Clausura Ciclo 2025
Presentación
de la película
Flow
Para un mundo que hoy
nos deja sin palabras.
Conversación presencial con
Sergio Restrepo Jaramillo
1.º de noviembre de 2025
«El que se proclamaba rey de la naturaleza no era otra cosa
que un ignorante infatuado que medía al mundo por
su propio rasero, ignorando los otros que hay».
«Que lo impensado se da. Que lo increíble ocurre».
«Lo que existe, lo que perdura, es la vida, no tú».
Mario Escobar Velásquez
* * *
El Grupo Sofos tiene el
gusto de
invitarle a la presentación de la película:
Flow
Para
un mundo que hoy
nos deja sin palabras.
Con la participación de:
Sergio
Restrepo Jaramillo
(Envigado, 1976) tiene estudios de Ingeniería Mecánica, Comunicación Social y Gastronomía.
Perteneció, entre otros, a los colectivos Paz de Mentes y Redepaz, y en 1999 participó
en la creación del centro cultural Stultifera Navis («La Nave de los Locos») en
el barrio Mesa de Envigado, proyecto que dirigió hasta septiembre de 2005. Es
miembro fundador de la Corporación Otraparte, fue director del Teatro Pablo
Tobón en la ciudad de Medellín y actualmente ejerce su labor cultural en
Comfama y en la Fundación Almargen.
* * *
Entrada libre
Lugar:
Casa Museo Otraparte
Fecha: 1.º de noviembre de 2025
Hora: 3:00 p.m.
Actividad presencial.
* * *
Lectura suelta
Rebelión en la granja
~ Capítulo i
~
Por George Orwell
El señor Jones, propietario de
la Granja Manor, cerró por la noche los gallineros, pero estaba demasiado
borracho para recordar que había dejado abiertas las ventanillas. Con la luz de
la linterna danzando de un lado a otro cruzó el patio, se quitó las botas ante
la puerta trasera, sirvióse una última copa de cerveza del barril que estaba en
la cocina y se fue derecho a la cama, donde ya roncaba la señora Jones.
Apenas se hubo apagado la luz
en el dormitorio, empezó el alboroto en toda la granja. Durante el día se
corrió la voz de que el Viejo Mayor, el verraco premiado, había tenido un sueño
extraño la noche anterior y deseaba comunicárselo a los demás animales. Habían
acordado reunirse todos en el granero principal cuando el señor Jones se retirara.
El Viejo Mayor (así le llamaban siempre, aunque fue presentado en la exposición
bajo el nombre de Willingdon Beauty) era tan altamente estimado en la granja,
que todos estaban dispuestos a perder una hora de sueño para oír lo que él
tuviera que decirles.
En un extremo del granero
principal, sobre una especie de plataforma elevada, Mayor se encontraba ya
arrellanado en su lecho de paja, bajo una linterna que pendía de una viga.
Tenía doce años de edad y últimamente se había puesto bastante gordo, pero aún
era un cerdo majestuoso de aspecto sabio y bonachón, a pesar de que sus
colmillos nunca habían sido cortados. Al poco rato empezaron a llegar los demás
animales y a colocarse cómodamente, cada cual a su modo. Primero llegaron los
tres perros, Bluebell, Jessie y Pincher, y luego los cerdos, que se
arrellanaron en la paja delante de la plataforma. Las gallinas se situaron en
el alféizar de las ventanas, las palomas revolotearon hacia los tirantes de las
vigas, las ovejas y las vacas se echaron detrás de los cerdos y se dedicaron a
rumiar. Los dos caballos de tiro, Boxer y Clover, entraron juntos, caminando
despacio y posando con gran cuidado sus enormes cascos peludos, por temor de
que algún animalito pudiera hallarse oculto en la paja. Clover era una yegua
robusta, entrada en años y de aspecto maternal que no había logrado recuperar
la silueta después de su cuarto potrillo. Boxer era una bestia enorme, de casi
quince palmos de altura y tan fuerte como dos caballos normales juntos. Una
franja blanca a lo largo de su hocico le daba un aspecto estúpido, y,
ciertamente no era muy inteligente, pero sí respetado por todos dada su
entereza de carácter y su tremenda fuerza para el trabajo. Después de los
caballos llegaron Muriel, la cabra blanca, y Benjamín, el burro. Benjamín era
el animal más viejo y de peor genio de la granja. Raramente hablaba, y cuando
lo hacía, generalmente era para hacer alguna observación cínica; diría, por
ejemplo, que «Dios le había dado una cola para espantar las moscas, pero que él
hubiera preferido no tener ni cola ni moscas». Era el único de los animales de
la granja que jamás reía. Si se le preguntaba por qué, contestaba que no tenía
motivos para hacerlo. Sin embargo, sin admitirlo abiertamente, sentía afecto
por Boxer; los dos pasaban, generalmente, el domingo en el pequeño prado detrás
de la huerta, pastando juntos, sin hablarse.
