Comerciantes del Sector Corazón de Jesús-, hiciera de manera formidable y afable Sonia Vásquez Mejía no podía ser mejor ajustada o aterrizada a los propósitos del grupo cuando planteara como asunto de fondo para la agenda el tema de Ciudad y Territorio.

Comenzó Sonia Vásquez su exposición en el recinto de la Casa del Maestro Fernando Gonzáles, haciendo un recuento de las distintas versiones, unas hermosamente poéticas y otras meramente circunstanciales, que destacan las razones por las cuáles, ese viejo sector de la ciudad de Medellín comprendido entre la margen oriental del Río Medellín y la Avenida del Ferrocarril y entre las calles San Juan y Colombia, pudo tener razones mas que suficientes para llamarse de manera curiosa “Barrio Triste”; pasando luego a describir toda una serie de vicisitudes por las que ha tenido pasar este barrio para ganarse a pulso limpio su territorialidad, fundamentada en los índices de resultados que le proporcionan su actividad permanente originada, desde los primeros tiempos de la ciudad, en la atención o a las labores derivadas del sector transporte.

Posteriormente nos cuenta acerca de la defensa que hubo que asumir trazando unas líneas estratégicas de acercamiento a la comunidad residente, con el propósito de fortalecer la asistencia requerida para llevar a cabo una recuperación del sector, de tal manera que les permitiera preservarlo con argumentos sólidos. Sonia nos relató cómo, tras salvar muchos inconvenientes, lograron implementar un sistema de procesamiento adecuado a una gran variedad de residuos, producto de las actividades del sector; logros que asociados a lo que ocurre en otros frentes (familia, educación, socialización, aseo, capacitación, etc.), consiguen convocar sin distingo alguno a sus habitantes en torno a la mesa de iniciativas. Es admirable la forma como el resultado de la transformación, o mejor, de la sensibilización hacia un bienestar comunitario, comienza a traducirse de diversas formas en progreso, logrando por ejemplo, avances tecnológicos de importancia que están a la par con muchos países desarrollados y una especie de re-descubrimiento de la población hacia sus manifestaciones culturales; permitiendo, por otra parte, que la comunidad entrara a definir conjuntamente con los entes estatales pertinentes aquellas acciones tendientes a mejorar las factores de seguridad y desarrollo sin la participación de otras fuerzas o agentes externos.

Bajo la definición de Puerto Seco, como un sector de vital importancia para la ciudad, se emprende toda una estrategia de análisis para la comprensión de las leyes que afectan de una u otra manera su futuro dentro del Plan de Ordenamiento Territorial, entrando de manera contundente, y mediante una representación concienzudamente acordada para que interactuara ante el Gobierno, a sustentar la creación de un Plan Parcial Incluyente que está a punto de definirse.

Nuestra expositora terminó haciendo un análisis y un llamado acerca de cómo las experiencias han demostrado que bajo el disfraz de “bienes públicos” para la ciudad, muchas veces los gobiernos terminan cediendo a los intereses de unos pocos en detrimento del bienestar de la población, a menos que ésta esté dispuesta y en condiciones de defender con dignidad y mucho coraje su amado territorio.

Muchos pormenores de esta historia que se escribe a diario en Barrio Triste, están consignados en algunas publicaciones de la Fundación, entre las cuales conocimos el libro titulado Historia y personajes del Corazón de Jesús, que para el Grupo Sofos incluye esta bella dedicatoria:

“Amigos y amigas “sofistas”
En este territorio del mal llamado Barrio triste, porque es el barrio con mas energía y vitalidad que conozco, la ciudad palpita, la gente es solidaria y el trabajo hace parte de la cotidianidad como la grandeza mas importante de un conglomerado de historias que llenan el espíritu, así como ustedes lo hacen cada quince días con sus conferencias y tertulias.
Un abrazo sincero!!”
(firmado) Sonia Vásquez Mejía.