Apenas se echaron los dos
caballos, cuando un grupo de patitos que habían perdido la madre entró en el
granero piando débilmente y yendo de un lado a otro en busca de un lugar donde
no hubiera peligro de que los pisaran. Clover formó una especie de pared con su
enorme pata delantera y los patitos se anidaron allí durmiéndose enseguida. A
última hora, Mollie, la bonita y tonta yegua blanca que tiraba del coche del
señor Jones, entró afectadamente mascando un terrón de azúcar. Se colocó
delante, coqueteando con sus blancas crines a fin de atraer la atención hacia
los lazos rojos con que había sido trenzada. La última en aparecer fue la gata,
que buscó, como de costumbre, el lugar más cálido, acomodándose finalmente
entre Boxer y Clover; allí ronroneó a gusto durante el desarrollo del discurso
de Mayor, sin oír una sola palabra de lo que éste decía.
Ya estaban presentes todos los
animales —excepto Moses, el cuervo amaestrado, que dormía sobre una percha
detrás de la puerta trasera—. Cuando Mayor vio que estaban todos acomodados y
esperaban con atención, aclaró su voz y comenzó:
—Camaradas: os habéis enterado
ya del extraño sueño que tuve anoche. Pero de eso hablaré luego. Primero tengo
que decir otra cosa. Yo no creo, camaradas, que esté muchos meses más con
vosotros y antes de morir estimo mi deber transmitiros la sabiduría que he
adquirido. He vivido muchos años, dispuse de bastante tiempo para meditar
mientras he estado a solas en mi pocilga y creo poder afirmar que entiendo el
sentido de la vida en este mundo, tan bien como cualquier otro animal viviente.
Es respecto a esto de lo que deseo hablaros.
»Veamos, camaradas: ¿Cuál es la
realidad de esta vida nuestra? Encarémonos con ella: nuestras vidas son
tristes, fatigosas y cortas. Nacemos, nos suministran la comida necesaria para
mantenernos y a aquellos de nosotros capaces de trabajar nos obligan a hacerlo
hasta el último átomo de nuestras fuerzas; y en el preciso instante en que ya
no servimos, nos matan con una crueldad espantosa. Ningún animal en Inglaterra
conoce el significado de la felicidad o la holganza después de haber cumplido
un año de edad. No hay animal libre en Inglaterra. La vida de un animal es sólo
miseria y esclavitud; ésta es la pura verdad.
»Pero, ¿forma esto parte
realmente, del orden de la naturaleza? ¿Es acaso porque esta tierra nuestra es
tan pobre que no puede proporcionar una vida decorosa a todos sus habitantes?
No, camaradas; mil veces no. El suelo de Inglaterra es fértil, su clima es
bueno, es capaz de dar comida en abundancia a una cantidad mucho mayor de
animales que la que actualmente lo habita. Solamente nuestra granja puede
mantener una docena de caballos, veinte vacas, centenares de ovejas; y todos
ellos viviendo con una comodidad y una dignidad que en estos momentos está casi
fuera del alcance de nuestra imaginación. ¿Por qué, entonces, continuamos en
esta mísera condición? Porque los seres humanos nos arrebatan casi todo el fruto
de nuestro trabajo. Ahí está, camaradas, la respuesta a todos nuestros
problemas. Todo está explicado en una sola palabra: el Hombre. El hombre es el
único enemigo real que tenemos. Haced desaparecer al hombre de la escena y la
causa motivadora de nuestra hambre y exceso de trabajo será abolida para
siempre.
»El hombre es el único ser que
consume sin producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para
tirar del arado y su velocidad ni siquiera le permite atrapar conejos. Sin
embargo, es dueño y señor de todos los animales. Los hace trabajar, les da el
mínimo necesario para mantenerlos y lo demás se lo guarda para él. Nuestro
trabajo labora la tierra, nuestro estiércol la abona y, sin embargo, no existe
uno de nosotros que posea algo más que su pellejo. Vosotras, vacas, que estáis
aquí, ¿cuántos miles de litros de leche habéis dado este último año? ¿Y qué se
ha hecho con esa leche que debía servir para criar terneros robustos? Hasta la
última gota ha ido a parar al paladar de nuestros enemigos. Y vosotras,
gallinas, ¿cuántos huevos habéis puesto este año y cuántos pollitos han salido
de esos huevos? Todo lo demás ha ido a parar al mercado para producir dinero
para Jones y su gente. Y tú, Clover, ¿dónde están estos cuatro potrillos que
has tenido, que debían ser sostén y alegría de tu vejez? Todos fueron vendidos
al año; no los volverás a ver jamás. Como recompensa por tus cuatro criaturas y
todo tu trabajo en el campo, ¿qué has tenido, exceptuando tus escuálidas
raciones y un pesebre?
»Ni siquiera nos permiten
alcanzar el término natural de nuestras míseras vidas. Por mí no me quejo,
porque he sido uno de los afortunados. Tengo doce años y he tenido más de
cuatrocientas criaturas. Tal es el destino natural de un cerdo. Pero al final
ningún animal se libra del cruel cuchillo. Vosotros, jóvenes cerdos que estáis
sentados frente a mí, cada uno de vosotros va a gemir por su vida dentro de un
año. A ese horror llegaremos todos: vacas, cerdos, gallinas, ovejas; todos. Ni
siquiera los caballos y los perros tienen mejor destino. Tú, Boxer, el mismo
día que tus grandes músculos pierdan su fuerza, Jones te venderá al
descuartizador, quien te cortará el pescuezo y te cocerá para los perros de
caza. En cuanto a los perros, cuando están viejos y sin dientes, Jones les ata
un ladrillo al pescuezo y los ahoga en el estanque más cercano.
»¿No resulta entonces de una
claridad meridiana, camaradas, que todos los males de nuestras vidas provienen
de la tiranía de los seres humanos? Eliminad tan sólo al Hombre y el producto de
nuestro trabajo nos pertenecerá. Casi de la noche a la mañana, nos volveríamos
ricos y libres. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer?
¡Trabajar noche y día, con
cuerpo y alma, para derrocar a la raza humana! Ése es mi mensaje, camaradas:
¡Rebelión!
Yo no sé cuándo vendrá esa
rebelión; quizá dentro de una semana o dentro de cien años; pero sí sé, tan
seguro como veo esta paja bajo mis patas, que tarde o temprano se hará
justicia. ¡Fijad la vista en eso, camaradas, durante los pocos años que os
quedan de vida! Y, sobre todo, transmitid mi mensaje a los que vengan después,
para que las futuras generaciones puedan proseguir la lucha hasta alcanzar la
victoria.
»Y recordad, camaradas: vuestra
voluntad jamás deberá vacilar. Ningún argumento os debe desviar. Nunca hagáis
caso cuando os digan que el Hombre y los animales tienen intereses comunes, que
la prosperidad de uno es también la de los otros. Son mentiras. El Hombre no
sirve los intereses de ningún ser exceptuando los suyos propios. Y entre
nosotros los animales, que haya perfecta unidad, perfecta camaradería en la
lucha. Todos los hombres son enemigos. Todos los animales son camaradas.
En ese momento se produjo una
tremenda conmoción. Mientras Mayor estaba hablando, cuatro grandes ratas habían
salido de sus escondrijos y se habían sentado sobre sus cuartos traseros,
escuchándolo. Los perros las divisaron repentinamente y sólo merced a una
acelerada carrera hasta sus reductos lograron las ratas salvar sus vidas. Mayor
levantó su pata para imponer silencio.
—Camaradas —dijo—, aquí hay un
punto que debe ser aclarado. Los animales salvajes, como los ratones y los
conejos, ¿son nuestros amigos o nuestros enemigos? Pongámoslo a votación.
»Yo planteo esta pregunta a la
asamblea: ¿Son camaradas las ratas?
Se pasó a votación
inmediatamente, decidiéndose por una mayoría abrumadora que las ratas eran
camaradas. Hubo solamente cuatro discrepantes: los tres perros y la gata, que,
como se descubrió luego, habían votado por ambos lados. Mayor prosiguió:
—Me resta poco que deciros.