...una clara lección de vida digna para una ciudad cargada de territorios y de voluntades dispersas, de muchas personas que miran de reojo aquel barrio cuando pasan por San Juan o cuando fuman plácidamente un cigarrillo desde aquellos edificios tan inteligentes. Allí precisamente... en Otraparte.

Abril 19 de 2007

miércoles, 11 de abril de 2007

La Medellín de Medellín

La Medellín de Medellín de Darío Ruiz Gómez

Por: Luis Carlos Jaramillo Pontón
Integrante del Grupo Sofos

La presencia de Darío Ruiz Gómez en Otraparte el Sábado 31 de Marzo mas que una charla, una presentación o una ponencia sobre los temas de ciudad que viene proponiendo el Grupo Sofos, constituyó una gran experiencia de vida transmitida en forma muy amena, acompañada con el espíritu crítico y la mordacidad que caracteriza al escritor.

Su análisis de una ciudad colonial que ya no existe, en donde han primado los intereses capitalistas y donde se le ha colocado un disfraz a una crítica situación social por parte de unos urbanistas que desconocen mucho de las verdaderas historias de ciudad, acompañado de un cálido relato de las transformaciones que ha sufrido la ciudad al ritmo de las tendencias de distintas épocas, evocando autores y escritores, música y costumbres, paisajes y lugares específicos de la Medellín de antaño que por fortuna ha dejado atrás muchos aspectos pesados del pasado, son tan sólo someras referencias de un encuentro vivencial sin precedentes con la ciudad en el que todos los asistentes nos tomamos de la mano con el recuerdo cada vez que esbozábamos una sonrisa o un suspiro, nos chocamos de frente con la realidad de muchos desaciertos de una clase dirigente que ha permitido a lo largo del tiempo que se borren lo vestigios que bien hubiéramos podido conservar, pero por sobre todo, recibimos de las palabras de Darío Ruiz Gómez, una semilla para continuar construyendo la ciudad, asumiendo el reto que la vida nos impone como gente de ciudad, que la camina y la asimila, para contribuir de alguna manera a su positiva transformación.

“Nos gusta a veces mirar la ciudad con una mirada unilateral, temiendo encontrar los conflictos que genera, crea y plantea una ciudad, ciudad moderna que por esencia es la ciudad capitalista, caracterizada por un cambio del valor de uso por el valor de cambio, siendo el valor de uso, las zonas verdes, por ejemplo; y el valor de cambio significa lo que vemos en Medellín, donde son capaces de urbanizar una Iglesia... La especulación urbana caracteriza a la ciudad capitalista cuando en tres años se construyen más de quinientas torres....

En qué momento podemos hablar de un pasado colonial separando lo de los españoles a lo de los barrios de la Sonora Matancera?... Lo único colonial de Medellín es el frontis de La Metropolitana...La primera casa de fin de siglo en Colombia que se llama La Estancia en Medellín no han podido erigirla aún como Patrimonio Nacional. Uso o manipulación de la ciudad...?

La tradición humanística ha sido desconocida. Escritores y músicos han quedado reducidos al olvido o al simple espectáculo por no ser nadie a nivel social, solo vale el dinero...

El solar en las casas era un espacio para disimular las tristezas de la vida.

Boston, La América, Belén, Envigado son producto de la clase media.

El evento cívico que convoca se perdió.

Guayaquil generó mucha cultura urbana por la música representada en músicos y cantantes.

La ciudad siempre ha estado expuesta a las modas extranjeras.

El centro de Medellín se fue. La clase alta de Medellín lleva cien años corriendo. Sale la gente, pero entra la gente.

Medellín hecha por la gente que la camina y que la ama. Hay historias de ciudad por todas partes que no son el producto de urbanistas que no los dejan salir por la noche... La historia de ciudad la escribe la gente”.

Una crítica, un análisis, una evocación, un planteamiento. Son los puntos sobre los que Darío Ruiz Gómez crea una propuesta sana y abierta para la comunidad medellinense. Allí precisamente, en Otraparte.

Medellín, Abril 10 del 2007.