Simplemente insisto: recordad siempre vuestro deber de enemistad hacia el
Hombre y su manera de ser. Todo lo que camine sobre dos pies es un enemigo. Lo
que ande a cuatro patas, o tenga alas, es un amigo. Y recordad también que en
la lucha contra el Hombre, no debemos llegar a parecernos a él. Aun cuando lo
hayáis vencido, no adoptéis sus vicios. Ningún animal debe vivir en una casa,
dormir en una cama, vestir ropas, beber alcohol, fumar tabaco, manejar dinero
ni ocuparse del comercio. Todas las costumbres del Hombre son malas. Y, sobre
todas las cosas, ningún animal debe tiranizar a sus semejantes. Débiles o
fuertes, listos o ingenuos, todos somos hermanos. Ningún animal debe matar a
otro animal. Todos los animales son iguales.
»Y ahora, camaradas, os contaré
mi sueño de anoche. No estoy en condiciones de describíroslo a vosotros. Era
una visión de cómo será la tierra cuando el Hombre haya sido proscrito. Pero me
trajo a la memoria algo que hace tiempo había olvidado. Muchos años ha, cuando yo
era un lechoncito, mi madre y las otras cerdas acostumbraban a entonar una
vieja canción de la que sólo sabían la tonada y las tres primeras palabras.
Aprendí esa canción en mi infancia, pero hacía mucho tiempo que la había
olvidado. Anoche, sin embargo, volvió a mí en el sueño. Y más aún, las palabras
de la canción también; palabras que, tengo la certeza, fueron cantadas por
animales de épocas lejanas y luego olvidadas durante muchas generaciones. Os
cantaré esa canción ahora, camaradas. Soy viejo y mi voz es ronca, pero cuando
Os haya enseñado la tonada podréis cantarla mejor que yo. Se llama «Bestias de
Inglaterra».
El viejo Mayor carraspeó y
comenzó a cantar. Tal como había dicho, su voz era ronca, pero a pesar de todo
lo hizo bastante bien; era una tonadilla rítmica, algo a medias entre
«Clementina» y «La cucaracha». La letra decía así:
¡Bestias de Inglaterra, bestias de Irlanda!
¡Bestias de toda tierra y clima! ¡Oíd mis gozosas nuevas que cantan un futuro
feliz! Tarde o temprano llegará la hora en la que la tiranía del Hombre sea
derrocada y las ubérrimas praderas de Inglaterra tan sólo por animales sean
holladas.
De nuestros hocicos serán proscritas las
argollas, de nuestros lomos desaparecerán los arneses. Bocados y espuelas serán
presas de la herrumbre y nunca más crueles látigos harán oír su restallar. Más
ricos que la mente imaginar pudiera, el trigo, la cebada, la avena, el heno, el
trébol, la alfalfa y la remolacha serán sólo nuestros el día señalado.
Radiantes lucirán los prados de Inglaterra y más puras las aguas manarán; más
suave soplará la brisa el día que brille nuestra libertad. Por ese día todos
debemos trabajar aunque hayamos de morir sin verlo. Caballos y vacas, gansos y
pavos, ¡todos deben, unidos, por la libertad luchar! ¡Bestias de Inglaterra,
bestias de Irlanda! ¡Bestias de todo país y clima!
¡Oíd mis gozosas nuevas que cantan un futuro
feliz!
El ensayo de esta canción puso
a todos los animales en la más salvaje excitación. Poco antes de que Mayor
hubiera finalizado, ya se habían lanzado todos a cantarla. Hasta el más
estúpido había retenido la melodía y parte de la letra, mientras que los más
inteligentes, como los cerdos y los perros, aprendieron la canción en pocos
minutos. Poco más tarde, con ayuda de varios ensayos previos, toda la granja
rompió a cantar «Bestias de Inglaterra» al unísono. Las vacas la mugieron, los
perros la aullaron, las ovejas la balaron, los caballos la relincharon, los
patos la graznaron. Estaban tan contentos con la canción que la repitieron
cinco veces seguidas y habrían continuado así toda la noche de no haber sido
interrumpidos.
Desgraciadamente, el alboroto
armado despertó al señor Jones, que saltó de la cama creyendo que había un
zorro merodeando en los corrales. Tomó la escopeta, que estaba permanentemente
en un rincón del dormitorio, y disparó un tiro en la oscuridad. Los perdigones
se incrustaron en la pared del granero y la sesión se levantó precipitadamente.
Cada cual huyó hacia su lugar de dormir. Las aves saltaron a sus palos, los
animales se acostaron en la paja y en un instante toda la granja estaba
durmiendo.
Fuente:
Extracto obtenido por el Grupo
Sofos del archivo pdf disponible en Archive.org:
Grupo
Sofos
Correo electrónico: gruposofos@gmail.com
Blog: https://gruposofos.blogspot.com/



No hay comentarios.:
Publicar un comentario